Capítulo 61. Narrador omnisciente: La noticia le llegó a Jorge una mañana cualquiera, cuando ya casi había perdido la esperanza de que algo cambiara en la investigación. Durante meses había sentido que el caso de la muerte de su abuela estaba completamente estancado. La policía insistía en que había sido un accidente de tráfico y, pese a los papeles que Gabriela le había entregado tiempo atrás, parecía que nada avanzaba. Sin embargo, esa mañana recibió la llamada de un inspector con el que mantenía contacto desde hacía meses. Le informó de que había aparecido un testigo, alguien que hasta ahora había callado por miedo a las consecuencias. Jorge escuchó en silencio, apretando el teléfono con fuerza, como si temiera que la noticia se desvaneciera si no lo sujetaba bien. El inspector no quiso dar demasiados detalles por teléfono, solo le pidió que se reunieran en la comisaría esa misma tarde. Jorge pasó el resto del día con una mezcla de nerviosismo y desconfianza. Había aprendid

Capítulo 63. Lo primero que pensé cuando me llegaron los rumores sobre mi preparación fue que era una jugada obvia. Conozco a Jorge demasiado bien: cuando siente que pierde terreno, siempre intenta arrastrar al otro al barro. No me sorprendió. Me molestó, sí, pero no me sorprendió. Lo que me dio claridad fue darme cuenta de que no podía responder con un berrinche ni con quejas. Si quería el puesto de directora, si quería que me respetaran de una vez, la única manera era demostrar con hechos que tenía capacidad. No necesitaba títulos, necesitaba resultados y estrategia. Esa misma tarde llamé a Fernando y le pedí que viniera a mi casa. María se quedó con Adrián y nosotros dos nos encerramos en el comedor con papeles, computadoras y café. —Tengo claro lo que quiere Jorge —le dije apenas nos sentamos—. Quiere instalar la duda. Siembra la idea de que soy una improvisada y espera que eso sea suficiente para que el consejo se asuste. Fernando asintió, serio. —Sí. Es el clásico movimie

Capítulo 65. Narrador omnisciente: Gabriela había salido de la reunión del consejo con la certeza de haber alcanzado un nuevo nivel en su vida. Ser nombrada presidenta de la empresa no era solo un título, era un reconocimiento a su capacidad y a los años de sacrificio. Sin embargo, también sabía que ese logro la convertía en un blanco fácil. Jorge no iba a rendirse tan fácilmente y Virginia, con su habilidad para moverse entre sombras, era una amenaza que no debía subestimar. En los días posteriores, Gabriela se concentró en organizar el traspaso de responsabilidades. Revisaba contratos, coordinaba con los departamentos clave y mantenía reuniones continuas con el equipo de asesores. Su objetivo era claro: mostrar desde el primer momento que no se trataba de una presidenta simbólica, sino de alguien con control real sobre la empresa. Fue en medio de esa vorágine cuando recibió una llamada inesperada. Su secretaria le informó que Arturo había solicitado una reunión privada. Gabriel

Capítulo 67. Pov María: No he podido dejar de pensar en lo que pasó la noche anterior con Fernando; cada palabra suya sigue retumbando en mi cabeza, y la manera en la que me miraba… No era solo admiración profesional, no podía ser solo eso, yo noté algo más. Acabo de despertarme y ya estaba nerviosa. No podía dejar de darle vueltas a todo. Me acerqué hasta el dormitorio de Gabriela y le dije que saldría un rato a caminar. Salí a la calle y comencé a caminar; necesitaba despejarme, o eso era al menos lo que creía, hasta que, sin darme cuenta, me encontraba en la puerta del edificio en el que Fernando vivía. El portero se acercó amablemente hasta mí y me preguntó si buscaba a alguien. Le dije que sí, que buscaba a Fernando Álvarez. Me abrió la puerta y me indicó cuál era su apartamento. Llegué hasta la puerta y me quedé parada como una cosa tonta, sin saber qué hacer. De verdad, ¿lo mío con Fernando podría funcionar? Yo era una simple asistente, mi familia era humilde y apenas si

Capítulo 69. Narrador omnisciente Gabriela llevaba varios días sin descansar. La filtración de contratos, las reuniones de emergencia y la desconfianza instalada dentro de la empresa habían elevado la tensión a un punto insoportable. El golpe había sido calculado para minar su credibilidad y lo había logrado parcialmente: los socios murmuraban, la prensa insistía y los adversarios movían fichas en las sombras. Era consciente de que, en este nuevo tablero, cada movimiento debía ser estratégico. Un error y su presidencia quedaría reducida a la nada. En medio de esa vorágine, Arturo volvió a aparecer. No con sus insinuaciones habituales ni con la insistencia que lo caracterizaba, sino con algo más concreto. Envió un mensaje breve a su teléfono: “Tengo algo que te interesa. Es sobre Virginia. Nos vemos en la cafetería del hotel Miramar, a las diez.” Gabriela dudó. Podía ser una trampa, podía ser un simple intento de volver a llamar su atención. Sin embargo, también era posible que