Capítulo 3

Marián entró a la pastelería y alcanzó a ver a Cristina atendiendo a los clientes, pero siguió directamente a la cocina para que nadie viera su rostro lleno de lágrimas.

En realidad, fue una hija consentida, de pequeña vivió como una princesa, poseía todos los juguetes nuevos de la juguetería, ropa de los mejores diseñadores, una prestigiosa escuela y paseos y viajes cada fin de semana. Su madre también lo disfrutó, ella sí fue una buena esposa, siempre acompañaba a su padre al trabajo. En la preparatoria todos envidiaban a "la hija del ingeniero", los profesores pensaron que sería como él, la carrera que más le llamaba la atención en ese campo era la de arquitectura y el diseño de interiores, incluso aspiraba trabajar con su padre en el interiorismo de sus construcciones. Pensaba que no necesitaba estudiar al enamorarse de un abogado que recién él terminar de la universidad le pidió que se fuera a vivir con él, aunque la relación duro menos de cinco años, al regresar a su casa entrar a la universidad estaba lejos de sus prioridades, quería trabajar, pero la compañía de su padre nunca estuvo cerca de su interés.

-¿Qué tienes? -La voz de su prima que entró a la cocina la hizo sorprender- ¿estás bien? -Insistió.

-Fui al registro por mi herencia.

-¿Fuiste? ¿y qué pasó? -Le preguntó con una sonrisa.

-Pensé que la empresa estaba abandonada.

-¿Y no es así?

-Está activa y resulta que alguien la ha estado manejando.

-¿Quiere decir que no puedes reclamar nada?

-Creo que puedo, pero ahora resulta que soy "socia".

-¡Jajaja! -Esas palabras hicieron que Cristina soltara las carcajadas- ¿socia? ¿De quién? Si no tienes ni idea cómo se maneja esa empresa.

-En realidad no, pero ahora quedé registrada como socia.

-¿Y qué harás?

-No lo sé, no quiero ser socia de ningún extraño, lo que quiero es mi dinero.

-¿Y por eso llorabas?

-Claro Cristina, mira -le dijo señalando un documento en la mano- aquí dice que mi padre me dejó un fondo de varios millones de dólares.

-¡Wow!, ¡Increíble! ¡Eso sí es algo que yo reclamaría! -Dijo sorprendida.

-Pero estaba en una cuenta que ya no existe Cristina, alguien tomó el dinero y la cuenta se cerró - Marián no pudo contener el llanto.

-Cálmate Marián, todo problema tiene solución.

-¡Pero no sé qué debo hacer!

-Tienes que relajarte para que puedas pensar con calma, ¿cuál es el nombre de tu socio?

-Un tal Alberto Carrasco, ¿no lo conoces? Algún familiar de papá podría ser.

-Pudiera ser, pero no he escuchado mencionar ese nombre.

Marián salió de la cocina y se situó detrás del mostrador de la tienda que estaba cerrada por ser hora de almuerzo, tomó una galleta y la empezó a masticar.

-Eso es muy complicado Cristina, tendría que llamar a un abogado -le dijo cuando vio que su prima la siguió- no tengo dinero para pagarle, mejor me olvidaré de eso. Préstame tu laptop publicaré mi auto para venderlo.

-Marián, otra vez con eso de vender el auto.

-Si te gusta tanto mi auto me lo puedes comprar -dibujó media sonrisa luego de que secaran sus lágrimas.

-¡Jajaja! Si tuviese dinero te lo comprara, en serio - le dijo acercándole la computadora.

-¿Cómo es que se llama la compañía?

-Empresas Bosques

-Empresas Bosques -Cristina lo repitió colocándolo en el buscador de internet...- ¡Mira ve! -En la pantalla se divisó la página oficial de la empresa.

-¡Está en internet! ¡Ves que está activa! -Le dijo Marián sorprendida.

-¡Qué hermosas edificaciones! ¿Esto no lo fabricó tu papá cierto? Quizás fue tu socio -lo dijo al mirar el interior de la página.

-El ladrón que me robó la herencia querrás decir, mejor cierra esa página y olvidemos ese tema... préstame para publicar el auto y así venderlo.

Después de subir la foto a sus redes sociales con un aviso de ¨Se vende¨ a Marián le entró una gran curiosidad por revisar la página que su prima había abierto.

-¿Vas a almorzar? -Le dijo Cristina saliendo de la tienda.

-Anda tú, yo almorzaré dentro de un rato -necesitaba relajarse y concentrarse, se estaba engañando, aunque no podía recuperar el dinero que le pertenecía tenía que descubrir quién estaba detrás de todo eso.

Abrió la pestaña de la página web de Empresas Bosques.

-Este no es el logo que tenemos -No se extrañó al decir este comentario, no era su empresa familiar, en la pantalla del frente tenía otra con el mismo nombre- ¿Y si la empresa de mi padre dejó de existir? ¿Y si esta es otra fundada otro día?... ¡Oh por Dios! ¡No puede ser! -Dijo al divisar el mismo Rif.

Apartó la vista de la pantalla y miró hacia el techo mientras se le pasaban cosas arriesgadas en la cabeza. No debía quedarse con los brazos cruzados y contratar a un abogado para que le resolviera su problema-. Debería ir a averiguarlo yo misma -Anotó la dirección de la empresa y pensó en la mejor idea de entrar a la compañía para obtener información.

Buscó en la página más detalles y se sorprende al ver la foto de ese tal Alberto...

-¡No puede ser! -Ya ella había visto antes ese rostro varonil, perfilado y serio, era aquel que le compró las cuatro empanadas hace menos de un mes. -No puede verme así -Si le tocaba hablar con él no debía descubrir que ella era la pastelera, debía hacerse una transformación para no ser reconocida.

Pasó por el centro comercial antes de regresar a su casa y adquirió varios maquillajes que tenía años que no lo probaba. Lavó y metió en la secadora ropa elegante que ocultaba llena de polvo en el interior del clóset y se dispuso a planificar la mejor estrategia para conversar con su socio sin ser reconocida.

***

Ya había pasado más de una semana y el abogado aún no le había resuelto el caso sobre el terreno de la posada, Alberto necesitaba solucionar ese problema cuanto antes, el señor Mario lo llamaba cada tres días para pedirle el reembolso de su dinero ¿de dónde lo iba a sacar si aquél procedía con la demanda?

-Buenos días.

 La voz de la secretaría interrumpió sus pensamientos cuando abrió la puerta de su oficina -Buenos días Fabricia, dígame.

-Una dama lo busca, necesita un presupuesto para la construcción de una propiedad.

-Dígale que pase.

Una mujer muy elegante entró a su oficina, las botas altas y la chaqueta blanca daban la impresión de ser ropa de invierno, un poco extraño; el clima se encontraba en pleno verano. Pero las gafas oscuras y el sombrero que cubría su cabello recogido demostraba ser una mujer seria y sofisticada, si no tiene pareja pensaría en conquistarla... Alberto sacudió su cabeza, ya era hora de dejar de llevarse la cama a toda mujer hermosa que se cruzara en su camino.

- Adelante siéntese, Cuénteme.

-Quiero saber el presupuesto para la construcción de un restaurante.

-¡Qué bien! ¿Eres cocinera?

-Sí, me gusta cocinar.

- Para darle un presupuesto necesito saber todos los detalles, ¿cuántos metros cuadrados posee el terreno? ¿Y de qué tamaño desea la propiedad?

- Ah, lo quiero pequeño, con...

¡Toc toc toc! Un golpe a la puerta interrumpió las palabras de la mujer.

-¡Estoy ocupado! - Gritó Alberto.

-Señor, es urgente.

-Juan Carlos dime - Alberto dirigió sus palabras al arquitecto que se asomó por la puerta de la oficina.

-Señor Carrasco puede venir momento por favor, necesito hablar con usted.

Alberto salió de la oficina y cerró la puerta, la dama quedó sola a espaldas de la entrada, al frente tenía el escritorio y una gran ventana cubierta con persianas que daba vista hacia la parte baja del edificio. Ella se levantó y observó su reflejo a través del espejo de cuerpo entero, se acercó para hurgar los documentos que tenía arriba del escritorio del ingeniero, pero los nervios la atacaron cuando escucho un grito.

 -¡¡¡Socio!!!

La misma palabra que la sorprendió aquel día en el registro mercantil... Tenía que escuchar más. Ella salió la oficina del ingeniero y dio varios pasos hacia la oficina de al lado, sacó su teléfono y lo colocó en su oreja derecha sosteniéndolo con la mano para simular contestar una llamada y que nadie sospechara que estaba espiando; se acercó más para entender la conversación.

-Explícame bien, que no me cuadra lo que me estás diciendo. ¿Por qué el abogado no vino a hablar conmigo personalmente? -Interrogó Alberto molesto.

-Porque está averiguando más sobre ella.

- ¡Ella! ¿Quién ella Juan Carlos?

-Tu socia Alberto.

-¿Que socia voy a tener Juan Carlos?... Si llevo cinco años manejando la empresa solo.

- Alberto, pero con todas las mujeres que te acuestas alguna de ellas te abra embargado sin darte cuenta.

-¡Cómo vas a pensar eso! Si desde hace varios meses con quién salgo es con Gabriela y ella no toca mis cosas.

-También me extraña, eso parece ser un problema legal ¿has estado casado?- Indagó.

-Jamás he firmado matrimonio con nadie y lo mío siempre será mío- le aseguró Alberto.

-Pero ahora no, alguien más está involucrado en la empresa y parece que es una mujer.

-¿¡De un día para otro así nada más todos los documentos que firmé esta semana sobre las ventas no valieron porque necesitan la firma de una mujer!? -Exclamó indignado.

-Así parece Alberto.

-Es una locura Juan Carlos, ¡cómo voy a tener una socia de la noche a la mañana si tengo cinco años llevando las cosas a la perfección!

-Lo siento jefe, también me preocupa.

-Aunque si es una mujer... es más fácil... -dijo analizando luego de bajar la velocidad de sus emociones- solo hay que conseguirla, obligarla a firmar mis papeles y quitar su nombre de Empresas Bosques, es todo.

Al escuchar estas palabras del ingeniero, la chica misteriosa que estaba en el pasillo cerca de la puerta oyendo toda la conversación dio pasos apresurados para huir.

-Está bien, tranquilo voy para allá - Simuló que se estaba dirigiendo a alguien a través de su celular, actuó como si cortara la llamada y se dirigió a la secretaría que la miró con extrañeza- Lo siento, le dices al ingeniero que se me presentó un problema y tuve que marcharme, luego vendré para lo de la construcción del restaurante.

Gracias al ascensor llegó al primer piso en cinco minutos, bajó al estacionamiento, encendió el motor del carro y arrancó.

Llegó a la pastelería y Cristina la miró con extrañeza.

-Marián ¿y esa elegancia?

Marián no quería contestarle por los nervios. Se quitó el sombrero, los lentes y la chaqueta, se colocó el delantal, se sirvió una taza de café caliente y se sentó detrás del mostrador.

Cristina no dejaba de sorprenderse por la extraña actitud de Marián- ¿Qué sucede Marián? ¡Cuéntame!

Marián no quería pronunciar una palabra más, se tomó el café de un minuto e intentó relajarse.

-Conocí a mi supuesto socio, pero me cubrí para que no supiera quién soy.

-Pero si conseguiste a tu socio ¿no es bueno?

-No Cristina, es muy malo, quiere encontrarme para que le devuelva su empresa.

- ¿Su empresa? ¿La empresa no es tuya pues?

-¡No lo sé Cristina! -lo dijo en tono preocupada- yo lo único que quería era dinero y cambiar mi vida, no meterme un problema tan grande.

-Pero no hiciste nada malo, tu intención era reclamar tu herencia.

-Jamás debí de haber ido al registro, nunca debí haber firmado.

- Claro que sí debiste Marián. Algo te debe corresponder.

-No le vayas a decir nada de esto a mi mamá.

-¿Por qué le escondes tus problemas?

-Está enferma y no sé se debe preocupar, eso lo resolveré yo sola.

-Como tú digas -dijo Cristina no muy convencida.

Se había sentido como una mujer fugitiva cuando salió corriendo del edificio de Empresas Bosques, empresa que pudo haber sido de ella, pero era de otro que tuvo una reacción peor que la de Marián cuando descubrió que había alguien más involucrado.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo