—Espera, déjala en el suelo— Sergio, al ver el estado desastroso de Ana, finalmente habló y ordenó que la pusieran en el suelo.
Ana, sintiéndose como si hubiera recibido un indulto, respiró aliviada en el momento en que sus pies tocaron el suelo.
—Ahora que también es hora de cenar, ¿qué tal si encontramos un lugar para comer y charlar? —Sergio extendió la mano y ayudó a Ana a levantarse. Ana se sintió incómoda y quería retirarse, pero reconsideró dado que aún necesitaba pedirle un favor.
—Bien, si a ti te conviene, me parece perfecto.
—Entonces, vayamos en mi coche. Conozco un restaurante muy bueno.
Dicho esto, llevó a Ana hacia el coche aparcado al lado. Ana no quería discutir asuntos importantes en medio de la calle, así que lo siguió.
En un coche no muy lejano, en un lugar que nadie notó, un hombre grabó toda la escena con su móvil.
Después de grabar el video, el hombre lo envió inmediatamente a su empleadora, Isabel.
Aunque Isabel ya sabía que la madre de Ana había salido del pel