La mañana de ayer, me levanté con el hombre que amaba charlando sobre lo emocionados que estábamos por la boda de nuestros sueños. La mañana de hoy, me desperté en una habitación de hotel barato con los ojos hinchados de tanto llorar.
No habría boda, no habría un final feliz para mí, no tendría la familia con la que soñé. Me había quedado prácticamente sin nada. Sin un techo, y a saber si Andrew tendría la decencia de devolverme mi ropa. Lo único que me quedaba era mi trabajo. Uno al que he vuelto a encerrarme en mi cubículo para sumergirme en lo mío, los números.
Trabajo para Belmonte Raíces, es una inmobiliaria de buen tamaño dedicada a lo que hacen todas las inmobiliarias: comprar y vender inmuebles. Y yo, que tenía casi tres años de graduada de administración de empresas, trabajaba en ella desde entonces. Que comparta el mismo apellido en el nombre de la empresa no es una coincidencia.
Su dueño es mi padre, Belmonte Raíces es una empresa familiar. Una en la que me gané mi puesto por más que mis compañeros lo quieran negar. Es obvio a este nivel que mi papá me odia y no daría ni dos centavos por mí, es decir, él no me regaló este puesto por ser su hija.
No le interesaba a mi padre. Desde que cumplí la mayoría de edad, dejó de pasarme el dinero de la manutención obligatoria o dirigirme la palabra a excepción de circunstancias especiales. No me dejaba entrar en su casa, no me llegó a responder los mensajes de felicitaciones de navidad. El excepcional primer y último regalo que me dio Sergio Belmonte en su vida, fue una pasantía en esta empresa.
Comencé siendo pasante durante mis años universitarios, después ascendí a trabajadora temporal y ayer me ascendieron a trabajadora fija. Sabía que estos años de lucha habían dado resultado por mis esfuerzos. Aunque los demás no lo pensarán, y tampoco supieran de un valor llamado empatía.
—¿Es verdad que la dejaron por su hermana menor? — escucho del otro lado de mi cubículo.
—Dicen que se van a casar en la misma fecha — vuelvo a escuchar de otra voz.
—Pobrecita. Cómo pudo venir a trabajar hoy — habla con lástima una tercera voz.
Muerdo el lado interior de mi mejilla, tomo varias carpetas de mi escritorio y me levanto de mi silla. Tenía que alejarme de allí y es lo que hago. A medida que me paseo por la oficina, siento que me siguen con las miradas los demás trabajadores. Es martirizante, pero avanzo con la cabeza en alto y sin avergonzarme.
Yo no había hecho mal, ellos habían hecho mal. Continuaba teniendo mi trabajo. Mi gran orgullo. Este día sería mejor, y todo se pondría en orden.
—Marianne — me detiene la voz de Andrew a mis espaldas — Te necesito en la sala de juntas.
Giro para ver a ese infiel darme órdenes. En su impoluto traje bien planchado, y con su rostro bien lavado. Percibo cómo somos el centro de atención y cómo no me le puedo negar al que potencialmente será el accionista mayoritario de esta empresa en unas semanas.
Entro en la sala de juntas como me lo pide, él cierra la puerta y baja las persianas para más privacidad. Somos el show de la mañana para el resto de los empleados. Juraría que uno se está agachando para ver más de nuestras reacciones, cómo pasan del estoicismo a la repugnancia.
—¿Qué quieres? Sé rápido — le corto con dureza.
Él se sorprende con mi reacción, mete sus manos en los bolsillos de su pantalón y adopta una postura recta.
—¿Dónde pasaste la noche? ¿De dónde sacaste ese vestido si tengo toda tu ropa en mi departamento?
Pasé la noche en un hotel económico con desayuno incluido. Saqué el vestido de mi costurera, le expliqué mi situación en la madrugada y cómo no podía ir con la misma ropa dos veces al trabajo o perdería mi dignidad laboral. Ella se compadeció de mí.
—Esos no son tus problemas. Siguiente pregunta — vuelvo a cortarlo. Esto lo logra irritar, pero aprieta sus labios y continua.
—¿A cuál dirección te envío tus pertenencias?
Aquí es donde mi semblante tiembla. No tenía un sitio dónde guardar mis cosas. Estaba en la calle. Esa gran certeza me aterra y dan ganas de llorar.
—Puedo… hacer que te las envíen a mi otro departamento de soltero. Podrías quedarte allí hasta que consigas dónde alquilar — ofrece.
Su propuesta me sorprende no de buena manera. Esto debía ser una gran burla hacia mi persona.
—¿Ahora sí te importa lo que sea de mí? ¿Te hubiese interesado más cuando estabas metiéndote en las piernas de mi media hermana? ¿O cuando la embarazaste? ¿No era mejor en esos momentos? — le recuerdo.
—Esto también es tu culpa Marianne — suelta agotado.
—¿Disculpa? — digo ofendida.
—Te has negado en tener sexo conmigo desde que somos novios. Hace un año. Soy un hombre, tengo mis necesidades — argumenta.
Mi pecho duele ante su acusación. No mentía en eso, no habíamos tenido sexo a causa de mi petición. Era virgen. Por convicción, tal vez por traumas que no quiero admitir, por los consejos de mi madre, por miedo de que me dejarán después de entregar mi cuerpo.
—Fue una condición que tú aceptaste. Quería esperar hasta nuestro matrimonio. Si no creías en lo mismo que yo, me lo hubieses dicho como un verdadero hombre — me defiendo. Él me sonríe y niega como si fuera una tonta.
—¿Qué hay de tu inutilidad para poner a tu padre de mi parte? Sabes lo importante que es para mí la compra de las acciones de esta empresa. No intercediste en mi favor ni una vez. Eres una incompetente.
Yo que creía que mi pecho no podía sentir más dolor que ayer, estoy experimentando uno más poderoso en este instante. Lo está admitiendo. El origen de esta relación.
—¿Comenzaste a cortejarme porque creías que como la hija mayor de Sergio tenía alguna clase de influencia en él? — quiero que mi voz no suene adolorida, pero suena.
—En un inicio, sí — confiesa sin estar particularmente orgulloso de eso.
Mi boca se contuerce y mis ojos luchan por no llorar. Él se da cuenta de ello, se molesta con mi expresión.
—Oh por favor, no vayas a llorar de nuevo. Así son los matrimonios en nuestros círculos sociales. Son negocios. No sabía que eras la hija renegada por cómo hablaban de ti en esta empresa — explica — En cambio, con Amanda ha sido tan sencillo, estoy a unas firmas de que me vendan las acciones. ¿Ves de lo que te hablo?
Toda mi relación había sido una farsa. Claro que lo había sido. En cuál cabeza cabía que un empresario de familia adinerada como Andrew se fijaría en mí, en la verdadera yo. Una asalariada más que luchaba por llegar al final del mes con la suerte de tener el apellido que tiene. Me trago mis lágrimas y lo miro como la escoria que es.
—¿Terminaste? — pregunto con dureza, él me ve con la misma dureza — Tengo trabajo pendiente. Deja de gastar mi tiempo, todavía no eres mi jefe hasta dónde sé.
Por fuera sueno entera y digna; por dentro estoy temblando. Si Andrew llegaba a comprar esas acciones, sería el dueño mayoritario de esta empresa, mi jefe, y sabía que me terminaría despidiendo. Me quedaría sin trabajo. Era mi final.
—Tu padre quiere almorzar contigo y con Amanda — informa a mis espaldas.
Quedo paralizada ante esa información. Él me pasa por el lado satisfecho.
—No podrás negarte esta vez. Ese sí es tú jefe actual — se burla de mí mientras me pasa por el lado y se va de la sala.
….
No sé cómo mi vida pasó de un sueño a una pesadilla en menos de 24 horas, pero esta era mi vida, mi pesadilla. Una en la que debía conservar mi trabajo al costo que fuese, o por lo menos, hasta que pudiese conseguir otro y Andrew asumiese la presidencia. Por eso es que estoy siendo recibida por una de las empleadas de la casa de mi padre.
He sido invitada a su casa principal para almorzar, esa en la que vive con su segunda esposa y con Amanda, como la familia feliz. La señora que trabaja aquí me conduce hacia el amplio jardín con piscina, específicamente hacia la mesa en la encantadora terraza con mi padre, mi madrastra y mi media hermana.
Tomo asiento donde está libre, y no hablo. En lo que me siento las risas y plática amena que estaban teniendo, se corta. Soy una intrusa en su felicidad, siempre lo he sido.
—Marianne, nos alegra que hayas podido darnos un espacio para comer con nosotros. Tenemos ciertamente mucho de qué hablar — saluda mi madrastra.
Ella es una mujer muy elegante, diplomática y hermosa. Todas esas características atrajeron a mi padre. Ah, y con dinero por supuesto. Esa fue la característica que enamoró a Sergio y lo hizo serle infiel a mi madre para estar con ella.
—No sé de qué podríamos hablar los cuatro. Lo que se debía decir, se ha dicho. Amanda está embarazada del que hasta ayer era mi prometido. Se casarán. Lo demás es un adorno — digo con una sonrisa artificial en el rostro.
Una que avergüenza a las dos mujeres, menos a Sergio, este me ve con irá y como si yo fuese el problema.
—¿Continuarás con tu actitud inmadura? Eres la mayor, es tu responsabilidad dar el ejemplo — impone Sergio.
Tengo que morder mi lengua. ¿Cómo podía ser el ejemplo de una hermana que me odia y que nunca dejaron fuese mi hermana real? Su obvia preferencia por Amanda, la había convertido en esto, en un monstruo.
—Padre, comprendo tu necesidad de guardar las apariencias y la paz en esta familia. Pero ¿para qué me necesitas a mí en esta ecuación? Prefiero que nuestra dinámica siga siendo la misma que siempre. Ignoren mi existencia, yo ignoraré las de ustedes y mantendré mi boca cerrada con dignidad — explico — Dicho esto. ¿Puedo retirarme?
—No, no puedes retirarte — dice sin pensarlo Sergio.
—¿Por qué me haces esto? — comento decepcionada.
—Porque es hora de que demuestres tu lugar en nuestra familia.
—¿Qué? — hablo confundida.
—Ayudarás a tu hermana a organizar su boda con Andrew — ordena.
Ya sabía que mi familia y mi ex prometido me odiaban, pero estoy confirmando que el destino también lo hace.
Tengo una lista interminable de humillaciones propiciadas por mi familia en mi memoria. La vez que vine a esta casa a arrodillármele a mi padre para que me diese dinero para el tratamiento de mi madre. La vez que Amanda y su madre me regalaron una caja con ropa usada y rota, porque “necesitaba vestirme mejor”.Pero pedirme que ayude a organizar la boda de mi ex pareja con su amante embarazada, que es mi media hermana, esa debía ser de las más sádicas en la lista.—No ayudaré a Amanda a organizar su boda con Andrew. ¿Por qué haría tal cosa? — digo lentamente como dando tiempo a mi padre de confesar que esto es chiste de mal gusto.Sergio me mira con desaprobación, Amanda lo hace con una sonrisa que intenta esconder mientras come de su ensalada de frutas.—Es decepcionante que no decidas ser una mejor persona con este asunto. De no serlo, me obligaré a reconsiderar tu contrato en nuestra empresa. Escuché que conseguiste firmar para ser una empleada fija — amenaza.Tendría que gritar y o
Estoy en una nube de placer de la que no me quiero bajar. Los besos van y vienen, al igual que las caricias a mis piernas desnudas. Me retuerzo entre las sábanas blancas y disfrutando de la calidez del hombre sobre mí. No quiero que esto nunca acabé.—Eres hermosa, Marianne — susurra él a mi oído.—Tú también eres hermoso — susurro yo sonando tan atrevida como nunca había sido.Muerdo su labio con delicia y eso lo anima a ir a más rápido. La forma en la que está entrando y saliendo de mi cuerpo, me hace soltar muchos gemidos lastimeros que ni sabía podía hacer.—Si es mucho para ti, dímelo… — suena contenido.¿Mucho para mí? ¿Qué cosas decía? ¿La pequeña incomodidad o la pizca de dolor que sentía al inicio? Eso no es nada en comparación al placer que me domina. El sexo era lo mejor del mundo, ni sé a qué le tenía tanto miedo.—¿Si es poco para mí también debo decírtelo? — digo acariciando su rostro — Ve más rápido.Y más, y más rápido fue.…..Me despierto riendo. Sí, riendo y con un
Es bueno tener una amiga que se preocupe por ti. Giana me lo ha confirmado al dejarme dormir en su departamento en el sofá de la sala hasta que consiga un sitio que alquilar. Tendría que hacer maromas con mi presupuesto y esperar mi nuevo salario al final de mes para tener una suma decente. No es que sea mala en mis finanzas, es que he ido pagando algunas deudas de mi madre y mi salario no era uno muy grande.Tenía un sitio donde quedarme que no fuese un hotel por las siguientes noches. Eso es tranquilizador. Yo estaba muy, muy tranquila con respecto a mi vida y a mi lugar en el universo. De eso me convenzo en el ascensor de mi trabajo. Respiro hondo y aprieto como si me fueran a robar mi maletín.—¿Estás pensando otra vez el desconocido de anoche? — pregunta divertida Giana.—No. Estoy pensando en que hoy será un buen día — hablo con optimismo. Ese que sentía, muy, muy dentro.—No es que quiera arruinar tu positivismo, pero ¿no sentiste como raro el ambiente en recepción? — dice preo
Como la virgen que había sido durante casi toda mi vida, el bochorno que estoy sintiendo por tener así de cerca a mi compañero de tragos y cama, es nuevo para mí. Cabe destacar que no planee acostarme con mi nuevo jefe, por igual, cabe destacar que mi reacción instantánea es la de bajar la mirada y encoger mi torso en esta silla. Si me escondo, tal vez, solo tal vez no me vea. —Como les iba diciendo, Luciano está a cargo de las operaciones en el sector inmobiliario de las empresas Brown en nuestro país. Junto a su experiencia y los contactos que tiene en el resto del mundo, esperamos abrir nuestras alas. Como ha sido la petición de una gran mayoría de ustedes — mi padre habla con un toque de resentimiento notorio. Él no quería hacer esto por voluntad propia, ahora que sí leo los documentos en la mesa puedo descubrir que del 60% de inversiones netas poseía, le vendió un 50% a Luciano, un 4% a la firma de Andrew y el 6 % restante lo conservó él. Luciano Brown de alguna forma dio una
Luciano está todavía enfrascado en muchos documentos esparcidos en la mesa. Está rayándolos mientras los analiza con su lapicero. Percibo una mueca de burla. Sus labios son muy expresivos al igual que sus ojos.—No soy licenciado. Ni me considero un señor. Hemos iniciado nuestra primera disputa laboral por lo visto — comenta — Tú me puedes llamar Luciano, ya que hemos entrado en confianza rápido.Se me revuelve el estómago con ese comentario insinuante. Si tenía la breve esperanza de que no me reconociera y hubiese bebido más que yo, estaba acabada. Dicho esto, tenía varias opciones:Opción A: Aceptar lo que había ocurrido. Rogar por su discreción y que olvidásemos lo que pasó.Opción B: Negarlo hasta la muerte. Él se podrá acordar, yo no.—Disculpe, pero debe estarme confundiendo con alguien más. No considero que hayamos “entrado en confianza rápido”. No más rápido de lo que lo haya hecho con los otros accionistas, por supuesto — digo escogiendo el camino de la perdición. La opción B
Ella no me cree en lo que me escucha. Pero mi cara de culpa, vergüenza y dolor, la convence. No solía mentir, no en estas cosas.—Muérete. Estás mintiendo.—¿Qué más quisiera yo que estar muerta? No lo estoy — me lamento.—¿Él te reconoció? ¿Qué te dijo sobre eso? ¡Pudieron hablarlo! — desea saber agitada.—No tuve ni una oportunidad de esconderme. Me reconoció en el sitio. Pidió hablar conmigo a solas, para entregarme el proyecto y para… insinuar que sabía quién era yo.—¡¿Qué le respondiste?!—Fingí no conocerlo. No me gritó u ofendió directamente, pero dijo en pocas palabras que creía que lo estaba negando para sacarle algún provecho más adelante. Que yo sí sabía que él compraría la empresa y lo usé a mi favor. Me llamó interesada — explico el motivo de mi amargura.—Qué irrespetuoso de su parte — se ofende como si se lo hubiesen dicho a ella.—Lo fue. ¿Podía ser más caballeroso conmigo no? ¿Qué tal despertarme antes de irse del hotel y darme su número en persona? ¿O qué tal ahorra
Mi vida en estas últimas dos semanas consistía de vivir de tragedia en tragedia. Otra muestra de esto lo estoy viviendo con los golpes constantes que escucho que vienen de al lado. No me pondré creativa con las adivinanzas, es el sonido que descubrí anoche hacia el espaldar de la cama de Giana contra la pared. Sí, ella está teniendo sexo con el chico de la cita del viernes pasado en su habitación.Este era un departamento tipo estudio, había una media pared dividiendo “la única habitación” y esta área con sofá y cocina. Faltaban paredes, el sonido flotaba a diestra y siniestra. Digamos que he sido una oyente privilegiada de cosas que no quiero oír.Trato de acomodarme como en cinco posiciones diferente en el sofá de su sala y de taparme los oídos con la almohada que tengo. No lo consigo, se sigue escuchando todo claro, tan claro, que me siento una pervertida.—Derek, ve más lento, la cama está sonando mucho — Giana cree que dice en voz baja.—No se debe escuchar. Si no tú amiga nos ha
—Marianne Belmonte. Hermana de la novia — digo con una sonrisa siniestra. —La hermana… de la novia — menciona lentamente. Es como si me quisiera decir algo que se ahorra — ¿Desea champagne? Los invitados están reunidos en el living room, la cena estará lista en pocos minutos. Tomo una de las copas porque sé que la necesitaré y en lo que camino al área que me indica, mi trayecto se detiene de golpe al ver al resto de los invitados esparcidos en los distintos muebles de este sitio. Una de mis tías tiene un vestido azul profundo largo en compañía de sus perlas para eventos especiales. Otro amigo de papá tenía un smoking. Las amigas de Amanda en esa esquina están vestidas una más espectacular que la otra y con maquillajes muy elaborados. Esta no era una reunión con vestimenta informal y algo casual, todos están vestidos con ropa formal. Incluyendo a la novia, que se está acercando a mí triunfal y victoriosa. ¿Es sorprendente que la novia, alias mi hermana, esté acortando nuestra dist