Bosco frunció el ceño, con ganas de fumar, pero no traía cigarrillo hoy.
Normalmente no era un gran fumador, pero hoy cuanto más lo toleraba, más se irritaba, y con el constante parloteo de Salvador en su oído, se hacía aún más molesto. —Voy a salir a fumar.
Salvador le miró fijamente y no se le detuvo.
La familia Borja había preparado los cigarrillos y los había dejado en el comedor, afuera había un pequeño balcón que casualmente se utilizaba como zona de fumadores.
Pero en ese momento ya había gente allí, y Bosco no fue allí, sino que salió al jardín.
No se puso chaqueta, y cuando se abrió la puerta de cristal, el viento con copos de nieve sopló de frente, metiéndose por el cuello, los gemelos y los pantalones, como cuchillos que cortan. Después de estar allí de pie solo un minuto, estaba tan frío que no tenía ni rastro de calor, y la mano que sujetaba el cigarrillo empezó a temblar sin control.
La frialdad llegó a aplastar la irritación de su corazón, porque hacía demasiado frío par