Una dama ¿o no?

Graham se dirigió directamente a la fortaleza de su abuelo al percatarse de que nada de lo que él pudiera hacer ayudaría a la muchacha. Allí la mujer recibiría la atención que necesitaba. En su cabaña solo lo tendría a él.

Pese a que Graham no vivía en el castillo, los sirvientes se inclinaron hacia el heredero del clan MacAllister y lo guiaron a su ala, la cual su viejo amo siempre mantenía acondicionada para él en el caso de que por fin recapacitara y abandonara la vieja choza en la que vivía en medio de la nada por tener un carácter tan terco y orgulloso. A pesar del estado de su acompañante, a quienes todos veían con la frente arrugada con confusión y lástima, nadie se atrevió a poner un dedo sobre ella para ayudarla hasta que él les dio permiso. No querían darle motivos para enfadarse con ellos.

─Haz todo lo posible por ayudarla ─le ordenó a Casandra, el ama de llaves favorita de su abuelo, antes de depositarla con cuidado en su cama y darse la vuelta sin prestarle mayor atención.

 En cuanto la dejó se dirigió a sus aposentos y pidió a los sirvientes que le prepararan un baño. Lo necesitaba con urgencia, ya que estaba lleno de barro, agua de lluvia y sangre. No pudo evitar pensar que la mujer, a pesar de su estado, era hermosa. Su cuerpo estaba tan bien desarrollado que haría delirar a cualquiera, pero Graham no era un hombre delicado y seguía furioso consigo mismo por lo sucedido con Leslie. Lo mejor que podía hacer por la extraña era alejarse.

No se demoró en alistarse y estar nuevamente preparado para salir. Su plan de dejar a la chica bajo el cuidado de Sir MacAllister, este tenía un gran corazón y sabía que no la dejaría ir hasta que estuviera en condiciones, aún más cuando era la primera persona que su nieto traía a su fortaleza, se vino abajo cuando se encontró con el mismo bajo el arco de piedra maciza de la salida. El anciano alzó sus gruesas cejas grises cuando el estómago de Graham rugió por el hambre. Ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que había comido.

─¿Adónde crees que vas, Graham?

Graham se enderezó, sacándole una cabeza de alto, a lo que el laird ni se inmutó. En el pasado había lidiado con peores hombres que su nieto. Este era un highlander oscuro y resentido, pero seguían teniendo la misma sangre. Sabía que no le haría ningún daño.

─A casa ─respondió seco y brusco.

Su abuelo asintió, fingiendo que lo entendía hasta que le dirigió de nuevo la palabra con voz seria.

─Y te llevas a tu acompañante contigo, ¿no es así?

Todo el cuerpo de Graham se tensó.

─Es una joven que encontré en la montaña. Pensé que podrías ayudarla ya que eres conocido por tu amabilidad y hospitalidad, abuelo.

Sean se emocionó ante las palabras de su nieto, estas significaban que no se encontraba muerto por dentro. Por más que quisiera echarle una mano a la pobre chica, cuyas sirvientas atendían en la alcoba de Graham, quería que fuera él quien la ayudara. Que se diera cuenta de que no estaba perdido después de la triste situación que le tocó vivir unos cuantos años atrás y que todavía tenía oportunidad de ser feliz. Aunque su abuelo sabía de su aventura con Leslie, por experiencia también sabía que no la amaba. Si lo hiciera, habría enterrado su pasado por ella.      

─No lo haré.

Ante sus palabras, su nieto retrocedió con genuina sorpresa en el rostro. También con una expresión molesta que le recordó a Jonathan. Su hijo había sido malcriado debido a que tanto su madre como él siempre lo habían mimado demasiado, pero la rabia interna de Graham tenía otras razones. Unas un poco más justificadas.

─¿No lo harás? ─Sean negó.

─No. Si quieres cuidarla, hazlo tú mismo.

La frente de su nieto se arrugó, la confusión se abrió paso dentro de él ya que no entendía a dónde quería llegar Sean.

─Te creí mejor persona, laird. ¿Planeas dejarla a su suerte?

─Puedo decir lo mismo de ti.

Graham desencajó la mandíbula.

─Hice suficiente por ella sacándola de esa montaña.

Ya que intuía que su abuelo solo quería molestarlo y realmente no era capaz de una cosa tan atroz como echarla de su fortaleza en el estado en el que se encontraba, se dio la vuelta y empezó a abandonar su fortaleza en el valle a los pies de Ben Nevis, pero una vez más la voz del laird lo detuvo cuando se encontraba a centímetros de salir a la intemperie, haciendo que girara levemente la cabeza hacia él.

─Lander, quiero que saquen a la chica del castillo de inmediato ─le escuchó decir a uno de sus hombres de confianza que se encontraba cerca, a lo que Graham no tardó en desenfundar su espada con un movimiento experto y apuntarlo, molesto e irritado con la situación.

Lander, un pelirrojo robusto, tragó al sentir el filo en su cuello.

─Ni siquiera te atrevas.

Aunque Sean estaba seguro de que Graham no le haría daño a él, no podía decir lo mismo de las demás personas, por lo que no tardó en ponerse entre ellos con una tétrica expresión que podía equiparar la suya. Tras unos segundos de compartir una mirada fija, su nieto finalmente retrocedió. En contra de todo pronóstico, existía la posibilidad de que Sean MacAllister estuviera hablando en serio, ¿pero por qué? Aunque tenía sus sospechas, Graham no entendía sus intenciones. ¿Qué podría sacar obligándolo a quedarse en su palacio?

─No te rebajes a esto. Ambos sabemos que no la echarás.

─¿Ah, no? ─Las cejas del anciano se alzaron con burla después de que inclinó la cabeza hacia Lander para que se retirara de la habitación y los dejara a solas─. ¿Entonces por qué has armado todo este espectáculo? Si no pensaras que fuera capaz, no habrías sacado tu espada. Sabes perfectamente que no estoy jugando, niño.

La mandíbula de Graham se apretó ante las palabras de su abuelo. Había reaccionado así porque, aunque sabía que el hombre no tenía corazón para arrojarla al exterior en semejantes condiciones, también sabía cuán terco era. Había visto la ilusión en los ojos de su abuelo al verlo entrar con la mujer, aunque solo fuera una desconocida más.

Leslie era más importante ahora. Debía continuar buscándola.

Aunque tenía el presentimiento de que era inútil, era su excusa perfecta para irse. Debía seguir intentando encontrarla antes de que viniera otra tormenta. Al menos hasta que se desmayara del cansancio.

─Bien ─gruñó mientras retrocedía, subió de nuevo las escaleras ante la mirada de su abuelo.

Llevado por la curiosidad y la consternación, Sean siguió a su nieto hasta el segundo piso de paredes de bloques de piedra y piso de madera, con antiguos adornos de su clan de decoración. Tragó, teniendo un mal presentimiento. Como sospechó que sucedería, el anciano de sesenta años terminó arrepintiéndose de sus palabras una vez llegaron a la habitación donde su nieto dejó a la joven y empezó a apartar a las sirvientas que se encontraban inclinadas sobre esta. No la habían desnudado para limpiarla, por lo que ambos fueron capaces de reparar en las ropas cubiertas de sangre que todavía se encontraba utilizando. Una especie de pantalones que dejaban al descubierto con totalidad sus piernas, color blanco sucio, que hacía sonrojar al anciano, y una parte de arriba demasiado corta, casi como una prenda íntima. También llevaba unos extraños zapatos de colores que jamás había visto.

Era hermosa, su cabello negro era lacio, su piel pálida poseía adorables pecas y su rostro era precioso, como el de una muñeca de porcelana. Aunque su forma de vestir solo le hacía pensar en una cosa.

«Una prostituta, quizás»,

dedujo en su pensamiento.

No pudo evitar sonreír cuando la chica, cuyos ojos ya estaban abiertos, fijó su mirada en su nieto, quién la estaba observando como si esa fuera la primera vez que la veía. Parpadeaba y sus labios se encontraban entreabiertos. Saliendo de su estupor, negó y se inclinó hacia ella para tomarla en brazos pese al evidente terror en los ojos negros de la mujer, quién se sacudía en ellos sin control.

─¡Suéltame, pervertido! ─gritó con un extraño acento.

Hablaba inglés, como ellos, pero con un acento extraño. No podía ser de demasiado lejos. Puede que fuera parte de una tribu celta o pagana, tal vez una gitana, pero aunque se tratara de una prostituta, Sean no pudo evitar encontrarla encantadora y sonreír, todo lo contrario a lo que le sucedió a su nieto, que estaba incómodo y molesto con su actitud. Tras montarla sobre su hombro con un gruñido, le apretó con fuerza la parte inferior del muslo. A Graham no le costaba nada llevarla así todo el camino de regreso a su cabaña, todo por los caprichos del viejo loco, pero la joven probablemente sería quien sufriría las consecuencias.

─Silencio.

Tras dedicarle una mirada de reojo a su abuelo, confirmando lo que ya sabía; que este no lo seguiría o impediría su huida con la chica, salió del palacio y recorrió el camino entre él y su cabaña con ella a cuestas. Kendrick relinchaba, casi se podría decir que con diversión. Por su parte, Sean no podía evitar ilusionarse pensando que quizás esta fuera la mujer que le devolvería el corazón y la seguridad a su nieto, pero lo mismo había pensado de Leslie al inicio de su relación y no había resultado nada bueno de ello. Hasta donde sabía por las habladurías, la chica había escapado llorando de Graham debido a un episodio de celos y paranoia de este. Esperaba que esto no se repitiera.

Pero fuera cual fuera el resultado, tenía el presentimiento de que al menos esa extraña ayudaría a su nieto a salir del cascarón de hierro en el que se había encerrado a sí mismo. 

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