Narrador. Mientras Daisy se dejaba transformar, por la que ella ya crecía que era su hada madrina, para convertirla en una mujer que nadie de su antiguo mundo reconocería, y todo sin que la estilista lo supiera, en el gran salón donde se desarrollaba uno de los más grandes desfiles de la semana de la moda en Londres, en una de las habitaciones de descanso habilitados para ello, y en espera de su gran entrada, cuando se lo indicaran, los más grandes representantes de la familia Miller y Alacintye, estaban reunidos tomando una copa, y en el caso de la mujeres, retocando su maquillaje o revisando que su vestido estuviera perfecto, para esa ocasión. -” Definitivamente Roy has superado a tu padre, quien iba a imaginar que el primer hotel que abriste en Londres, cuando tomaste el puesto de tu padre, se iba a convertir, seis años después, en una de la cedes más solicitadas para la semana de la moda de Londres.”- le dijo Yvaine Miller, más conocida como la diosa Miller por su marido y sus h

Marcus. -” Prométeme que no te vas a alejar de mí, tío Marcus.”- me dijo entre ansiosa, emocionada, y definitivamente nerviosa, la pequeña Mia. Ella era la razón de que la diosa Miller, y el rey Arturo, mi mandón hermano mayor, hubieran interrumpido mi día de estudios en el bufete de abogados de Lean Murdock, sólo para obligarme a ser el acompañante, en este tipo de aburridos eventos, que sólo las mujeres de mi familia adoraban, sobre todo desde que Connelly Blake, mi “otra hermana pequeña postiza”, la hija de mis padrinos era una famosa Top Model. Tanto es así que, después de Londres, y antes de volver a Estados Unidos, tenemos que viajar, toda la familia, a Paris para su semana de la moda, ya que la pequeña Conny, es una de las modelos principales de varios diseñadores. * -” Tranquila, estaré a tu lado, como siempre, mi pequeña Mia.”- le dije para que se tranquilizara, mientras caminábamos detrás de mis padres, y hermanos mayores con sus parejas, acompañando del brazo, a la he

Daisy. Como esperaba la risa de Roci no se hizo esperar, mientras Bea solo sonrisa con descaro, lo había conseguido otra vez, me había desbloqueado mi fría tranquilidad, esa que llevaba años practicando, y que, como abogada, me servía mucho en mi profesión. -” Dame mis cien libras, princesa de hielo, esta vez he ganado yo.”- me dijo la rubia, con el mayor de los descaros, estirando su mano hacía mí para recibir su pago, yo suspire ante la derrota. Desde hace años, llevo cultivando esta forma de ser fría distante, tan alejada a mi antiguo yo, justo por eso propuse a mis tres amigas, Carly, Bea, y Roci, que pusiera a prueba mi nueva personalidad, y ella propusieron hacerlo divertido, mediante una apuesta, cuando fuera, y sin premeditarlo, ellas someterían a prueba mi fría tranquilidad, y si conseguían alterarme, yo debía pagarles cien libras, pero sino lo hacían, cada una me daba cien libras, como pueden imaginar, perdí una pequeña fortuna los primeros dos meses, pero pronto, ese háb

Daisy. -” ¿Dónde demonios crees que vas, diosa Hathor?”- oí que me decía una voz que conocía muy bien. La oía cerca de mi oído, y desde mi espalda, mientras yo, disimulaba con una copa en la mano, que había atrapado de una de las bandejas que llevaban los camareros, al mismo tiempo que me dirigía con mi porte frio y distante, hacia la primera salida que encontrara, para huir de la fiesta. -” ¿Qué demonios haces aquí, Rocío Duncan?”- pregunté sin girarme para mirarla, al mismo tiempo que me sentía como la hermana pequeña, cuando tu hermana mayor, te sorprende haciendo algún tipo de maldad, que sabes, que te va a crear problemas. -” ¿Tú qué crees? Además, no estoy haciendo nada malo, esta es la fiesta de graduación del último año de mi Alma Mater, como antigua graduada, tengo el derecho, y la invitación, de asistir para acoger a mis nuevos colegas, además en esta promoción tengo un interés especial... en ti, mi futura socia, es importante que vea cómo te relacionas, y amplies tus co

Daisy. El codazo disimulado, en mi costado, por parte de la bruja gitana, ante mi respuesta borde, no se hizo esperar. -” Veo que su actitud fría y distante no es sólo una pose, señorita…”- el ignoró ese gesto, y sonriendo aún, como una hiena, me preguntó intentado que yo le dijera mi nombre. Lamentablemente para él, no soy tan estúpida como me cree, no iba a caer en su juego, no pensaba decirle mi nombre, menos a un hombre como ese, del tipo masculino, que llevo evitando, en especial, desde cuando trabajé como monitora de tenis, en el Club social. -” Veo que no ha entendido el concepto de esta fiesta, señor desconocido, los antifaces no están ahí sólo como complemento, para hacer esto más atractivo y misterioso, sino que también para ocultar la identidad de quien lo lleva, ¿Piensa qué, con un truco tan burdo, va a hacer que revele mi identidad? Vuelva a intentarlo, porque en esta ocasión, ha fallado.”- le dije de forma fría, y sin más me giré agarrando a Roci por el brazo, para