Capítulo 5: Katherine

 No puedo creer que desobedecí a mi padre, le sonsacara toda la información del vuelo a mi hermano, y luego lo dejara inconsciente y encerrado en su habitación, solo para pasar el susto de mi vida y terminar perdida en quién sabe dónde con un idiota ricachón que además me amenaza con demandarme.

—¿Me puedes decir en dónde estamos?

Hablando del rey de Roma.

Observo al idiota, como lo he bautizado, articular la misma pregunta por enésima vez desde que salimos del avión, mientras sacude su teléfono móvil en busca de una señal telefónica inexistente.

—Ya te dije que no sé, el radar dejo de funcionar mientras estábamos en el aire y había demasiada niebla como para poder ubicarme —le respondo con toda la paciencia que soy capaz de reunir—. Y, como tú mismo acabas de comprobar, nuestros teléfonos no funcionan —le digo mostrándole el mío para que verifique lo que digo.

Vuelvo a meter el aparato en mi bolsillo, ignorando su mirada de frustración, y doy un vistazo al entorno; antes de que lo motores dejaran de funcionar, logré aterrizar el avión en una especie de claro en medio de un bosque y, por el calor que hace, es posible que estemos en el caribe, pero no puedo asegurarlo, mi cabeza no está para cálculos geográficos en este momento. Me llevo las manos a la sien y me doy suaves masajes tratando de controlarme, aunque dudo que eso sea posible.

Cuando mi padre se entere de que en vez de llevar a su cliente a las Bahamas como estaba previsto lo lleve a la tierra de nunca jamás y que aparte casi nos matamos en el trayecto, es capaz de asesinarme con sus propias manos. Pero en parte también es su culpa por no cumplir con sus promesas, obligándome a tomar medidas drásticas.

Yo solo quería cumplir mis sueños, mis metas; es cierto que deje a mi hermano inconsciente en el proceso, pero tampoco es para tanto, para esta hora ya debe de estar despierto, me digo a mi misma para ahuyentar el sentimiento de culpabilidad.

Siento como la frustración y el calor me están aturdiendo; me dejo caer en el césped, tengo que pensar con claridad.

Tampoco está tan mal, viendo el lado bueno de las cosas pude pilotar un avión y salir casi ilesa de una situación bastante crítica; mis antepasados estarían orgullosos de mí.

Pongo las manos detrás de la cabeza para estar más cómoda y echo mi inquieto flequillo hacia atrás.

No debe ser tan difícil salir de aquí, solo tengo que arreglar la radio y listo, tampoco es para tanto, Amelia Earhart seguro pasó por lo mismo en más de una ocasión.

Al invocar su nombre la veo aparecer en mi mente, me dedica una sonrisa de satisfacción y extiende su pulgar hacia arriba como si quisiera darme ánimos.

Cierro mis ojos un instante y exhalo profundamente, el aroma a naturaleza inunda mis sentidos, puedo oír el sonido de los pájaros a mi alrededor y sentir el resplandor del sol en mi cara.

—¿Disfrutando de las vacaciones? —pregunta una voz ronca.

Salgo de mi trance abriendo los ojos de par en par, por un momento me olvide de donde estaba y con quien, y lo veo parado delante de mí con los brazos en jarras la corbata deshecha, los primeros botones de la camisa sueltos, acalorado, despeinado, furioso, hermoso.

—Solo estaba pensando una forma de salir de aquí —le respondo a la defensiva y algo nerviosa por el rumbo que tomaron mis pensamientos.

—Pues más te vale que pienses algo rápido ya que tú fuiste la que nos metió en este lío —me espeta enojado.

Olvidé mencionar insoportable.

—¿Cómo que es mi culpa?  Yo solo cumplía mi deber de llevarlo a su destino señor Evans, pero desgraciadamente no poseo el don de controlar el clima —le respondo en el mismo tono al tiempo que me pongo de pie.

«De tener ese don ese rayo hubiera caído en tu cabeza y no en los motores del avión.» Hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para no decir este pensamiento en voz alta.

Lo veo pasarse las manos por el pelo en un gesto de frustración para luego aspirar y exhalar resignado.

—Bien ¿y qué has pensado? —me pregunta en un tono aparentemente calmado.

—Lo único que se me ocurre es arreglar la radio para poder comunicarme con la torre de control más cercana.

—¿Y cuánto tiempo te tomará eso?

—No tengo la menor idea; necesito materiales, y a menos que encuentres un Wal-Mart por aquí cerca, no creo que los consiga fácilmente.

—¡¿Me estás diciendo que me voy a quedar atrapado en esta isla hasta dios sabe cuándo contigo?!

—Ouch, eso duele, pero sí, eso es exactamente lo que estoy diciendo.

—Oh no, esto no puede estar pasándome... ¡civilización!

—¿Qué?

¿Y ahora de qué está hablando?

—¡Civilización! —Repite otra vez—. Tiene que haber alguien más en este bosque además de nosotros, tenemos que salir a buscarlos.

Esa no es tan mala idea, parece que el idiota no es tan idiota después de todo, solo hay un problema.

—No sabemos qué clase de bosque es este, tal vez haya animales peligrosos, si vamos a recorrer este bosque debemos hacerlo juntos.

—¿Acaso tienes miedo? —me dice levantando una ceja y con una media sonrisa burlona que deja al descubierto  los hoyuelos más sexys que he visto en mi vida, si hasta Amelia está embobada.

Basta Kat, concéntrate, Amelia, tú no estás ayudando.

―¡¿Qué?! Por supuesto que no. Soy tu piloto y estoy a cargo de tu seguridad, de lo único que tengo miedo es de que te devore un puma o... —Me interrumpo ante su expresión—. ¡¿Se puede saber de qué diablos te estás riendo?!

El muy idiota se está explotando a carcajadas en mi propia cara.

—¿Tú a cargo de mi seguridad? —logra decir entre risas—. Es lo más absurdo que he escuchado en mi vida. A ver, ¿puedes explicarme como piensas tú ocuparte de mi seguridad? —me pregunta reprimiendo las últimas carcajadas que quieren salir de su boca.

—Para empezar se karate y soy bastante buena, con gusto te daría una demostración en este instante; además soy una piloto profesional entrenada para esta clase de situaciones.

—¿Acaso en la escuela de pilotos tienen una clase llamada "QUÉ HACER CUANDO LLEVAS A TU PASAJERO A LA JUNGLA EN LUGAR DE A SU DESTINO"? —Explota en carcajadas una vez más.

¡Lo detesto!

—¿Sabes qué? De acuerdo, lo haremos a tu modo, yo iré por mi lado y tú por el tuyo, pero si te ataca algún animal ni te molestes en llamarme, aunque te escuche no pienso salir en tu ayuda.

—¡Hey! ¿A dónde vas? —No logro avanzar ni dos pasos cuando me detiene tomándome del brazo y me voltea para quedar frente a él y a su sexy sonrisa—. Yo nunca dije que iríamos cada uno por un lado, tú asumiste eso. No pienso dejar que una dama, aunque sepa karate, ande sola por estos rumbos. Además, el puma podría atacarte a ti en lugar de a mí y yo si saldría en tu ayuda.

Esto último lo dice acercándose a mí unos centímetros más allá de los límites de mi espacio personal.

—De acuerdo, entonces vámonos.

Me suelto de su amarre y me alejo de él recuperando mi espacio personal y el aliento.

Recorrimos casi diez kilómetros en busca de señales de vida humana y lo único que encontramos, aparte de un riachuelo cerca de donde aterrizamos, árboles, flores y animales de bosque.

La buena noticia: ni un solo rastro de pumas por los alrededores.

Cuando llegamos al claro me desplomo en el césped tratando de recuperar la respiración; el calor es insoportable y mi traje de piloto no es de lo más fresco que hay. Me quito el corbatín y me desabrocho los primeros botones de la camisa.

Cierro mis ojos un instante para esquivar la luz cegadora del sol, en este momento mi Amelia imaginaria llega a mi mente, está tomando el sol con su traje de baño de una pieza y sus lentes ochenteros, obviamente sacando provecho de la situación; como dicen por ahí, si la vida te da limones.

Abro los ojos de par en par al sentir un movimiento a mí alrededor y veo al idiota saliendo del avión con dos mochilas en su espalda, una espalda desnuda.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunto al tiempo que me siento en la grama.

—Necesitamos una carpa.

Se voltea para contestarme y entonces veo un torso, un torso fuerte y definido cubierto con una fina capa de vello; desde el centro de su pecho nace una oscura línea de vello que desciende hacia unos planos y tonificados abdominales y se pierde dentro de unos finos pantalones de cachemira.

Nunca había visto algo igual, es decir he visto a mis hermanos sin camisa muchas veces y ellos son muy fuertes, pero esto es totalmente diferente.

Desvío la mirada hacia sus brazos fuertes y definidos, unos brazos que fácilmente puedo imaginar rodeándome y estrechándome contra su pecho.

¡Oh Dios! ¿Qué diablos me está pasando? Yo nunca me había puesto así por ningún chico. Invoco a mi Amelia imaginaria en busca de apoyo y la muy traidora está embelesada ante la visión, aunque no puedo culparla, es el hombre más perfecto que he visto en mi vida.

—¿Me estas escuchando?

—¿Eh? —¿Acaso estaba diciéndome algo?

—¿No estabas poniendo atención a nada de lo que te he estado diciendo? —puedo ver que está molesto.

—Lo siento estaba distraída.

—Te decía que mientras estemos aquí tendremos que refugiarnos en el avión y, como no tenemos mantas ni nada, buscaremos mi equipaje y vamos a usar lo que sea que encontremos; espero que no te moleste usar ropa de hombre —me dice con media sonrisa.

Su comentario sobre la ropa de hombre me parece irónico tomando en cuenta que uso calzoncillos como ropa interior, aunque no me agrada para nada tener que usar su ropa.

Normalmente los tripulantes llevamos un equipaje extra cuando son vuelos largos, pero se suponía que esto sería un viaje de pocas horas; llevaría a este imbécil a su destino y estaría en casa para la cena.

«Hablando de cena, Loretta prepararía su delicioso pastel de carne esta noche. ¡Dios! ¿por qué a mí?» pienso desconsolada.

—Yo no soy ninguna quisquillosa hijita de papi, ¿o acaso estás hablando sarcásticamente? —Lo cuestiono indignada.

—Ay por Dios, ¿todo lo que digo o hago te molesta? —me pregunta alzando las cejas.

—Sí —le contesto descaradamente.

—Escucha, no sabemos por cuánto tiempo estaremos aquí, pero llevarnos como perros y gatos no va a ayudar en nada a nuestra situación... —«Otra vez está más cerca de lo que las normas sociales establecen»― debemos tratar de llevarnos bien o al menos tolerarnos, ―«Ay dios ahora está tocando mi mano»― es la única forma de salir vivos, ¿estás bien?

No, no estoy bien. Retiro mi nano de la suya al sentir como un choque eléctrico recorre mi cuerpo, erizando de manera inexplicable todo el vello de mi piel. Es algo que no había sentido jamás, es como si fuese...

—Fuego...

—¿Qué dijiste? —pregunta con leve confusión.

—Fuego, necesitamos fuego. Ya casi es de noche así que iré a buscar un poco de leña, te mostraré dónde está el equipaje para que lo saques tú mismo.

Acto seguido le muestro el compartimiento para las maletas, le enseño como abrirlo y me alejo de él nerviosamente. Soy consciente de que me está viendo como si fuera una completa desquiciada, pero no me importa; la verdad es que,gracias a la sobreprotección de mi padre y mis estúpidos hermanos, mi experiencia con los hombres es muy poca y con uno como él es totalmente nula, no tengo idea de que como manejar esta sensación. Cuando siento que su mirada ya no está sobre mí me echo a correr.

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