Clara vio que la comida estaba lista y se dispuso a despertar a Gisela.
La anciana en la silla no dormía profundamente y murmuraba palabras incoherentes en sueños. —Nada existía en un principio, ¿dónde se levanta el problema...?
Clara la despertó suavemente. —Abuela, es hora de comer.
Gisela abrió los ojos lentamente y se encontró con el rostro encantador de Clara frente a ella. Por instinto, la llamó: —Hermana.
Clara se sorprendió. —¿Cómo me has llamado?
Gisela finalmente se dio cuenta. —¿Acabo de hablar?
—Abuela, me has llamado hermana. ¿Recuerdas algo?
—Yo... —Gisela se llevó la mano a la cabeza. Había tenido un sueño en el que recordaba a una mujer, pero al despertar, el sueño se desvaneció y no podía recordar nada.
Clara notó su evidente angustia y se dio cuenta de que había despertado algunos recuerdos en su subconsciente.
—Es hora de comer. —No podía perturbarla demasiado. Después de todo, como neuróloga, Clara no era experta en situaciones delicadas.
Durante la comida, Gisela e