CAPÍTULO 02

BRENDA

CAPÍTULO 2

El señor Valente le habia ordenado a Thania ir a la tintorería que se encargaba de la limpieza de sus trajes, conseguir uno lo más rápido posible, mientras yo me mantenía redactando un documento que necesitaba el señor Valente en una hora. A penas terminé con mi trabajo, Thania apareció con un traje en mano cubierto por una manta obscura que protegia el traje.

-Llegué... -Thania depositó el traje en su escritorio para recuperar un poco el aire perdido.

Me sentía un poco mal, ya que por mi culpa el señor Valente estaba de mal humor e hizo que Thania abandonara sus deberes para ir por su traje nuevo, claro, el jefe le ordenó a Thania de que me encargara de sus tareas, ahora tenía doble trabajo y un montón de papeles por chequear. No debo de quejarme, es mi castigo por no fijarme bien al salir de la cocina, ¿pero quién se hubiera imaginado que el jefe justamente iría a la cocina?

-Iré a entregarle el traje al señor, por favor atiendes el teléfono si suena, ¿vale? -me indicó antes de dirigirse hacia la oficina del jefe y tocar.

-Por supuesto, lo estuve haciendo mientras no estabas. -comenté para mí misma volviendo a mirar el monitor que tengo enfrente.

Después de que Thania entró, no pasó mucho después de que había salido con la camisa blanca del señor manchada de café, ella me mostró una cara de cansancio y se marchó con ella aún en la mano, seguramente el jefe le pidió que se deshaciera de ella.

No le tomé mucha importancia y continué con mi trabajo, estaba tecleando con rapidez las teclas de mi computador para irme lo más pronto posible, quería acabar con todos mis deberes antes de que al señor se le antoge ponerme más, que seguramente hará. Observé la hora en mi computador y eran las cinco de la tarde, ya faltaban sólo dos horas y media para por fin salir de aquí e ir a la casa de mis padres, tenía varios días que no sabía nada de ellos, a penas y llegaba a casa podía llamarlos para saludarlos, hasta que se cansaron de eso y fueron a mi casa en la noche sólo para pedirme que hoy cenara con ellos y con toda la familia.

No pude negarme, y menos al ver el rostro angelical de mi madre y la mirada de reproche de mi padre, mis hermanos menores también los estaban acompañando y no dejarón de gritar hasta que acepté, así que no podía llegar tarde y menos sabiendo que serían capaces de venir a buscarme.

-Terminé. -solté un suspiro de alivio. Me había tocado que releer el documento para verificar cualquier error, ya que tenía que enviarse a un nuevo inversionista extranjero de suma importancia.

Con el mouse di click para imprimir el documento, la impresora a mi lado emitió un sonido que me daba a entender de que ya estaría listo el documento, me levanté y lo tomé sin mirarlo, lo coloqué dentro de la carpeta amarilla que tenía en la mano y me dirigí a la oficina del Vicepresidente.

Toqué un par de veces hasta que esuché un "adelante" por parte del Vicepresidente, respiré con calma y me adentré en la amplia oficina del señor, olía a whisky mezclado con el aroma del tabaco. El olor no era de mi agrado pero tuve que contener mis ganas de salir corriendo para recuperar el oxígeno, solamente me enfoqué en acercarme al escritorio enorme que nos dividia del otro y dejar el documento en sus manos.

El Vicepresidente se mantuvo concentrado en su computadora, era como una máquina al tocar las teclas de su computador mientras leía un documento en su escritorio, parecía tan concentrado que creí que no había notado mi presencia.

-¿Terminaste tu trabajo? -sus palabras salieron de su boca como balas con ácido, a lo mejor aún sigue enojado por el accidente.

-Así es, señor, vine a entregárselo. -le extiendo la carpeta y él despega sus ojos del computador para tomar lo que tengo en la mano.

No me miró y lo agradezco, ya que una mirada de él es un poco intimidante y te hace querer salir corriendo. El jefe observó por unos segundos el contenido del documento y pareció no ser de su agrado, frunció el ceño y torció los labios en desaprobacón.

Genial, ya me dio a entender de que no podré irme temprano hoy.

-Señorita Ortega... -pronunció mi apellido en un tono de frialdad y disgusto hasta que me miró acribillándome con sus ojos brillantes y espectántes color azules verdosos, que con tan sólo una mirada te dejaba en un limbo en el que convives con ese par de órbes obscuros y demandantes.

El señor Valente me extendió el documento para que yo lo viera.

-¿Usted hizo eso? -me preguntó apoyando su espalda en su silla giratoria de cuero negro, juntó sus manos en el aire apoyando ambos codos en el respaldar de los brazos, con su mirada sobre mí, esperando a que revise con mis propios ojos el dichoso documento que había chequeado más de dos veces pero ésta vez delante de él.

Cuando el jefe enarcó una ceja en modo de molestía fue que mi cerebro reaccionó y levanté un poco la hoja para poder leerla.

-Rayos... -murmuré para mis adentros, pero creo que hablé en voz alta.

-¿Ahora lo ve? -gesticuló con una mano señalando la hoja en mis manos. -Dígame usted, señorita Ortega, ¿qué entiende en ese documento que me acabó de dar? -se levantó de su asiento para rodear el escritorio.

-Yo... no entiendo qué pasó, seguramente la impresora está defectuosa. -intenté defenderme, no había prestado atención en tan siquiera revisar de nuevo el documento.

Fue inevitable no querer llorar en ese preciso momento, me sentía fatal, sentía que había vuelto a meter la pata, y lo peor de todo es que necesitaba mucho este empleo, con lo que me pagaban por ser asistente o secretaria del señor Valente podía ayudar un poco económicamente a mi familia, a mis padres, pero sobre todo a mi mamá...

El rostro de mi madre apareció en mi mente de improvisto, me contuve todo lo que podía hasta que ya no pude más y estallé en llanto. No quería que el Señor Valente me viera en ese estado tan vulnerable y lastímero, lo único que me propuse fue huír de ahí.

Y como lo había pensado, mis pies reaccionarón a mi cerebro, golpié mis manos contra la madera de las puertas de la oficina para poder abrir, al poner un pie fuera de ahí sentí que mis pulmones volvian a recuperar aire fresco, por un segundo creí haber oído la voz del señor Valente pero ni eso hizo que mis pies se detuvieran, corría como si en verdad mi vida dependiera de ello, lo hacía sin mirar a nadie, todos soltaban insultos al aire cuando chocaba con ellos, algunos trataban de atraparme pero lograba esquivar sus manos, a lo lejos pude visualizar las puertas del ascensor hasta que unas manos salieron de la nada logrando distraerme y esa persona poder atraparme entre sus brazos.

-¡B, para!

-¡Suéltame! ¡suéltame! -quién quiera que sea el que me atrapó, me cubrió la boca con su mano que llevaba un guante sin cubrir los dedos, pude reconocer ese tipo de guantes y el propietario.

-B. ¿Por qué diablos estás huyendo? -susurró cerca de mi oído aflojando el agarre.

En mi pecho se alojó un sentimiento extraño que me provocó el deseo de querer abrazarlo, y como había pasado con mis pies, mi cerebro también me jugó sucio y controló mis extremidades, logré girarme entre sus brazos y enrollé mis delgados brazos alrededor de su cuello y hundí mi cara en su pecho para soltar un sollozo.

Frederick jadeó inesperadamente cuando ejercí un poco más de fuerza, me obligó a caminar pero aún abrazándolo. Me llevó a un cuarto de servicio que había en este piso, nos encerramos ahí hasta que pudiera calmar mis sollozos, Fred al no saber qué hacer salió diciendo que iría por café. Yo sólo me mantuve en silencio, probablemente no volvería y me dejaría aquí sola como haría cualquiera que no querría estar envuelto en un drama.

Para mi buena suerte, la puerta del cuarto de servicio se abrió y Fred entró llevando dos cafés en las manos.

-Toma... -me entregó con sumo cuidado el café en las manos, le sonreí en forma de agradecimento a lo que él me correspondió el gesto. -¿Ya te sientes mejor? -indagó mirándome, como si a través de mis ojos pudiese descifrar qué es lo que me pasó.

-Sí... -suspiro dirigiendo mis ojos a mi café. -Gracias... por no dejarme sola... -en mi pecho sentía una presión feroz, que me incitaba a querer llorar de nuevo.

-Brenda... -Fred se acercó un poco y secó una lágrima que resbalaba por mi rostro. -¿Me podrías decir... -mordió sus labios como queriendo encontrar las palabras correctas y no estropear mi calma. -qué fue lo que te hizo poner en ese estado...?

-No fue nada... -respiré profundo antes de continuar, tomé un trago de mi café, sonreí al sentir el sabor del café endulzado en mi boca, era increíble que Fred aún me preparara el café a mi gusto, no cualquiera se tomaba el tiempo para hacerlo al gusto de otros. -Sólo tuve un pequeño percance con el jefe... eso es todo. -para poder evitar su mirada impaciente, tuve que bajar un poco la cabeza para ocultar la verguenza.

Es probable que piense que soy una inmadura por salir huyendo del trabajo, que no se toma en serio lo que es el mundo empresarial y de negocios.

-Dime algo. -subí la cabeza chocando con su mirada intrigoza y enojada. -¿El señor Valente intentó hacerte algo? -su pregunta me descoloca por completo.

Sólo pude abrir mi boca formando una "o" por la conmoción, la impresión ante su pregunta, no podía creer que Fred tenga algo como eso en la cabeza, como el pensar que el señor Valente pudiera ser capaz de hacerme algo sin mi consentimiento.

-Tu silencio me lo confirma, Brenda. -se levanta de su asiento que era una silla de oficina vieja y da un par de vueltas en la habitación tocándose la frente y mordiendo su labio inferior con fuerza.

-No es eso. -me levanté dejando el café sobre una caja cerrada. -El señor Valente no hizo nada, ¿cómo tan siquiera se te pasa por la mente que él sería capaz de hacerme algo? -cuestioné indignada, y sobre todo porque no soy una niñita la cual no se sabe defender de hombres depredadores.

-Yo... lo siento Bren, es que... -el suspenso que promovían sus palabras me desesperaba.

-¿Es que qué? -insistí, pero sólo logré que Frederick bajara la mirada.

-Creí que... había pasado algo con el jefe porque... -se pasa ambas manos por su rostro y pude oír su respiración acelerada. -Estaban en la cocina, solos, y el señor estaba sin su camisa y... ¿qué creíste que pensaría al verlo así? -dijo todo de golpe, sin poder parar.

-Creí que pasarían por alto eso... -diablos, si eso pensaba Fred de lo que había visto, no me imagino las cosas que estará diciendo la chica que iba con él y también nos vio. -Lo que vieron fue un accidente. -aclaré, sabiendo que si realmente él era mi amigo me creería. -Y no pasó más nada, por favor, dime si alguien más sabe de eso. -supliqué tomando cercanía.

-¿Un accidente? -pregunta aún sin creerme. Eso sí me había dolido. -Sería más creíble si me dices que el señor Valente intentó algo contigo.

-¡Basta! -estaba perdiendo la paciencia, y no era que me afectara que dijera eso de mi jefe, sino que me dolía que no me creyera. -Cuando salia de la cocina llevaba unos cafés y no me fijé en si venía alguien, y apareció el señor Valente de la nada, ¿entiendes?, pudo ser cualquiera, de echo, si no hubiera aparecido él probablemente te lo hubiera tirado a ti o la otra chica... es algo que pasó y ya, fue un accidente y yo simplemente intentaba quitarle la mancha a su camisa. Entiende que no quería ser despedida en ese momento. -suspiré intentando recuperar el aire, me senté tomando mi cara entre mis manos sintiéndome derrotada.

Y lo peor del caso, es que ya me quedé sin empleo.

-Entonces... -se oía avergonzado, y sí debería de estarlo. -Lo siento mucho Bren... -siento su calor corporal envolverme, de inmediato me levanté alejándome de la persona que no me creyó. -Bren... -bajó la mirada apenado.

-Está bien, no importa lo que hayas dicho...

-No. Es que estuvo mal en que haya dicho eso, y pienso arreglar las cosas, antes le había pedido a Yohanna en que no le comentara nada a nadie sobre lo que habiamos visto. Supe que no me hizo caso al enterarme de que varios de la oficina ya sabían sobre eso, pero Yohanna, o no sé quién pudo distorsionar el maldito chisme que andan diciendo que tu y el jefe tienen... algo... -se dio la vuelta al ver mi rostro descompuesto.

-Diablos... ¡¿QUÉ?! -ahogo los siguientes gritos con mis manos.

Si antes estaba despedida, ahora estoy despedida, tachada por zorra, amante del jefe, y hasta con una demanda por difamación, porque conociendo al señor, es posible que piense de inmediato que yo fui quien regó todo eso, y quiera señalarme como una vil mentirosa.

-Esto no puede estar pasando... -rezaba para que todo fuera una m*****a pesadilla. -Por favor Fred, tienes que ayudarme con eso. -supliqué al borde de las lágrimas.

-Pero... ¿qué podríamos hacer?, sabes que un chisme de oficina no se para hasta que haya otro, o que alguien tenga el suficiente poder como para detenerlo.

-Tienes razón, pero necesito que ese estúpido chisme no llegue a los oídos del Vicepresidente, sino, estaré en espera de una demanda... -Fred me toma de ambos brazos y lo miro a los ojos.

-Tranquila Bren... no pasará a mayores, eso te lo puedo asegurar. -me mostró una sonrisa cargada de seguridad y esperanza.

¿Pero qué podría hacer Fred?

¿Qué podría hacer yo?

¿Esperar?

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