Voy a ser...

El timbre insistente hizo que Freya se despertara, miró su reloj, se había quedado dormida, últimamente se sentía agotada todo el tiempo. Se levantó de un solo brinco y corrió hasta la puerta.

— ¡Axel! ¿Qué-qué haces aquí? — sacudió su cabeza, confundida — Digo, no te esperaba tan pronto — en realidad no lo esperaba, una vez salió de su edificio, sintió que no volvería a ver a ese hombre, pero allí estaba, con un gesto de contracción en su rostro.

— Debo ser sincero contigo — dio dos pasos dentro del lugar sin permiso y lo observó meticulosamente, no era gran cosa, un lugar pequeño, poco acogedor, económico, sobre todo — Estoy comprometido, me voy a casar.

— ¡Oh! — atinó a decir a duras penas Freya, su corazón se arrugó por alguna razón, no esperaba que él le pidiera algo como eso, o estuvieran juntos, pero tampoco esperaba esa noticia — ¿Felicidades? — se encogió de hombros — No pretendo arruinar tu vida, pero lo que sucedió entre nosotros …

No pudo decir más, un nudo se formó en medio de su garganta impidiéndole casi respirar, pero si lo pensó, lo que había pasado entre ellos era un accidente, de esos que parecían salir bien librados, pero era todo lo contrario, los estragos se verían más adelante.

— Solo, dime qué necesitas y estaré ahí para ti, pero… — Axel se sentía un canalla con aquello que le iba a pedir, pero no podía ser de otra manera, cuatro, cuatro veces fueron las que sintió que perdería a Kate y no podía arriesgarse que ella se enterara de ello.

— Lo sé, no quieres que ella se entere — agachó su cabeza y trató de ocultar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Su suerte no podía ser peor. Su embarazo era producto de un accidente, no planeado, algo de copas y también iba a ser no deseado. Posiblemente ese niño que llevaba en su interior ni siquiera conocería a su padre. Ese había sido su mayor temor y estaba cumpliéndose.

— No te confundas, seré un padre responsable, no les faltará nada, ni siquiera mi presencia. Estaré ahí para el bebé.

Freya frunció el ceño, no sabía cómo iba a lograr ocultarle a su futura esposa un hijo durante el resto de su vida, pero eso a ella no debía de importarle.

— Solo necesito un trabajo — pidió Freya.

— ¿Qué? — él esperaba le pidiese un lugar diferente donde vivir, o dinero, comodidades, al final iba a ser hijo de un presidente de una de las compañías de maquillaje más importantes de Canadá, pero no fue así.

— Am… Yo, es que — no sabía cómo explicar aquello, se sentía avergonzada — estaba trabajando en una pequeña compañía y fui despedida — se sonrojó, apretó los puños e intentó calmarse.

— ¿Te despidieron estando embarazada?

— Fue mi culpa y no sabía que lo estaba cuando ocurrió — mintió la castaña.

— ¿Qué más necesitas? — intentó seguir Axel, ignorando aquel comentario, que por alguna razón no le convencía del todo.

— Solo eso — Freya no quería abusar de su buena suerte, ya era mucho pedir que él estuviese ahí y reconociera su paternidad.

— Bien — bajó la cabeza, algo se le ocurriría para conseguir eso, tal vez cobrar unos cuantos favores que le debían — Am… ¿Ya-ya has ido al médico? — inquirió nervioso.

— Sí — sonrió la joven entusiasmada, borrándosele un poco el sabor amargo en su boca, corrió a buscar su bolso y cuando regresó le entregó una copia de su última ecografía.

La tomó en sus dedos, ver aquella mancha en el papel lo hizo sentir como la tierra se movía bajo sus pies, no se veía nada, no podía distinguir la forma, pero el solo hecho de saber que allí estaba su hijo fue increíble. Desajustó su corbata con dificultad. Su corazón se empezó a acelerar y sudar frio. ¿Cómo era posible que algo que no podía ver lo hiciera sentir así? Voy a ser padre, voy a ser padre, se repetía una y otra vez en la cabeza. Imaginarse a él en esa situación lo conmovió.

 — Axel, Axel ¿Estás bien? Axel…

— Voy a ser padre — se confirmó en voz alta, y así es como un hombre se ve cuando se entera que va a ser padre y no lo esperaba. Enserio nunca se lo había planteado, al menos no de frente, esa parte de su vida había quedado negada con Kate, a ella le importaba mucho su cuerpo y su carrera para darse esa opción y a él parecía no importarle, pero en este momento a esta edad a sus treinta y siete años, parecía despertarle algún tipo de instinto.

Freya lo llevó hacía único sillón que adornaba su sala, corrió por un vaso de agua. Si ese hombre se desmayaba no es que ella pudiera hacer mucho, era un gigante al lado de ella.

— ¿Es niño o niña? — preguntó con voz temblorosa, se bebió el agua de un solo sorbo, se negaba a recuperar su color y Freya lo veía cada vez peor.

— Amm… Aún no. No se sabe — le puso una mano en la frente para comprobar su temperatura, estaba frio, seguramente se le había bajado la tensión.

—Sí, sí… Claro, que tonto. Es muy pronto — rio con nerviosismo, parecía que de un momento a otro se le había olvidado incluso pensar.

— ¿Quieres que llame a alguien o te lleve a un hospital?

— No, no hace falta — se levantó de un solo golpe y el mundo bajo sus pies se tambaleó — ¿Tienes algo más fuerte? Como vodka o algo así…

Freya negó, arrugando su entrecejo. Realmente le estaba afectaba la noticia a ese hombre y dudo en si había hecho bien o mal en confesarle la verdad.

— Puedo preparar café — Freya cada vez se preocupaba más — O puedo llamar a ese amigo tuyo, si quieres.

— ¿Andrew?

—Sí

— No, no hace falta. Estaré bien. — volvió a tomar impulso y camino hacía la salida — ¿Puedo? — levantó la copia de la ecografía en su mano.

— Sí, claro — le sonrió con ternura Freya, ver a ese hombre tan grande, tan masculino y poderoso así, frente a ella, y además avergonzado por su reacción solo le causaba eso, ternura.

— Cuídate y si necesitas algo solo llámame — no sabía cómo despedirse de ella, si darle un abrazo y felicitarla, o a ambos. Un beso en complicidad de lo que hicieron alguna vez o solo darle la mano como socia de ese pequeño proyecto que crecía en su interior.

Así que la observó así por un segundo, miró de nuevo sus ojos castaños, o caramelo, o miel, de verdad que no lo sabía, esos mismos ojos que le causaban esa sensación de haber olvidado algo importante, de haber olvidado la noche en que estuvieron juntos. Así que solo atinó a devolverle esa sonrisa y cerrar la puerta al salir con todo y la primera foto de su futuro hijo.

Y Freya mientras tanto se quedaba ahí, agradecida con ese hombre por haber vuelto, y con una sensación diferente, una justo sobre su pecho, un calorcito al cual se tenía que acostumbrar de ahora en adelante. El problema es que ese mismo hombre que le ocasionaba esa sensación se iba a casar muy pronto. Estaba comprometido y ella solo era eso que desde el primer día fue, una intrusa, un accidente, una noche de copas antes de adquirir una responsabilidad con esa mujer con la que compartiría el resto de su vida.

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