Cuando regresé a la fiesta, el salón estaba en el apogeo de la celebración. La orquesta tocaba un vals suave, y varias parejas se deslizaban elegantemente por el centro del salón. Mis ojos encontraron a Christian inmediatamente, como si existiera un radar invisible conectándonos. Conversaba con un grupo de hombres mayores, pero su mirada continuaba vagando por el salón —buscándome, me di cuenta con una ola de calor en el pecho.
Cuando finalmente me divisó, su rostro se transformó. La sonrisa iluminó sus facciones, y sin siquiera despedirse apropiadamente del grupo, atravesó el salón en mi dirección.
"Pensé que habías sido secuestrada por mi abuelo." Su mano encontró naturalmente la mía, nuestros dedos entrelazándose como si hubieran sido diseñados para encajar. "¿Te mostró el vino de 1947?"
"Sí." Sonreí, aún procesando la revelación sorprendente de Giuseppe. "Y conversamos un poco."
Algo en mi expresión debió alertar a Christian, porque su frente se frunció ligeramente.
"¿Todo bien?"