Si hubiera sido cualquier otra persona, habría sido comprensible, pero precisamente, ¡quien decía estas palabras era Nieves!Esta mujer que supuestamente no podía vivir sin él, ahora parecía haber enloquecido, completamente fuera de control.—Francisco, por fin llegas.—Es mi culpa, yo te he metido en problemas. La señorita Acosta está enfadada, ¿pueden hablar con calma?—Señorita Acosta, si me odias, puedes golpearme o insultarme, pero te lo suplico, no hagas sufrir a Francisco. Realmente lo está pasando mal.Al hablar, Mónica rompió a llorar desconsoladamente. Cualquiera que no supiera la situación pensaría que había sufrido una gran injusticia.Viendo su magistral actuación, Nieves solo pudo reírse y dijo con calma: —Señorita Estrada, desde que te conozco has estado interpretando el papel de mujer frágil, pero en realidad no tienes ese carácter débil. Después de tantos años, ¿no estás cansada?—Señorita Acosta, no entiendo de qué hablas. Sé que siempre has estado enfadada porque Fra
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