El golpe asustó tanto a la gente que esperaba el ascensor como a Lucas.
—¡María! —gritó él de repente, pero no tuve valor para responder ni me atreví a detenerme.
Justo llegó el ascensor y mientras los oficinistas entraban, grité "¡esperen!" y me metí cubriéndome la frente.
Las puertas se cerraron y el ascensor subió.
Uf...
Suspiré aliviada, con el corazón acelerado y la mente zumbando.
No me atrevía a imaginar la reacción de Lucas.
Seguramente pensaría que era tonta y que estaba loca por él, por eso su declaración me había dejado tan aturdida y torpe.
Al llegar a la oficina, me sorprendió ver luz en la gerencia general.
A través de la puerta de cristal, vi al gerente profesional que había contratado recientemente trabajando horas extra.
Me vio y se sorprendió: —¿Señorita Navarro, qué hace en la oficina?
Bajé la mano de mi frente y entré sonriendo: —Eso debería preguntarlo yo. Director Núñez trabajando un fin de semana, veo que elegí bien.
Mauro sonrió y salió de su escritorio, señalan