Se fueron todos los invitados y Leya se despidió de sus padres, entre risas y lágrimas.

—Hija, no tienes idea de lo orgulloso que me siento de ti, te ves tan hermosa —dijo Warnier con lágrimas en su rostro—. Si me muero pronto, moriré feliz.

—Papá nunca pensé que te expresarías de esa forma, y no digas que vas a morir, apenas está comenzando esta historia. —Leya tomó la mano de su padre, ella lloraba de alegría y también de tristeza al imaginar que su padre podría morir.

—Déjame abrazarte, hija mía, eres la mujer más hermosa de mi familia, la más dulce y la más noble.

—Papá, te amo, te amo mucho. —Leya nunca le había dicho te amo a su padre, nunca había tenido una cercanía tan especial como la que estaban teniendo desde que él se arrepintió de no haberla protegido.

—Ya llegó la limosina que los dejará en el aeropuerto, tendrán que viajar a todos lados con guardaespaldas, no te preocupes por tu madre ni tampoco por Catia, ellas estarán protegidas, te lo prometo.

—Gracias papá, gracias