ALFA RASTUS;No esperaba que Agnes estuviera tan asustada.Desde nuestra discusión, percibí que ella sabía algo, pero no me lo decía porque esa era la única explicación a su reacción y terquedad.Eché otra mirada al rostro de Agnes antes de dirigirla a Susanna, que también la estaba mirando.—Por favor, quédate aquí con ella y los cachorros mientras Andrew y yo vamos a la frontera —le dije. Pero en cuanto mencioné las fronteras, Agnes se puso rígida en mis brazos.—No puedes ir a ningún lado, Rastus. Yo iré con Andrew. Tú deberías quedarte con los niños —intervino bruscamente.¿En serio?Quise discutir, pero la forma en que me miraba me tranquilizó al instante. Me miraba con miedo enterrado en sus ojos y se me encogió el corazón.—No tienes de qué preocuparte. Volveré pronto y, por favor, quédate en casa durante el día, cariño. Te lo ruego —dije, sosteniendo su mirada mientras ponía espacio entre nuestros cuerpos a pesar de la lucha de Agnes.—¿Qué tal si me quedo en casa, pero contig
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