CAPÍTULO 2

Se gira hacia mí en su asiento y sonríe de una forma diabólica como solo él puede.

Ay no… ¡No, no, no! Me niego a creer que me encuentro frente a él. Esto debe tratarse de una confusión. 

Sus ojos avellana parecen brillar. Ese cabello rubio y ahora más corto lo hace ver demasiado atractivo. Había olvidado cuán precioso siempre ha sido. 

Se acerca a mí, enfundado en un costoso traje entero y extremadamente perfecto, parece haber sido diseñado solo para él.

—¡Esto lo van a saber todos! ¡Sigo siendo tu esposa y vas a hacerme pasar vergüenzas aquí! Te odio, te odio... —jadeo demasiado airada, hablo entre dientes.

¿Le ha cambiado el nombre a la constructora? Con razón no me di cuenta de esto. Empuño las manos y muerdo mi labio inferior con fuerza, para no gritar. Me echo hacia atrás y acabo chocando con la puerta, pero regreso la vista hacia él, desviando ahora la cabeza hacia un lado cuando sus ojos parecen atravesar por entero los míos. Siento sus fríos dedos tomar mi barbilla y dirigir mi rostro hacia el suyo. Respiro con dificultad y ahora miro sus ojos brillar con un ímpetu que jamás había visto en él. Me tiene acorralada, presiona su firme cuerpo contra el mío robándome el aliento y dificultándome la respiración.

¿Qué es lo que quiere de mí?, ¿no le bastó con todos los años que me robó? 

—Oh, nena, y espero que me odies aún más… 

¡Está loco si piensa que voy a dejarme doblegar por él!

—Eres un caprichoso que siempre obtiene lo que quiere, pero conmigo, Derek, te jodiste. 

Le enseño el dedo medio y lo restriego en su incrédulo rostro. Él sonríe levemente, se acomoda el rubio cabello y humedece sus carnosos labios.

¿Por qué me tiene que seguir afectando su presencia? 

—Voy a tenerte de nuevo. —Acaricia mis labios y se da media vuelta, dejando ver su ancha espalda.

Ahora hiperventilo notoriamente enojada. Me río con sorna, captando su total atención.

—¡Pero si nunca me tuviste! Por favor… Estuvimos viviendo juntos durante cinco años y lo único que hicimos fue tener peleas y… —Elevo las manos y suspiro cabreada.

—¿Y…? —Rodea su escritorio y acaricia la pulida madera con su dedo índice, viéndome fijamente a los ojos.

Desvío la mirada, hastiada de sus extrañas provocaciones. Hace meses que no me tocaba y ni un beso nos dábamos tan siquiera. Siempre con su fría actitud. Por más que este hombre me ponga tan caliente como una estufa, no podía rebajarme y mendigar atención.

—Esto apesta. Me largo. 

Acomodo mi cartera sobre el hombro y doy media vuelta, dejando a la vista mi apretado trasero. Porque esta falda es una talla menos, pero me encanta la condenada. 

—No tan rápido, señorita Moore. —Se aclara la garganta y escucho sus pasos acercarse.

—¿Y ahora qué? —digo una palabrota por lo bajo y me giro hacia él.

Observo sus dos iris avellanas casi brillar al escrutar mi rostro con tal interés.

—No me gusta cuando hablas así. —Niega y suspira.

Me cruzo de brazos.

—Yo hablo como se me antoja la jodida gana, Derek Lindemann. Además, ya no vivo contigo, ya no tengo que agradarte ni tampoco amoldarme a ti. —Me rasco una ceja—. ¿Qué quieres? Y aparte de todo, hiciste como si fueras otra persona y te cambiaste el apellido a Schütz, el de tu madre. Qué deshonesto eres… —murmuro. 

Pongo los ojos en blanco y desvío la mirada. Cuento los segundos para salir de aquí.

—No puedes irte a ningún sitio, eres mi nueva asistente, ¿se te olvida?

Ahora lo encaro de frente.

—Pues renuncio, señor. —Le respondo con un tono de voz sarcástico.

Sonríe ampliamente.

—Las letras pequeñas, señorita Moore, letras pequeñas… —Toma una hoja de su escritorio y me la tiende.

Frunzo el ceño debido a su actitud y leo lo que dice. Es el contrato que firmé hace unos momentos atrás. Mi vista busca rápidamente las letras pequeñas y de inmediato encuentro la montaña de problemas más grande de mi último año. No, no, de toda mi vida. 

—¡¿Por qué me hiciste esto?! —Rompo la hoja en pedazos y se los arrojo a la cara—. ¿Acaso no puedes dejarme en paz? Me fui de tu lado para que ambos descansemos y nuestra hija no vea más nuestras peleas, pero sigues empeñado en joderme la vida. ¿De dónde voy a sacar cincuenta mil euros? ¡Eres perverso! 

Las lágrimas resbalan por mis mejillas. A veces me odio por ser así, por acabar llorando cuando no debo hacerlo. 

—No te preocupes, tengo el documento original guardado. Ya que no tienes cómo pagar, pues hay una solución para que no tengamos problemas legales por incumplimiento. —Tira de la tela de mi camisa y de nuevo me mira intensamente.

—¿Cuál es? —Desvío la mirada, debido a lo cerca que está de mi rostro.

—Trabajemos juntos, solo será durante seis meses, luego podrás irte y no sabrás nada más de mí. Te pagaré un buen sueldo, si eso es lo que también te preocupa. —Acaricia mi mejilla con delicadeza, por inercia cierro los ojos.

Necesitaba tanto de su toque, sin embargo, ya es muy tarde. 

—¿Qué sentido tiene esto? Es que eres ilógico, Derek. ¿Estás haciendo esto por lástima? Ya no quiero nada de ti, quiero ser autosuficiente económicamente. No voy a morir de hambre, no sigas tratando de controlarme de manera indirecta. —Niego y me aparto de él.

—Vaya, vaya… Ahora deseas ser autosuficiente, tal parece que ha servido el bloqueo de las tarjetas. Pero, ¿entonces eso quiere decir que vas a pagar los cincuenta mil? Muy bien… —Se encoge de hombros y camina hasta su escritorio.

—Espera, espera. ¡Espera! —Me siento frente a él para atraer su atención—. Está bien, trabajaré para ti.

Suspira y eleva una ceja.

—Empiezas hoy. —Se agacha y abre uno de los cajones—. Necesito todo esto organizado como es debido. Ah, y también añade los datos de todos los clientes a un documento de Excel. Hazlo rápido, te quedan dos horas…

Mi mente se queda en blanco al ver un montón de carpetas reposar sobre el escritorio, invitándome a mi nuevo suplicio. Las tomo de mala gana y voy hacia un costado de la oficina, allí hay un pequeño cubículo. Las dejo a un lado y me siento para encender el computador y comenzar con esta estupidez. Menos mal que no alcanzo a verle el rostro a Derek, sino me sentiría mucho peor con esos dos ojos clavados en mí.

Abro un nuevo documento y empiezo a teclear todos los datos rápidamente, anhelando salir de aquí dentro de dos horas.

«Esta me las pagarás, Derek…», murmuro entre dientes.

Al final, en una hora y media he terminado de hacer todo. Así que tomo mi bolso y camino hacia la salida. Un carraspeo me eriza la piel, odio ese sonido.

—¿Ya has terminado? ¿A dónde vas?

Bendita sea la virgen. 

—Te recuerdo que también soy pianista, mis dedos son rápidos… Y además, ya terminé mi trabajo, eso significa que puedo irme. Nos vemos mañana, jefecito. —Me encojo de hombros y salgo de ahí sin esperar una respuesta o tan solo verlo.

Camino por el pasillo y levanto la cabeza, sonrío, le muestro al mundo que estoy bien cuando por dentro me siento terrible, porque es una humillación lo que Derek me ha hecho. Luego de haber sido su mujer por cinco años, ahora seré su asistente por obligación. Tendré que soportar las burlas de sus empleados y que me traten como a una igual, sabiendo que sigo siendo la esposa del jefe. 

Al finalizar la jornada tomo un taxi que me lleva a casa de Derek. Necesito ver a mi niña, ya que hoy no pude ir a buscarla después de sus clases en la primaria. Cuando he llegado, Vilma, la ama de llaves, me abre la puerta. Esa mujer y yo nunca nos hemos llevado bien.

—¡Mi amor! Me agacho y recibo a mi pequeña entre mis brazos.

—¡Mami! —Salta una y otra vez. Es una niña bastante hiperactiva.

La tomo de la mano y vamos hacia su habitación.

—¿Ya cenaste? ¿Hiciste las tareas? —Me siento junto a ella en su cama.

Niega.

—¿Y papá? —Toma su mochila y cuadernos.

Desvío la mirada, recordando el numerito de esta tarde.

—Está en el trabajo, sabes que trabaja hasta muy tarde para darnos lo mejor. —Acaricio su cabello y ella asiente—. Anda, vamos a hacer las tareas, luego te acompaño a cenar y si quieres vamos al parque más tarde…

Cuando por fin acabo de ayudar a Jessica a cenar —porque a veces se niega a comer las verduras—, voy hacia la cocina para fregar los platos.

—¿No cenaste? —Derek irrumpe en la tranquilidad de mis pensamientos. No lo miro, solo continúo lavando y secando la vajilla—. ¿No vas a responder? —Insiste. 

Lo ignoro y acomodo los platos, para después salir de la cocina y tomar mi cartera, la cual reposa sobre la mesa.

—Nos vemos mañana, mi vida. Recuerda que irás a clase de ballet después de la escuela. Vendré por ti. —Le doy un beso en la frente a mi niña.

—Hasta mañana, mamá. —Deposita un beso en mi mejilla antes de salir corriendo detrás de Rodolfo, su gatito.

Aquello me arranca una sonrisa. Cómo amo a esta pequeña traviesa. Sin embargo, atisbo de nuevo la silueta de aquel hombre frente a mí, la cual ignoro por completo. Antes de salir me retiene del brazo.

—¿Y ahora qué? —Jadeo frustrada.

—Mañana a las ocho en la oficina…

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