Capítulo 8: El precio de la venganza

Ella no me cree en lo que me escucha. Pero mi cara de culpa, vergüenza y dolor, la convence. No solía mentir, no en estas cosas.

—Muérete. Estás mintiendo.

—¿Qué más quisiera yo que estar muerta? No lo estoy — me lamento.

—¿Él te reconoció? ¿Qué te dijo sobre eso? ¡Pudieron hablarlo! — desea saber agitada.

—No tuve ni una oportunidad de esconderme. Me reconoció en el sitio. Pidió hablar conmigo a solas, para entregarme el proyecto y para… insinuar que sabía quién era yo.

—¡¿Qué le respondiste?!

—Fingí no conocerlo. No me gritó u ofendió directamente, pero dijo en pocas palabras que creía que lo estaba negando para sacarle algún provecho más adelante. Que yo sí sabía que él compraría la empresa y lo usé a mi favor. Me llamó interesada — explico el motivo de mi amargura.

—Qué irrespetuoso de su parte — se ofende como si se lo hubiesen dicho a ella.

—Lo fue. ¿Podía ser más caballeroso conmigo no? ¿Qué tal despertarme antes de irse del hotel y darme su número en persona? ¿O qué tal ahorra
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