POV: AIRYS— Sabes que es arriesgado quedarte aquí en las fronteras, más aún en tu estado. — Comentó Colen, arqueando una ceja y lanzando una mirada directa a mi vientre. El tono bromista había desaparecido por un instante, sustituido por algo más serio.— Ella se quedará con nosotros, en la ciudad. — Jack declaró firme, colocándose a mi lado y tirando de mí con cuidado por los hombros. — Junto con los bebés.— ¿Qué? — Parpadeé, sorprendida, mi corazón acelerándose con el susto. — No... No puedo pedirles eso. Ya están haciendo demasiado. Además, son tres bebés... es mucha responsabilidad.— Hum... Mientras no toquen mi guitarra. — Colen dijo con una sonrisa ladeada, intentando aliviar el ambiente. — Unas pequeñas traviesas corriendo por la casa nos vendrían bien. Ruido nuevo. Vida nueva.— ¡Colen! — Jack lo reprendió con una mirada fulminante.Pero antes de que pudiera responder, mis ojos se llenaron de lágrimas. Mis labios temblaron y no pude contener el sollozo que escapó. Ellos me

POV: AIRYSElla suspiró hondo, los ojos entrecerrados, visiblemente intentando contener lo que sentía por dentro.— Tienes razón... — dijo Jaqueline, seca, con la voz firme como el acero. — No lo conocemos como tú. — Sus ojos se clavaron en los míos con dureza. — Pero sabemos exactamente de lo que es capaz cuando pierde el control. ¿Sabes cuántos pacientes ya atendimos por culpa de su lobo?Negó con la cabeza, irritada, contenida. Sus labios temblaban mientras volvía a sentarse entre mis piernas, respirando hondo como si quisiera mantener la calma que la situación exigía.— Ahora no es el momento para eso. — habló firme, decidida. — Necesitamos traer a estos bebés al mundo con seguridad. Sin distracciones, sin más drama. — Su mirada se hundió en la mía, seria, tensa, dolorida. — Si después decides ponerlos en riesgo... será tu responsabilidad.Cerré los ojos con fuerza, sintiendo mi cuerpo temblar. El brazo fue instintivamente al rostro, intentando ocultar las lágrimas que corrían sin

POV: DAIMONNo podía rastrearla por el olfato. Su aroma no atravesaba el aire, no marcaba territorio, no provocaba mi piel como antes. Pero había algo... una sensación sutil, casi imperceptible, que insistía en vibrar bajo mi piel: sus emociones. Discretas, escondidas, como si estuvieran protegidas por alguna fuerza desconocida, pero aún allí. ¡Vivas!— Alfa, ¿está seguro de que ella sigue viva? — Symon apareció justo detrás, la respiración agitada, los ojos atentos, olfateando el aire a nuestro alrededor. — Sobrevivir a aquella caída, a la corriente y al hielo... sería un milagro.Gruñí bajo los colmillos, cortando el aire helado.— La Diosa la quería tanto como Fenrir. — Mi voz salió grave, cargada de frustración e instinto. — Hay algo ocultando su presencia. Algo fuerte. Por eso no la sentí. Es como si su olor ya no existiera en este plano.Symon entrecerró los ojos, la tensión marcando cada músculo.— Eso explica el aumento en el número de lobos y brujas a nuestro alrededor... — g

POV: AIRYSEra extraño decirlo, pero parecía que solo había parpadeado y el tiempo había pasado. Los recuerdos aún danzaban en mi mente mientras sostenía mi taza caliente de café entre las manos. El humo subía lentamente, mezclándose con los sonidos del alboroto en el piso de abajo. Colen corría detrás de Alec y Theron, intentando obligarlos a ponerse los suéteres antes de ir a la escuela. — ¡Vengan acá, mocosos! — gritó entre risas, casi tropezando con la alfombra. — ¡Los voy a atrapar! — ¡Eres muy lento, tío Colen! — Alec respondió entre carcajadas, escabulléndose debajo de la mesa como una sombra ágil. — Será mejor que te rindas, tío, no eres rival para nosotros. — Theron provocó con una sonrisa presumida, l

POV: ORION— Orion. — Alec me llamó con la voz baja, casi como un susurro. Sus pies se balanceaban nerviosos bajo el asiento de la furgón, y sus ojos amarillentos estaban fijos en el suelo. — Volví a soñar... con ese lobo grande. Estaba en medio del bosque, los ojos rojos como sangre... aullaba para nosotros, parecía... parecía triste y furioso al mismo tiempo. Creo que mamá necesita saberlo. Apreté su mano despacio. Siempre hacía eso cuando el olor del miedo de él se volvía más fuerte, más denso. Un miedo que se pegaba a la piel. Su toque estaba frío y temblaba un poco. —¿Sabes que mamá no está bien. — murmuré firme, tratando de esconder la presión en mi propio pecho. — Fue solo otra pesadilla, Alec. Nada más. No tienes por qué tener miedo.