Capitulo 5. Acosada

—No hay mucho que decir, vivo en esta isla por mi trabajo, mis padres viven en Santorini. Esta isla es estupenda y estar aquí es como un sueño tranquilo y sin problemas.

—¿Cómo visitas a tus padres?

—Tengo un yate puedo ir y venir cuando quiera.

—Era de suponer. Balbuceo.

—¿Por qué estás aquí en Grecia? Aun no llega la temporada de turistas.

—¿Es necesario la temporada?

—¡Siempre respondes con otra pregunta! Rio.

—Me obsequiaron el viaje, no me pude negar.

—Me apuesto a que fueron tus padres, puedo jurar que alguno de los dos son griegos.

—En efecto mi madre lo es. Pero no fueron ellos.

La sonrisa de él se borró en un instante. Quedo pensando como buscando que decir.

—Entonces fue algún tío.

—La verdad es que no estas ni cerca. Déjate de rodeos y pregunta lo que tienes trabado en la lengua.

—Eres decidida ¿Quién te regalo el viaje?

—Un buen amigo mío.

—¿Un amigo eh?

Serian cosas suyas o él estaba un poco celoso, era divertido pero aterrador a la vez y si era un maniaco acosador, u otro violador. Los bellos del cuerpo se le erizaron, no pensó en las consecuencias de estar sola en una playa con un desconocido. Se levantó deprisa mientras era observada por su compañero.

—¿Qué sucede para dónde vas?

—Tengo que irme.

Él se puso en pie viéndola recoger sus cosas deprisa.

—¿Por qué te vas? ¿Dije algo malo?

—No, es que yo… lo lamento Antoni no te conozco de nada, no sé si ese sea tu nombre real y estoy sola aquí contigo y no me gusta. Lo siento. Camino de vuelta al caserío.

—Espera yo no quiero hacerte daño. La siguió.

—No me sigas, me pones nerviosa. Se volteo a verlo.

—Pero ¿porque no me das la oportunidad? Solo quiero conocerte, ser un amigo para ti.

—Yo no vine aquí hacer amigos. Exclamo.

Ella se detuvo a medio camino observando un coche muy bonito aparcado en la vía, era un Jeep rustico color blanco. Creía que no había ningún coche en la isla.

—Si quieres te llevo a casa.

—¿Es tuyo?

—Sí. Dijo con algo de culpa.

—Porque no me sorprende, pensé que no habían coches aquí.

—Y es así, ese es el único que hay en esta isla.

—¿Quién eres tú? Pero cuando él iba a responder ella lo interrumpió – No mejor olvídalo no quiero saberlo.

Ella camino alrededor del auto avanzando cada vez más rápido.

—Andrómeda por favor espera, déjame llevarte, no te vayas así. El, la seguía.

—No me sigas, ya te lo dije.

Salió corriendo como si fuera una niña pequeña perdiéndose por un laberinto de casas. Antoni la miro irse, no la seguiría porque sería como acosarla él no quería que le tuviera miedo, quería ganársela bien. Pero su reacción le pareció muy extraña, tan fascínate al principio y luego tan temerosa ¿Por qué? Volvió a la playa y recogió sus cosas marchándose a uno de sus negocios, tenía asuntos que atender. Había sido toda una sorpresa encontrarla en la playa como si el destino estuviera confabulando, pero después de lo que había pasado todas las ganas de darse un buen baño se había esfumado.

Llego a su casa, acalorada, asustada y muy confundida. La primera podía solucionarse con un buen baño. Pero las otras dos, no tenía idea de cómo mejorarlas. Ese hombre era un dilema, ella había pasado por un trauma que notablemente aún no había superado, y no estaba nada segura que pudiera hacerlo muy pronto y por la forma en que salió huyendo de la playa quedaba más que claro que el temor la perseguía por doquier.

Solo lo había visto dos veces en su vida y ya se sentía extraña con su presencia, cuando lo miraba o pensaba en él. Era tan intimidante, terrorífico y excitante ¿pero desde cuando ella pensaba en ese tipo de cosas? Ni con Fernando lo había sentido, el nunca llego a producir una sensación como la que le hace sentir ese griego ¿Qué podría significar eso?

Nada…

Eso era lo que debería de sentir, tomaría ese baño y saldría un buen rato en bicicleta. Había visto una en un pequeño almacén, la vio en buen estado  así que recorrería la isla en ella. Olvidaría a Antoni y eso sería todo, tomo su toalla y se metió en el baño.

La vista era increíble, el paseo que le brindaba la bicicleta le daba paz interior justo lo que necesitaba. Subía por una colina muy empinada, la verdad es que no llevaba los implementos necesarios para una excursión, solo agua, bloqueadores y un casco viejo. Pero su mayor gran error había sido no ponerse sus deportivas. Suspiro por lo difícil que se le estaba haciendo, se detuvo para poder observar bien el terreno.

—¡Rayos! Escucho muy cerca un motor y eso la puso en alerta máxima, recordó vagamente cierto comentario “este es el único coche en esta isla”. –¡Oh carajo! Es el.

No había escondites, al menos que se lanzara al barranco con la bicicleta y la verdad es que no era la mejor de las opciones. Vio como el coche se aproximaba y para su suerte si era él.

—Así que decidiste subir al mirador.

—Y después me dices que no estas siguiéndome.

—La verdad es que esta vez soy culpable. Quiero que hablemos.

—No hay nada de qué hablar.

—Ven sube al coche, es más fácil llegar hasta arriba. La vista es increíble en la puesta de sol.

Se bajó del auto y la alcanzo, ella dudo unos minutos hasta que al fin accedió. El tomo la bicicleta y el monto en un solo movimiento al Jeep. Ambos subieron en silencio mientras él ponía en marcha el motor. Pronto llegaron a lo más alto de la isla donde se encontraba el famoso mirador como le había dicho el griego. En lo que se bajó quedo totalmente impresionada, la vista era más que maravillosa. Sus ojos brillaban como las estrellas ya que estaba por caer la tarde, y sin importarle nada no se lo perdería.

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