Carleena se marchó la mañana siguiente. Su despedida fue breve y consistió en una nota recordándole a Luana que siguiera haciendo algunos de los nuevos ejercicios mentales que le había enseñado. No hubo ninguna señal de Edmund durante ese día.Luana no se movió de la sala, se decía a sí misma que no lo estaba esperando, pero cada vez que escuchaba algún ruido extraño en el exterior se le aceleraba el pulso. Era ridículo. Ni siquiera sabía si el príncipe se había marchado junto a su hermana, tal vez tenía mejores cosas que hacer, obligaciones y todo eso…Cuando anocheció tampoco había ninguna señal de su presencia.Ella intentó dejar de pensar en él. En cómo sus ojos se oscurecieron al contarle lo que les había sucedido, en lo perturbado que pareció cuando le contó sobre el dios de la muerte. A Luana se le puso la piel de gallina al recordarlo. Ella no durmió esa noche y dudaba que pudiera hacerlo hoy, no solo por la cantidad de preguntas que ellos no habían respondido sobre toda la
Las voces de las personas fueron lo primero que Luana escuchó cuando Edmund y ella se adentraron en la aldea, los tambores seguían resonando por los alrededores y hacían vibrar el suelo rocoso, y las calles estaban iluminadas por las piedrecitas flotantes que Carleena le había mostrado cuando visitaron la cueva del cantor.Todo el lugar parecía haber salido de un sueño. Uno maravilloso.En cuanto se adentraron por las viejas calles de la aldea, las miradas comenzaron a surgir entre los demás habitantes. Luana se tensó, todo el lugar estaba lleno de orejas puntiagudas y dientes afilados, definitivamente esto era la pesadilla de cualquier niño humano, pero, se dio cuenta de que, aunque habían despertado cierta curiosidad de parte de los demás, las hadas intentaban darle a Edmund y a ella su propio espacio, ninguno se acercó cuando vieron al príncipe de Magreen llegar allí, seguramente su presencia ya era una costumbre, ni tampoco parecieron sorprendidos de ver a una humana entre ellos.
Edmund no tuvo que decir mucho más para que Luana se pusiera en movimiento. Ambos corrieron como locos entre los árboles, la urgencia de él por llegar a la casa le indicó que algo muy malo estaba a punto de ocurrir.Luana supo que no estaba soñando cuando sintió el roce helado de las almas a su alrededor. Fue como si un viento invernal rodeara el lugar y le cubriera la piel. Las voces susurrantes le retumbaban en los huesos. – ¡No te detengas! - le gritó Edmund y la jaló del brazo cuando se dio cuenta que tenían acompañantes.La oscuridad le impedía ver parte del camino y en un descuido su pie derecho se enredó en una raíz que sobresalía de la tierra. Luana cayó boca abajo en el suelo y sintió que su cara impactaba contra la tierra, pero el dolor pasó a segundo plano en un instante porque tuvo la sensación de que sus huesos se convirtieron en hielo. No podía moverse, todo su cuerpo se había transformado en polvo, y a su alrededor se había formado una niebla espesa que le impedía ver
– Lo que tienes que hacer, es crear una señal para ti misma.Luana alzó las cejas confundida mientras miraba la expresión pensativa de Edmund. Los últimos días él no había estado mucho tiempo en la casa, ya que debía estar visitando Dragons Breath constantemente para supervisar algunas de las cosas que estaban planeando allí. Sin embargo, hoy se había tomado el tiempo de ayudarla a practicar los ejercicios que le había enseñado Carleena para controlar sus sueños.Ninguno había mencionado lo sucedido antes del ataque de los muertos.Dioses, ella casi lo había besado. Eso era una completa locura en su situación, ¿no?Él parecía haber evitado aquel tema por completo, y eso solo hizo que ella agradeciera que no hubiera ocurrido. Pero, por otra parte…Luana se dio cuenta de que no había dejado de mirar sus labios.– ¿Qué quieres decir con crear una señal? - dijo ella apartando la vista inmediatamente y dirigiéndola hasta los ventanales tras de él.– Me refiero a que podrías empezar a entre
Aquella mañana el sol no parecía estar de buen humor y las grises nubes inundaban el cielo de CaltuliaLuana apenas se había despertado cuando sus damas de compañía entraron en sus aposentos para servirla como cada día. Al verlas tan sonrientes y entusiasmadas por comenzar sus labores esa mañana ella no pudo evitar suspirar exasperada. ¿Cuándo sería el día en que podría quedarse recostada allí por solo unas horas más?Tal vez si tenía suerte y lograba convencer al rey, podría escabullirse unos días a su casa de campo en las afueras de la capital. Allí por lo menos podría estar sola en las mañanas.Sus doncellas le prepararon un baño de agua tibia con esencia de lavanda, el aroma preferido de su esposo. Luana se quedó en la bañera un largo rato disfrutando de la sensación del agua rozando su cuello y sintiendo su presión en el resto de su cuerpo, ya tenía los dedos arrugados cuando sus doncellas le incitaron a salir. El rey quería verla para el desayuno y estaba retrasada.Sin muchos á
Cuando el carruaje se detuvo, Luana se apresuró en bajar de este, Dian iba con ella y también algunos guardias que por obligación debían acompañarla a todo lugar fuera del palacio y vigilar cualquier amenaza que pudiera poner en peligro a la reina.Luana siempre había creído que más que vigilar el peligro, la vigilaban a ella.Por eso, procuraba siempre estar perfecta, siempre sonriente, siempre como una reina. Cualquier cosa, conversación o movimiento extraño sería informado al rey, había renunciado a su vida cuando se convirtió en reina y se la había entregado a él, a su esposo.Una suave brisa le recorrió las mejillas y las hojas de los arboles danzaron con ella. La enorme y hermosa residencia donde había nacido y crecido, de columnas de mármol y paredes blancas combinadas con jardines exuberantes llenos de flores de colores no tenía comparación con el palacio en el que ahora vivía, eso lo sabía, el palacio era mucho más extenso y hermoso, pero misteriosamente ambas residencias ten
- Me alegra que hayas podido venir, sé que el palacio no es tu lugar favorito. – Luana sonrió cuando su hermana ocupó el sillón frente a ella.Julietta vestía un hermoso vestido amarillo que no combinaba en absoluto con las bolsas moradas debajo de sus ojos negros. Estaba enojada y no se molestó en ocultarlo, incluso le había hecho una reverencia cuando entró en la habitación, y eso claramente era una mala señal.- Para qué estamos los súbditos si no es para obedecer a la reina. – las palabras fueron ácido en su boca.Luana suspiró cansada. Realmente no estaba de humor para iniciar una pelea.- ¿Ya escuchaste la gran noticia? - le preguntó mientras les hacia un gesto a sus damas para que se retiraran. Ellas obedecieron de inmediato.- No me parece una gran noticia. – contestó cortante.- Ah, ¿no? – Luana la miró un poco sorprendida.Julietta negó con la cabeza ofuscada.- Dime por favor que Monsëri no es un pretexto de mi madre para sacarme del reino. –su hermana la miró a los ojos y
Sus damas no habían dicho nada el siguiente día de la visita del rey, ni tampoco lo hicieron al siguiente cuando Luana salió del baño envuelta en su bata de seda, con los ojos sin brillo y la cara más pálida que de costumbre.- El rey le ha enviado esto, su majestad. – Marga la miró sonriente. – Quiere que se lo ponga para recibir a... los invitados.Marga se encogió al recordar la clase de invitados que se hospedarían en el palacio. Anne y Dian también parecían nerviosas por la llegada de las hadas, aunque intentaban disimularlo moviéndose de aquí para allá en la habitación para no poner más nerviosa a la joven reina. Luana se mordió el labio aterrorizada, todo debía ser perfecto esa noche. Respiró profundo obligando al miedo en su pecho a ablandarse y se concentró en el enorme y absolutamente maravilloso vestido verde brillante de mangas largas que se abrían en cascada al llegar a las muñecas y que tenía detalles plateados en su corpiño y a lo largo de su amplia falda.Se lo puso en