Alex se fue a otro lugar y pidió tres botellas de licor al mismo tiempo. Él era el único en aquella espaciosa habitación privada.

Y así, lleno de tristeza, bebió vaso tras vaso. Su visión se tornó borrosa. Sentía su cabeza pesada, pero sus pies se sentían ligeros, incapaces de soportar su peso. En su mente, los recuerdos de la vida que compartió junto a Jane se repetían como el rollo de una película.

Todavía en sus sueños, era capaz de recordar las escenas de la vida que compartió con Jane.

Era una mujer de pocas palabras. Mientras él permanecía en silencio, ella nunca lo molestaba. También era muy atenta. Al verlo llegar solo a casa, cuando llegaba cansado y fatigado, ella corría hacia él y lo ayudaba a quitarse el abrigo impermeable, luego, colocando una mano sobre su hombro, lo ayudaba a sentarse en el banco junto a la puerta.

Él no tenía que hacer nada.

Ella lo ayudaba a quitarse los zapatos y ponerse un par de pantuflas. Ni siquiera tenía que lavarse las manos, él solo se sen