Enseguida otro mensaje llegó que me dejó un vacío en el estómago.
-No suenas como siempre.
Al ver hacia arriba, vi a la chica asomada en la ventana con medio cuerpo dentro de su habitación. A su lado, las cortinas hacían una delicada danza.
Escribí:
-Gracias, gracias por todo de verdad.
-No había entendido tus intenciones hasta que me estrelle con la vida. Siempre has dicho la verdad, ¿me equivoco?
Al instante, la chica iluminó su cara al ver su teléfono y sonriendo por la silenciosa comunicación que estaban teniendo me respondió:
-Aún te falta una carrera para entenderme, pero quizás ya diste un paso.
-¿Puedes bajar? Quisiera contarte algunas locuras que me han pasado -le respondí.
-¿No me detestabas? -me escribió.
-No te detesto.
-Entonces en realidad entendiste.
-No completamente, pero ya no creo que sea necesa