Clara aún recordaba el primer encuentro. Yolanda apoyaba su abultado vientre junto a Diego, con una expresión de alegría victoriosa en su rostro.
También recordaba las palabras que Yolanda le dijo antes de lanzarse por la borda del crucero: —¿Dices que él te salvó a ti o a mí?
Y recordaba especialmente cómo se sentía cuando tenía que empeñar su anillo de matrimonio y Yolanda la trataba con desdén y superioridad.
Clara había imaginado muchas veces cómo serían sus encuentros, pero nunca se imaginó que sería así.
—¡Señorita! ¡Dios mío, cómo ha llegado a esto! Voy a llamar a emergencias de inmediato. —el mayordomo estaba completamente desconcertado y apurado.
Por la cantidad de sangre, Clara pudo deducir que Yolanda se había cortado las muñecas hace poco. Rápidamente, Clara tomó una toalla y presionó la herida para detener la hemorragia.
—No te preocupes, la hemorragia no es grave y la herida no es profunda. No hay peligro de muerte.
—¿Quién eres tú? ¿Quién te autorizó a venir aquí? ¡Lárga