Luana no le dirigió la palabra a Carleena durante dos semanas.Se levantó todos los días sin rechistar, se dio un baño, se vistió con los escandalosos vestidos de la mujer, estuvo dispuesta a escribir en un cuaderno cada horrible sueño que la atormentara durante las noches, e incluso practicaba los ejercicios mentales que la princesa le enseñó y que consistían principalmente en despejar su mente o en concentrar sus pensamientos en su presente, en lo que estaba haciendo, y no dejar que cualquier otro pensamiento la interrumpiera. Era más difícil de lo que Luana pensó, nunca podía completarlos porque los recuerdos se arremolinaban en su cabeza cada que se disponía a llevar a cabo los ejercicios. Siempre terminaba vagando en lo que había sucedido, en su familia, en Magreen, en no saber si era una invitada o prisionera en ese lugar. Y luego pensaba en la cueva del cantor. En lo que había dicho.La única forma de sacar la magia del objeto de su ser, era que muriera. Y ella no sabía qué pe
El frío del acero le rozaba la piel.La daga bajaba por su barbilla como una caricia amenazante y se acercaba peligrosamente hasta su cuello. Luana se quedó inmóvil. No podía respirar. Estaba totalmente paralizada en medio de aquella oscuridad absoluta. Un roce del acero contra su piel y de inmediato la sangre saldría a flote. Un roce y sería historia.Una risa horrible se extendió por el lugar. Ella no podía distinguir nada más que sombras y oscuridad, pero sabía que se trataba de la criatura que la sostenía. La criatura sin rostro. Luana se estremeció ante el sonido. No parecía de este mundo.– Mira ese falso color de tus ojos, mira lo que te ha hecho esa bruja… -murmuró. La voz salió como un susurró escalofriante, ronca, sin vida, y muy vieja…. - Pronto estarás en casa, pronto volverás a donde perteneces y traerás a esa bruja contigo, la traerás a mi… Y en cuanto la criatura terminó de hablar, retiró la daga de su garganta.Y luego la arrojó a la oscuridad.***No le había contad
Julietta estaba sentada con la espalda muy recta en una de las muchas estancias que albergaba el palacio. Admiraba las obras de arte que seguramente habrían estado colgadas en esa pared durante varios siglos. No eran realmente un espectáculo para ella, las pinturas eran hermosas, sí, pero Julietta las había visto tantas veces ya que, en vez de maravillarse, le parecieron terriblemente aburridas. Sin vida. Sin embargo, sus ojos recorrieron cada centímetro de los cuadros y del resto de la estancia, necesitaba distraerse, necesitaba apartar los sentimientos que la invadían al estar sentada allí. Respiró profundo intentando mantener los nervios a raya.– ¿Crees que tarde mucho? - le preguntó en voz baja a su madre, quién estaba entretenida inspeccionando sus cortas y elegantes uñas. Un gesto habitual en ella. - Esto me está dando muy mala espina…Contraria a Julietta, la postura de su madre era relajada. No había nada en su expresión que mostrara una señal de tensión o nerviosismo. Ningú
Carleena se marchó la mañana siguiente. Su despedida fue breve y consistió en una nota recordándole a Luana que siguiera haciendo algunos de los nuevos ejercicios mentales que le había enseñado. No hubo ninguna señal de Edmund durante ese día.Luana no se movió de la sala, se decía a sí misma que no lo estaba esperando, pero cada vez que escuchaba algún ruido extraño en el exterior se le aceleraba el pulso. Era ridículo. Ni siquiera sabía si el príncipe se había marchado junto a su hermana, tal vez tenía mejores cosas que hacer, obligaciones y todo eso…Cuando anocheció tampoco había ninguna señal de su presencia.Ella intentó dejar de pensar en él. En cómo sus ojos se oscurecieron al contarle lo que les había sucedido, en lo perturbado que pareció cuando le contó sobre el dios de la muerte. A Luana se le puso la piel de gallina al recordarlo. Ella no durmió esa noche y dudaba que pudiera hacerlo hoy, no solo por la cantidad de preguntas que ellos no habían respondido sobre toda la
Las voces de las personas fueron lo primero que Luana escuchó cuando Edmund y ella se adentraron en la aldea, los tambores seguían resonando por los alrededores y hacían vibrar el suelo rocoso, y las calles estaban iluminadas por las piedrecitas flotantes que Carleena le había mostrado cuando visitaron la cueva del cantor.Todo el lugar parecía haber salido de un sueño. Uno maravilloso.En cuanto se adentraron por las viejas calles de la aldea, las miradas comenzaron a surgir entre los demás habitantes. Luana se tensó, todo el lugar estaba lleno de orejas puntiagudas y dientes afilados, definitivamente esto era la pesadilla de cualquier niño humano, pero, se dio cuenta de que, aunque habían despertado cierta curiosidad de parte de los demás, las hadas intentaban darle a Edmund y a ella su propio espacio, ninguno se acercó cuando vieron al príncipe de Magreen llegar allí, seguramente su presencia ya era una costumbre, ni tampoco parecieron sorprendidos de ver a una humana entre ellos.
Edmund no tuvo que decir mucho más para que Luana se pusiera en movimiento. Ambos corrieron como locos entre los árboles, la urgencia de él por llegar a la casa le indicó que algo muy malo estaba a punto de ocurrir.Luana supo que no estaba soñando cuando sintió el roce helado de las almas a su alrededor. Fue como si un viento invernal rodeara el lugar y le cubriera la piel. Las voces susurrantes le retumbaban en los huesos. – ¡No te detengas! - le gritó Edmund y la jaló del brazo cuando se dio cuenta que tenían acompañantes.La oscuridad le impedía ver parte del camino y en un descuido su pie derecho se enredó en una raíz que sobresalía de la tierra. Luana cayó boca abajo en el suelo y sintió que su cara impactaba contra la tierra, pero el dolor pasó a segundo plano en un instante porque tuvo la sensación de que sus huesos se convirtieron en hielo. No podía moverse, todo su cuerpo se había transformado en polvo, y a su alrededor se había formado una niebla espesa que le impedía ver
– Lo que tienes que hacer, es crear una señal para ti misma.Luana alzó las cejas confundida mientras miraba la expresión pensativa de Edmund. Los últimos días él no había estado mucho tiempo en la casa, ya que debía estar visitando Dragons Breath constantemente para supervisar algunas de las cosas que estaban planeando allí. Sin embargo, hoy se había tomado el tiempo de ayudarla a practicar los ejercicios que le había enseñado Carleena para controlar sus sueños.Ninguno había mencionado lo sucedido antes del ataque de los muertos.Dioses, ella casi lo había besado. Eso era una completa locura en su situación, ¿no?Él parecía haber evitado aquel tema por completo, y eso solo hizo que ella agradeciera que no hubiera ocurrido. Pero, por otra parte…Luana se dio cuenta de que no había dejado de mirar sus labios.– ¿Qué quieres decir con crear una señal? - dijo ella apartando la vista inmediatamente y dirigiéndola hasta los ventanales tras de él.– Me refiero a que podrías empezar a entre
Aquella mañana el sol no parecía estar de buen humor y las grises nubes inundaban el cielo de CaltuliaLuana apenas se había despertado cuando sus damas de compañía entraron en sus aposentos para servirla como cada día. Al verlas tan sonrientes y entusiasmadas por comenzar sus labores esa mañana ella no pudo evitar suspirar exasperada. ¿Cuándo sería el día en que podría quedarse recostada allí por solo unas horas más?Tal vez si tenía suerte y lograba convencer al rey, podría escabullirse unos días a su casa de campo en las afueras de la capital. Allí por lo menos podría estar sola en las mañanas.Sus doncellas le prepararon un baño de agua tibia con esencia de lavanda, el aroma preferido de su esposo. Luana se quedó en la bañera un largo rato disfrutando de la sensación del agua rozando su cuello y sintiendo su presión en el resto de su cuerpo, ya tenía los dedos arrugados cuando sus doncellas le incitaron a salir. El rey quería verla para el desayuno y estaba retrasada.Sin muchos á