Yolanda se sentía como un pez en la tabla de cortar, sin posibilidad de resistencia. Aunque había llegado a este punto, seguía tercamente deseando seguir con vida.
—Clara, no olvides que Diego me debe una vida. Si realmente me haces daño, ¡él no te perdonará! —advirtió Yolanda.
Clara soltó una risa suave y baja. —¿Crees que si le importaras, él mismo te habría traído aquí?
Yolanda se quedó perpleja. Diego y Rafael habían crecido juntos, ¿cómo podría ser indiferente ante la muerte de Rafael?
—Supongo que estás pensando en la vida que Diego debe —comentó Clara—. Sí, él le debe una vida a Rafael, pero ¿qué tiene eso que ver contigo, Yolanda? Al fin y al cabo, eres la persona que le gusta a Rafael, ni siquiera son pareja. Si Diego le prometió a él antes de su muerte que cuidaría de ti, ¿no fue suficiente el precio de matrimonio fallido, pérdida de familia y la ruina de su vida?
—Si fuera tú, no sería tan tonta de poner todo mi afecto en un hombre que no me ama. Al final, no has conseguido