CAPITULO 7 GUIA DE TURISTAS

 No muy lejos de allí había un hombre alto de tez clara, ojos cafés claros y pelo castaño tomaba fotos de la celebración. 

 Joel Jenkins era un famoso fotógrafo que viajaba a diferentes lugares para llevarle al mundo maravillosas fotos de personajes, paisajes, animales y lugares que recorría, realizaba exposiciones en las que la mitad de las ganancias se donaba a los lugares de donde pertenecía las fotografías.

Seguía tomando fotos, al acercarse más al centro del festejo, observaba los alrededores por el visor de su cámara, se dio cuenta de la mujer, ella vestía un traje tradicional blanco con bordados azules, llevaba una corona de flores de la región y adornos como collares largos que caían en su cuello.  

La observaba detenidamente mientras se acercaba a escondidas a ella. 

El hombre se sentó a su lado y sonriéndole astutamente le dijo. “Vaya, nos volvemos a encontrar”.

Rodando los ojos ella le contestó. “Creo que está en la celebración equivoca señor…”

 “¡Joel! Joel Jenkins”. tomó la mano de ella sin permiso para estrecharla.

 Mientras los aldeanos veían la interacción entre ellos, decidieron agregar collares en Joel. “Creo que he sido invitado ahora”. Comentó feliz mirando a Amelia.

 Él tomó la mano de una niña pequeña para bailar, Amelia lo veía de reojo en ocasiones mientras ella hablaba con los lugareños, él devolvía la mirada guiñandole un ojo y sonriendo mientras estaba en la pista de baile. 

Ella negaba con la cabeza a tal comportamiento de Joel, parecía un hombre demasiado infantil e inmaduro, pero muy por dentro ella se estaba divirtiendo con las ocurrencias del hombre.

Cuando Amelia estaba entretenida hablando, Joel la tomó de la mano y la arrastró al centro de la fiesta. 

“Baila conmigo, ¡Vamos señora gruñona!”. Le dijo al oído, Amelia negaba con la cabeza y trataba de soltarse de su mano, pero era imposible, él no la soltaba. “Hagamos un trato si bailas conmigo perdonaré lo de la cámara”.

Ella no tuvo más remedio que seguirle el paso poco a poco, bailaron durante mucho tiempo, hasta cansarse, se sentaron juntos en una mesa y cenaron los platos típicos del lugar.

 “Gracias. Hacía mucho que no me divertía, me la paso en la empresa trabajando, ser presidenta no es fácil, mucho menos para una mujer, todos los compromisos y decisiones difíciles que se manejan me vuelven un robot, luego regreso a casa con mi hija y mi padre para cuidarlos, sé que ellos me necesitan mucho”. Dijo Amelia con la mirada perdida.

 “Sabes. Yo era como tú, mi padre tiene una empresa de bienes raíces, por ser el mayor de mis hermanos tuve que estudiar una carrera que nunca me gusto para administrar el negocio, Solo duré 6 meses en la empresa…”

  Amelia asombrada lo observó. “¿Qué? Cómo es posible… ¿Qué hiciste?”.

 Mi hermana estaba interesada en administrar, así que nos confabulamos para que ella se quedara dirigiendo la empresa, yo solo iba y me presentaba a firmar papelería y contratos, las cosas iban tan bien que mi padre se presentó sin previo aviso en la empresa para felicitarme, se enteró que la dirigía mi hermana y yo ni siquiera estaba presente, muy molesto hablo con nosotros, pero al final decidido dejar a mi hermana al frente”.

 “Vaya, todo te resultó bien… Pero yo no tengo hermanos, además yo misma hago la mayoría de los diseños de las joyas y me encargo de todos los asuntos de la empresa”. Dijo ella soltando un largo suspiro.

 “¿Cuánto tiempo te quedarás?”. Preguntó Joel cambiando el tema.

 “Dos semanas, ¿Por qué?”.

 “Yo estaré aquí por un mes, creo que nos encontraremos a menudo”. El contestó pensativo.

 Al día siguiente por la mañana, Amelia no tenía trabajo ya que era Domingo, decidió buscar un guía de turismo para conocer la pequeña ciudad y sus lugares. Bajo a la recepción para pedir información, cuando alguien le tocó el hombro.

 Al voltear se encontró con Joel vestido de manera sencilla con su cámara colgada al cuello.

 “Señorita, ¿Puedo ser su guía de turistas?”. Pidiéndole su mano.

 “¿De verdad es un guía de turistas?, No creo que usted haya nacido aquí”. Le contestó ella sarcástica.

 “No soy originario de África, pero he estado aquí varias veces a lo largo del tiempo, soy apto para este trabajo”. Sonrió traviesamente y aun con la mano alzada le preguntó. “¿Confías en mí?”.

 Amelia con una mirada temeraria le contestó. “Si”.

Joel tomó su mano fuerte y la subió a un jeep que ya los estaba esperando en la entrada del hotel, la llevó a un famoso parque para hacer un safari, vieron leones, elefantes, leopardos y hasta algunos búfalos. 

El día transcurrió conociendo los hermosos paisajes del lugar, por la noche al regresar disfrutaron de una cena a la luz de la luna.

 “Espero que haya sido de tu agrado el día”. Le comentó alzando su copa.

 “Fue excelente, Gracias”. Chocaron sus copas. Después de un rato de un silencio cómodo entre los dos, se escuchó el timbre de su teléfono. Ella sonrió observando el número en la pantalla y contestó.

 “¡Mamá!”. Se escuchó la voz de una pequeña niña. 

 “Dania, cariño, ¿Cómo están tú y el abuelo?”.

 “Bien mamá, estamos viendo películas y comiendo pizza”.

 “¡Qué bien Dania!, no comas mucho porque te dolerá el estómago”.

 “Está bien mamá, ¿Cuándo volverás? El abuelo dijo que jugarás más tiempo conmigo cuando vuelvas”.

 “Todavía tengo algo de trabajo, cuando regrese iremos a donde quieras ¿De acuerdo?”.

 “Si mamá, debo irme, el abuelo me está esperando”.

 “Cuídate y cuida del abuelo”. Ella sonrió.

 Joel observaba todo lo que Amelia hacía. “¿Puedo saber cómo se llama tu hija?”.

Amelia feliz le explicó. “Dania, tiene 6 años”. 

 “Eres… ¿Casada?”. Joel preguntó mirándola con expectación.

 “No, No lo estoy y no quiero hablar de ello”. Fijando su mirada triste al paisaje.

Amelia sufría al recordar el pasado con Lázaro y más le dolía no saber nada de su hija todos estos años. 

A pesar de haber gastado tanto dinero en investigadores no hubo pistas en todos estos años. -Mi niña… ¿Será feliz?-. Pensó ella.

 “Te acompañare a tu habitación”. Joel pudo sentir que ella no estaba de humor con el tema. 

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