***************LEO****************
—Lorey —articulo su nombre, al mirarla muy preocupado—. Lorey, responde —le pido al ver que aquella no reaccionaba a mi llamado—. LOREY —la nombro más fuerte y, recién en ese momento, parece despertar de sus pensamientos—. Lorey... —llevo mis manos a su fino rostro y comienzo a limpiar sus lágrimas, bajo su atenta mirada (la cual es de extrañeza).
—Leo... —susurra mi nombre y, después de eso, se lanza a mi pecho y comienza a llorar sobre él.
Yo, mucho más preocupado y angustiado, solo me limito a envolverla con mis brazos, muy fuerte, para después cargarla hasta llevarla a una de las bancas del solitario parque en el que estábamos y, ahí, empiezo a consolarla.
Paso muchos minutos, sobando su espalda y acariciando sus brazos con suavidad, a la vez que me pregunto el por qué se había puesto a llorar ahora.
«No recuerdo haber dicho nada ofensivo», me digo algo confuso al recordar cada una de mis palabras.
«Solo el dije lo del espejo, pero... no sé si el