CAPÍTULO 3 – Ignorando el miedo.

Aquella mañana desperté temprano, el aún dormía, la noche anterior habíamos hecho el amor desenfrenadamente hasta altas horas de la noche, es normal que estuviera exhausto.

Me vestí rápidamente y bajé al salón para desayunar.

Agarré un poco de café que acababa de calentar y lo serví en mi taza preferida. Caminé hacia el sofá y me senté sobre él, dejando la taza sobre la mesa, percatándome entonces de que su teléfono móvil se encontraba allí.

Una lucecita azul se encendía intermitentemente, indicando que un nuevo mensaje había llegado.

Una curiosidad crecía en mí en aquel momento, aunque una parte de mi sabía que ese mensaje me haría daño, necesitaba saciarla

Cogí el teléfono móvil y lo desbloqueé, tal y como pensaba tenía un mensaje sin leer, lo abrí y entonces supe que no había sido una buena idea…

“Tus padres están preocupados con tu demora, ¿cuándo volverás a casa? Te echamos de menos”

Dejé el móvil sobre la mesa sin tan siquiera bloquearlo. Ahora sabía que yo tan sólo era una pérdida de tiempo, tan sólo era la otra. Él ya tenía una mujer.

  • ¿por qué despiertas tan temprano, mujer? – preguntaba una voz tras de mí, haciendo que saliese de mis pensamientos y mirase hacia él - ¿has preparado café?

  • Sí, he preparado café – admití, intentando no encontrarme con sus ojos, pues tenía miedo de explotar, de que mi miedo invadiese mi razón, ahora sólo quería estar a su lado, fingir que no había leído ese mensaje, fingir que todo estaba bien…

  • Te quiero – admitió mientras me besaba en la frente – eres estupenda.

  • Es mejor que te marches – aclaré, haciendo que él me mirase sin comprender a lo que me refería. Ya no podía más, no podía aguantarlo más, creí que podría aguantarlo todo por tal de estar a su lado, pero aquella palabra… aquel “te quiero”, era demasiado escuchar algo así de alguien que realmente no me amaba.- creo que esto no es una buena idea – Aclaré mientras me levantaba del sofá y daba vueltas por el salón, sin saber muy bien que decirle al hombre al que amaba, el mismo hombre que me mentía, aquel hombre que decía “Te quiero” con tanta facilidad, como quien dice buenos días, y sin tan siquiera sentirlo realmente.- llevamos casi un mes así y… has mentido en la empresa, has mentido a tu familia…- proseguía mientras recordaba el mensaje que acababa de leer - … creo que deberías volver a Corea.

  • Ana…- comenzó él mientras me agarraba del brazo, intentando que parase, intentando que volviese a aceptarle. Pero ya no podía, no podía seguir fingiendo que todo estaba bien, no podía seguir adelante con aquello, aquel “te quiero” me había devuelto a la realidad. - ¿es porque te dije “Te Quiero”? – Adivinó, mientras mis lágrimas comenzaban a salir – No volveré a decirlo.

  • Vete de mi casa, por favor – supliqué mientras mis lágrimas seguían cayendo.

  • Está bien, te llamaré más tarde, cuando estés más calmada para hablar.

  • Deja de fingir que te importo – le espeté mientras volvía a sentarme en el sofá, ya que estaba comenzando a temblar de la rabia que sentía por mi cuerpo en aquel momento.

Le escuché salir de la casa, y justo en ese momento exploté de dolor, era un dolor tan fuerte, en el interior de mi pecho que pensé que moriría, pero nadie muere de amor ¿verdad? Tan sólo oscurece aún más tu corazón, pero nunca acababa matándolo del todo.

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Aquella semana fue horrible, el me llamaba cada día, incluso llamaba desesperado a mi puerta, pero yo no podía volver a caer, no después de que sabía que sólo me había usado, que ya tenía a otra mujer en Corea.

Mi equipo también estaba preocupado por mí, a pesar de que les había mandado una circular al correo para indicarlas que estaría indispuesta toda la semana y no podía asistir a la tienda.

El viernes ya estaba curada de espanto, después de pasar toda la semana llorando por los rincones, ya estaba preparada para volver al trabajo, no podía esconderme en mi apartamento para siempre.

Me reuní con mi abogado para ultimar algunos detalles en un distinguido restaurante de la ciudad…

  • ¡Estás horrible! – Dijo al verme, mientras yo me miraba a mí misma, me había vestido bien, en tonos rojos y grises, no veía el horrible por ninguna parte – dentro de la elegancia por supuesto. Estás perfecta, pero tu rostro dice todo lo contrario.

  • No tengo tiempo para esto, Joseph. - le espeté mientras sacaba del bolso una carpeta, dónde disponía de las indicaciones para llevar la tienda sin mí, durante una semana – Aquí está todo.

  • Y directa al grano, como siempre. - me regañaba, mientras cogía la carpeta, la abría y ojeaba los documentos que le había entregado.

  • ¿Conseguiste lo que te pedí? – Pregunté mientras daba un sorbo al café que me habían servido.

  • Un billete en primera clase para un vuelo a España. - me anunció mientras dejaba el sobre con el billete dentro sobre la mesa. - aún no sé por qué tienes que irte tan repentinamente.

  • Mi hermana se casa, tengo que estar allí para su boda – aclaré, percatándome de que estaba usando la estúpida boda de mi hermana como excusa para huir.

  • Entiendo, ¿lo dispongo todo en tu ausencia?

  • Tal y como te dije, sí.

Caminaba de nuevo hacia casa, tenía que hacer las maletas, para mi viaje a España, Joseph me había conseguido un vuelo para aquella noche, como siempre había vuelto a superarse.

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