25.

Al mismo tiempo que Nora desaparece de la vista de Franco, una mujer menuda, de cuerpo muy esbelto, cabello castaño rizado amarrado en una coleta y una mirada feroz, entra, contoneando su cadera como si el peso de la placa de policía fuera suficiente para motivar el movimiento. Detrás de ella un par de policías de menor rango la acompañan, viendo todo con desconfianza, como si esperaran una emboscada.

—Franco D’Angelo —pronuncia el nombre del mafioso con sorna. 

—Detective… ¿En que la puedo ayudar? —dice Franco con una sonrisa arrogante y exceso de confianza.

—Mirna Esposito —se presenta la detective y se mantiene altiva, viendo a los tres hermanos ante ella—. Vine antes a buscarlo, pero me informaron que estaba de luna de miel.

—Así es, me casé la semana pasada.

—Felicidades. ¿Dónde está la flamante señora D’Angelo? —pregunta la detective con interés.

—Cansada por el viaje. ¿Qué necesita detective? —pregunta molesto, pero con una

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