Capítulo 41: El eslabón pérdido

—Nos volvemos a encontrar, princesita —murmuró una voz que me crispó la piel—. No intentes nada y métete en el auto —ordenó.

Miré con desesperación a cada persona que pasaba por mi lado, pero nadie notó mi miedo, nadie intentó ayudarme.

Con el corazón latiéndome en la garganta, me giré y entré a la Tahoe negra que estaba estacionada frente al banco. Mario estaba sentado a la derecha y Anton se deslizó a la izquierda, junto a mí.

El conductor puso el auto en marcha, rumbo al infierno. No esperaba menos del lugar al que me llevarían.

El Don está muy enojado contigo, Natalie —siseó Mario—. Fuiste muy valiente al dispararle a Leo, pero no hiciste un buen trabajo.

Un nudo apretado bajó por mi garganta. Leo estaba vivo y lo menos que quería era verlo de nuevo, lo

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