Después de una cena tranquila con sus hermanas, su cuñado y, por supuesto, de pasar tiempo con Cristina, regresó a casa de los Cruz.
No le apetecía nada volver a ese lugar, sentía que se dirigía a la cueva del lobo. Los días que había vivido allí habían sido únicamente una ilusión.
Cuando entró, el ambie