Traté de calmar al pequeño, tomándole la mano para tranquilizarlo.
Por suerte, mi hijo tenía un carácter alegre y era valiente. Bastaron unas palabras de mi tía, diciéndole que había comprado muchas cosas divertidas y deliciosas, para que dejara de resistirse.
Entramos a la habitación donde mi abuela estaba despierta.
Al ver a su bisnieto, mi abuela, a pesar de su debilidad, esbozó una sonrisa feliz y levantó la mano para indicarnos que nos acercáramos.
Mi tía llevó al niño junto a la cama. La mano huesuda de mi abuela tomó la manita blanca y tierna de mi hijo, una imagen impactante, como el legado y la continuidad de la vida.
Al observarlos, no pude evitar sentir un nudo en la garganta.
Acompañamos a mi abuela durante mucho tiempo, pero lamentablemente su salud empeoraba día a día. Después de menos de una hora despierta, sus fuerzas comenzaron a agotarse.
—Abuela, descanse ahora. Cuando despierte seguiremos jugando, tenemos muchos días por delante —la animé con dulzura, como quien con