Los cuervos aterrizaban junto a los cuerpos ensangrentados en busca de alguno para devorar ese día. Ella se puso de pie, sin recordar muy bien cómo había llegado allí. Las cenizas en su boca casi la hicieron vomitar. Eso era lo que había en todas partes, cenizas. Luana dio un paso débil hacia el horizonte, su cuerpo apenas y podía mantenerla en pie y amenazaba con doblarse en cualquier momento y hacerla caer de rodillas. Ella miró el lugar, aterrada. Un maldito campo de batalla. Maldición, prácticamente era una masacre. El cielo estaba teñido de un gris oscuro, y los picos de dos de las enormes montañas al fondo casi se perdían entre el humo del lugar. – ¡Luana! - escuchó un grito a lo lejos. Ella miró a su alrededor asustada. – ¡Luana! - volvieron a llamarla, y ella elevó su vista al cielo. ¿Dónde? ¿Quién la llamaba? La voz se le hacía muy familiar, pero no podía reconocerla. Un movimiento. Ella bajó los ojos al suelo y el corazón le latió con fuerza. Los cuervos se habían
Los relojes colgados en la pared del estudio de la mansión se habían estropeado.Era eso, o de alguna forma el mundo había logrado que los segundos se sintieran como horas y los minutos como una eternidad.Al parecer era la única que lo notaba. Últimamente su padre estaba tan ocupado intentando convencer al rey sobre que ellos no tenían nada que ver en la desaparición de Luana y enviando sus propios equipos de búsqueda por los siete reinos que casi ni lo veía. Sabía que estaba haciendo todo lo posible para proteger a la familia, debía encontrar a Luana antes que la guardia real y al mismo tiempo, asegurarse de que ni Julietta o su madre terminaran en un calabozo por traición.Todo había cambiado en los últimos días.Henry había muerto.Luana había sido condenada a muerte y luego había sido raptada por hadas desconocidas.Su familia había sido confinada en la mansión.Los Oklar… murieron también.Su padre estaba a punto de perder la cabeza.Y su madre…Julietta levantó la vista para ob
Luana había despertado aquella mañana pensando que las estrellas también cubrirían a Starlight durante el día. No podía esperar para volver a admirar los destellos que cruzaban el cielo, pero para su decepción, cuando se asomó por la ventana el sol apareció como una brasa de fuego intensa y le calentó las mejillas.Ahora que la luz le daba una buena visión del lugar, pudo distinguir el verde de las plantas, era más intenso que cualquiera que hubiera visto antes, exactamente como lo había imaginado la noche anterior. También había muchas montañas, tan enormes que rodeaban el horizonte casi por completo, como si estuvieran protegiendo el lugar. La vista era hermosa, pero, lo que Luana no había imaginado ver allí, era la pequeña aldea a unos pocos kilómetros de donde estaba, casas de colores tan brillantes que le hicieron cerrar los ojos, incluso en la distancia. Definitivamente tenía ganas de ir allí, pero, tenía primero que asegurarse que lo que Carleena había dicho era verdad, y que e
Los ojos de Luana ardían.Ni siquiera sabía cómo se había puesto de pie al día siguiente. Carleena no estaba bromeando cuando le avisó que saldrían antes de que saliera el sol, de hecho, el cielo nocturno aún conservaba algunas estrellas fugaces en lo alto.Se había dejado el cabello suelto, y los mechones negros le caían en cascada por la espalda y se camuflaban con la capa con capucha del mismo color que Carleena había insistido en que usara. Había buscado en el armario algo que pudiera ponerse y gracias a los dioses había encontrado un vestido lila con detalles plateados y mangas largas. Se ceñía a su cuerpo, pero podía soportar ese detalle. No sabía de dónde había salido, no lo vio el día anterior…Tal vez… tal vez Rut se lo había dejado. Aún no sabía quién era o si existía, la había buscado por la casa después de que le llevara la comida y la nota para agradecerle, pero no encontró a nadie. La casa estaba vacía.– ¿Piensas decirme de una vez a dónde vamos? - le exigió saber Luana
Luana no le dirigió la palabra a Carleena durante dos semanas.Se levantó todos los días sin rechistar, se dio un baño, se vistió con los escandalosos vestidos de la mujer, estuvo dispuesta a escribir en un cuaderno cada horrible sueño que la atormentara durante las noches, e incluso practicaba los ejercicios mentales que la princesa le enseñó y que consistían principalmente en despejar su mente o en concentrar sus pensamientos en su presente, en lo que estaba haciendo, y no dejar que cualquier otro pensamiento la interrumpiera. Era más difícil de lo que Luana pensó, nunca podía completarlos porque los recuerdos se arremolinaban en su cabeza cada que se disponía a llevar a cabo los ejercicios. Siempre terminaba vagando en lo que había sucedido, en su familia, en Magreen, en no saber si era una invitada o prisionera en ese lugar. Y luego pensaba en la cueva del cantor. En lo que había dicho.La única forma de sacar la magia del objeto de su ser, era que muriera. Y ella no sabía qué pe
El frío del acero le rozaba la piel.La daga bajaba por su barbilla como una caricia amenazante y se acercaba peligrosamente hasta su cuello. Luana se quedó inmóvil. No podía respirar. Estaba totalmente paralizada en medio de aquella oscuridad absoluta. Un roce del acero contra su piel y de inmediato la sangre saldría a flote. Un roce y sería historia.Una risa horrible se extendió por el lugar. Ella no podía distinguir nada más que sombras y oscuridad, pero sabía que se trataba de la criatura que la sostenía. La criatura sin rostro. Luana se estremeció ante el sonido. No parecía de este mundo.– Mira ese falso color de tus ojos, mira lo que te ha hecho esa bruja… -murmuró. La voz salió como un susurró escalofriante, ronca, sin vida, y muy vieja…. - Pronto estarás en casa, pronto volverás a donde perteneces y traerás a esa bruja contigo, la traerás a mi… Y en cuanto la criatura terminó de hablar, retiró la daga de su garganta.Y luego la arrojó a la oscuridad.***No le había contad
Julietta estaba sentada con la espalda muy recta en una de las muchas estancias que albergaba el palacio. Admiraba las obras de arte que seguramente habrían estado colgadas en esa pared durante varios siglos. No eran realmente un espectáculo para ella, las pinturas eran hermosas, sí, pero Julietta las había visto tantas veces ya que, en vez de maravillarse, le parecieron terriblemente aburridas. Sin vida. Sin embargo, sus ojos recorrieron cada centímetro de los cuadros y del resto de la estancia, necesitaba distraerse, necesitaba apartar los sentimientos que la invadían al estar sentada allí. Respiró profundo intentando mantener los nervios a raya.– ¿Crees que tarde mucho? - le preguntó en voz baja a su madre, quién estaba entretenida inspeccionando sus cortas y elegantes uñas. Un gesto habitual en ella. - Esto me está dando muy mala espina…Contraria a Julietta, la postura de su madre era relajada. No había nada en su expresión que mostrara una señal de tensión o nerviosismo. Ningú
Carleena se marchó la mañana siguiente. Su despedida fue breve y consistió en una nota recordándole a Luana que siguiera haciendo algunos de los nuevos ejercicios mentales que le había enseñado. No hubo ninguna señal de Edmund durante ese día.Luana no se movió de la sala, se decía a sí misma que no lo estaba esperando, pero cada vez que escuchaba algún ruido extraño en el exterior se le aceleraba el pulso. Era ridículo. Ni siquiera sabía si el príncipe se había marchado junto a su hermana, tal vez tenía mejores cosas que hacer, obligaciones y todo eso…Cuando anocheció tampoco había ninguna señal de su presencia.Ella intentó dejar de pensar en él. En cómo sus ojos se oscurecieron al contarle lo que les había sucedido, en lo perturbado que pareció cuando le contó sobre el dios de la muerte. A Luana se le puso la piel de gallina al recordarlo. Ella no durmió esa noche y dudaba que pudiera hacerlo hoy, no solo por la cantidad de preguntas que ellos no habían respondido sobre toda la