—Marianne Belmonte. Hermana de la novia — digo con una sonrisa siniestra. —La hermana… de la novia — menciona lentamente. Es como si me quisiera decir algo que se ahorra — ¿Desea champagne? Los invitados están reunidos en el living room, la cena estará lista en pocos minutos. Tomo una de las copas porque sé que la necesitaré y en lo que camino al área que me indica, mi trayecto se detiene de golpe al ver al resto de los invitados esparcidos en los distintos muebles de este sitio. Una de mis tías tiene un vestido azul profundo largo en compañía de sus perlas para eventos especiales. Otro amigo de papá tenía un smoking. Las amigas de Amanda en esa esquina están vestidas una más espectacular que la otra y con maquillajes muy elaborados. Esta no era una reunión con vestimenta informal y algo casual, todos están vestidos con ropa formal. Incluyendo a la novia, que se está acercando a mí triunfal y victoriosa. ¿Es sorprendente que la novia, alias mi hermana, esté acortando nuestra dist
—¿Entenderme en qué, si podría ser más específico?—Si lo de la otra noche fue producto de mi imaginación, y estás segura de ello. ¿Por qué rehúyes de mí?—No estoy rehuyendo de usted. ¿Por qué habría de hacerlo? Debe haberlo malinterpretado.—¿No? Debías facilitarme el estudio de mercado de la propiedad, ayer. No lo hiciste — acota con un ligero reproche.—Se lo hice llegar con mi compañera, Maite — le corrijo extrañada.—No he recibido nada hasta donde sé — resuelve.Un resbalón como ese no me lo podía permitir. Exploro en mi laptop y doy con el estudio, lo amplio en la pantalla y se lo acerco a Luciano.—Lamento, el inconveniente. Acá está, para que le dé un vistazo… ¿o lo prefiere impreso? — ofrezco suavemente atenta a su reacción.Luciano acepta darle un vistazo desde mi computadora, pero la cantidad de preguntas que me hace de las gráficas me obliga a estar cerca de él señalándole lo que deseaba. Apenas podía concentrarme con tal cercanía, el corazón me late a millón y estoy pér
Es interesante cómo la mente humana funciona en un episodio maniático. Veme aquí habiéndole propuesto matrimonio a mi jefe en un ataque de ira. Él no mejora mi bochorno al tomar el control de su escritorio y presionar para que las persianas bajen automáticamente para resguardarnos de los curiosos. Después, junta sus manos en una plegaría. El silencio de la oficina me está matando de los nervios. —¿Viniste bebida a trabajar? — pregunta paciente. —No estoy bebida. Ni-ni drogada — me defiendo titubeando. —Suenas y actúas como una persona intoxicada a mi parecer — él recuesta su rostro de una de sus manos. —Pero eso no te importó al acostarte conmigo aquella noche ¿verdad? Aquí Luciano se enseria, endereza y me mira oscuramente. De la accesibilidad a la coraza lo veo transformarse en cuestión de segundos. —Si quieres ir por el camino del chantaje. Retráctate. Tú y yo sabíamos lo que hacíamos. Ambos lo disfrutamos. ¿O dirás que abusé de ti? Piénsalo dos veces. No lo hice. —¿Los dos
A una semana del desastre de la tienda de vestidos de novias, la perversa de la mujer que me gasto como madrastra no ha parado de insistir con que le pasé el nombre de mi supuesto prometido. Pero lo único que he conseguido de esa infame app de citas han sido veinte dickpics, cinco propuestas de sexo casual y horas de frustración. No tengo a nadie a quien llevar a esa fiesta.Jaló de mi cabello desesperada y estresada. Tales son esas emociones en mí, que me doy cuenta de que me arranco un mechón de cabello que me quedo mirando con ganas de llorar.—Estoy preocupada por ti. Te lo digo en serio — me comenta sentándose a mi lado en mi cubículo Giana. Ella me ha traído un café que me ofrece — Un mocca, para que te abra el apetito y podamos ir a almorzar como el resto del piso.Era hora de la comida, apenas había una compañera en la cabina privada para videoconferencias al fondo del pasillo. Me dedico a mi computadora.—No tengo hambre. Debo conseguir un hombre para esta noche — le aviso a
América, América de Belmonte es el nombre de mi detestable madrastra. Pero es que su nombre lo detesto tanto que trato de no recordarlo. Ese nombre era el que mi madre repetía sin parar enferma, responsabilizándola a ella de la destrucción de su matrimonio. Desde joven lo pude comprender, que más culpa tenía mi padre que su amante en la enfermedad de mi madre. Aun así, mamá estaba ensimismada en responsabilizarla a ella. América, esa rompe hogares. América, esa cualquiera extranjera.Su nombre era como el de un fantasma que prefería no invocar. Un fantasma para mí, es inquietante la reacción de la propia América con Luciano. Pareciese que él fuese su fantasma.—América — regaña disimuladamente mi padre a su esposa — Esa no es una pregunta apropiada que hacerle a mi sucesor.—¿Cómo que a tu sucesor? — pregunta aterrorizada a Sergio — No me hablaste de ello.—¿Desde cuándo te han importado los nombres de mis socios, mujer? — dice despectivamente, se dirige después a nosotros — ¿Intercam
Una madrastra en el suelo, un aparente novio que salió de la nada y más alcohol en mi sistema del que debería tener. Ese es un resumen de la escena que estoy viviendo en estos momentos. Con América desmayada, Sergio no tarda en reaccionar. Mi padre la lleva en brazos, más atrás sale gritando y alarmada Amanda. Mi ex prometido, antes de irse detrás de su futura familia, me da una mirada asqueada.—¿Crees que la bruja haya muerto? — le pregunto a Luciano.—No lo creo, la grama tuvo que amortiguar la caída — responde mientras ambos vemos a los invitados acumularse bajo la carpa a donde la llevan — Y las brujas, nunca mueren.—Al igual que los mentirosos. ¿Por qué les dijiste que eras mi pareja? ¿Los mojitos se te subieron a la cabeza o qué? — indago confundida y separándome de él.—Puede ser — dice detallando mi cartera. Se la quito de las manos.No confío en Luciano. No sé qué está planeando o por qué ha decidido que es una buena idea estar conmigo justo ahora. Hay alboroto por dónde an
Ser una agente de bienes raíces de un proyecto de tal envergadura como el New Century, requiere de características como elocuencia, distinción, elegancia y mordacidad. Y la verdad es que Marianne Belmonte sólo finge que esos detalles son propios de su identidad mientras vende para llevarse el pan a la boca. De lo contrario, no me esforzaría en tener otra personalidad frente a un cliente.Pero, una cosa era ser mi “yo del trabajo” y otra mi “yo normal”. La primera requería de concentración, descanso y asertividad. Cosas que siento me estoy esforzando por dar en este recorrido por las inmediaciones del centro comercial a medio construir.—¿La obra cuándo finalizaría? — cuestiona Ernesto, uno de los secretarios del empresario que es un potencial comprador. Él no pudo venir en persona por su agenda.—Prevemos que al finalizar el segundo trimestre del año. Actualmente estamos adelantados con la misma como puedes apreciar — explico al hombre mientras caminamos a través de las paredes blanca
Recopilo fuerzas para contenerme, pero no lo hago de la manera que quiero. No hay forma en la que Luciano me pueda acompañar a ver ese departamento. No la hay.—¡No me puedes acompañar a ver ese departamento! — la voz me sale más alta y chillona de lo que quisiera.—¿Por qué no? Yo te enseñé el mío. ¿O es que me ocultas algo? — bromea conmigo.—¿Qué necesidad hay de que quieras ver dónde viviré? Es innecesario — digo a la defensiva.El ascensor se abre en la planta baja, y mis pies se dirigen a la salida del ascensor. Tengo un zapato fuera cuando escucho la voz de Luciano. Firme y contundente.—Sal del ascensor y no habrá boda entre los dos.El miedo me llena hasta el último rincón. Le miro asustada. Él se ve imperturbable, y dista del Luciano juguetón que he conocido. He logrado ponerlo de malas, quizás a la defensiva también.—Comencemos con las reglas de este acuerdo, Marianne. No me gusta que me lleven la contraría cuando sé que tengo la razón.—Eso es totalmente subjetivo… — digo