Con un brillo radiante, le arranca el trozo de seda roja del dedo y lo aprieta hasta formar una bola dentro de su puño cerrado. —Por favor, finge que no lo viste—. Su mirada va y viene entre mis tres hermanos, que la miran fijamente.
Max levanta las manos en un gesto de rendición. —No tengo ni idea de a qué te refieres—.
—Genial. —Entra al ascensor y aprovecho el momento para revelarme y despedirme.
Su rostro palidece cuando me detengo justo al salir de la puerta. Cruzo los brazos, planto los pies firmemente y la miro fijamente. —Annerys—.
—William. —Mantiene la barbilla en alto, y observo cómo me observa antes de que las puertas se cierren.
Entonces ella se fue.
¿Por qué deseo que se quede?
—¿Quién carajo era la sirena?—
Máx.
—Derrama el té o como sea el maldito dicho—.
Elí.
—Por favor dime que tienes su número?—
Col.
Podría prescindir de jugar al tenis con los tres chiflados esta mañana.
Ignorando sus preguntas, los afronto como puedo. —No. No. No.— Los señalo a cada uno y regreso