[...] —¿Estás lista? —Valentino preguntó desde atrás, rodeando la cintura de Atenea mientras ella tenía los ojos vendados.—Sí, estoy lista —respondió emocionada—. Date prisa, estoy nerviosa.—Bien, ya puedes ver —le quitó la venda, revelando ante ella una escena que la dejó sin aliento.—¡Sorpresa! —exclamaron todos al unísono.Atenea se quedó sin palabras al cruzar completamente la puerta hacia el jardín trasero de la mansión. Sus ojos se abrieron de par en par al descubrir la sorpresa que le habían preparado su familia y amigos. El jardín estaba transformado en un escenario de ensueño, con luces suaves que se entrelazaban entre las ramas de los árboles. Una larga mesa estaba adornada con manteles blancos y arreglos florales frescos, mientras que en el centro brillaba una gran fuente de chocolate rodeada de frutas exóticas y dulces tentadores.El aroma delicioso del asado a la parrilla flotaba en el aire, mezclándose con el dulce perfume de las flores. Música suave y alegre llenaba
***Un incómodo silencio los envolvía mientras se encontraban sentados uno frente al otro bajo el frondoso árbol del jardín principal. Holly lo miraba fijamente, mientras él apenas podía sostener su mirada. No quería perderse en esos bellos ojos de nuevo, solo para que luego ella se marchara y le dejara un vacío aún mayor en el pecho.—¿Cómo has estado? —preguntó ella.—Bien, supongo —respondió Clodan encogiéndose de hombros, esta vez atreviéndose a mirarla—. ¿Y tú? ¿Cómo ha sido tu vida?.—He estado viviendo con mi madre y mi hermana —contestó, una leve sonrisa de alivio asomando en la comisura de sus labios—. Mi madre está mejor de salud y mi hermana consiguió un buen trabajo, lo que nos ha ayudado con los tratamientos médicos.—Me alegra escuchar eso —murmuró—, pero... quiero saber cómo has estado tú desde que te fuiste.—Necesitaba tiempo para mí, para sanar. Pasaron muchas cosas en ese momento, lamento haberme ido.—No te disculpes, estabas en tu derecho. Siempre respeté tu decis
***Llegaron al apartamento a trompicones, entre besos apasionados y suspiros entrecortados. Holly se aferró a sus labios mientras él los recibía con avidez, saboreando su suavidad adictiva. El hombre se relajó al sentir su cercanía, devorándola contra la puerta, explorando su boca con la suya. Ahora que estaban juntos de nuevo, comprendió cuánto la había echado de menos, que de verdad estaba muriendo sin ella. —Clodan... —gemía ella entre besos, quitándole apresuradamente el traje y la camisa—. Quítame la ropa rápido.Ambos estaban urgidos, ansiosos por sentirse piel contra piel. Clodan se despojó de su ropa, dejando solo los pantalones, mientras ayudaba a Holly a deshacerse de su lindo vestido, dejándola solo en bragas contra la puerta. Se detuvo un momento para admirarla, pequeña y hermosa, con el rostro sonrojado de vergüenza y la piel luminosa y lechosa, invitándolo a tocarla.—Eres preciosa —le gruñó antes de volver a besarla—. No sabes cuánto he deseado esto, Holly.La levantó
POV ATENEAMe desespero. Ha pasado una hora maldita desde que Cayetana entró al baño. Si seguimos así, nuestra despedida de soltera será solo esperando a que ella termine de arreglarse el trasero.Layla ya está lista. Se encuentra frente al espejo de la cómoda de Cayetana, retocando el labial y el rimel. Lleva puesto un vestido rojo sugerente que disimula su creciente panza, tacones bajos, el cabello suelto y un bolso. Si no se viste como perra esta noche, es principalmente por Dimitri, que la celaría hasta con su propio bebé en el vientre, y segundo, porque está embarazada y no quiere que su panza resalte tanto.Nuestra boda es en una semana, y ella quiere lucir como una diosa, deseando que el vestido le quede perfecto. Pero claro, una cosa es querer estar en forma y otra llevarlo a cabo. Es todo lo contrario a ella, porque desde que está embarazada, come como una cerda, y a veces llora cuando le digo que está gorda. Dimitri se enoja conmigo por eso. Me pide que sea más cuidadosa por
***[...] Los nervios eran sus fieles compañeros en ese instante. Una tras otra, las chicas emergían de la majestuosa mansión, portando hermosos ramos en sus manos y luciendo vestidos de novia que abrazaban sus figuras con gracia.Eran casi como imágenes sacadas de un cuento de hadas. Las telas blancas exquisitas estaban adornadas con diamantes relucientes, delicadas flores y encajes sutiles. Lo que las distinguía era el estilo de cada diseño: princesa, sirena, corazón, sin mangas; todos deslumbraban con su belleza única. Eran las novias más radiantes del momento.Cinco limusinas aguardaban frente a la mansión, cada una lista para llevar a una de ellas por separado, considerando lo engorroso de sus voluminosos vestidos. Aunque se percibía nerviosismo en el aire, las sonrisas no abandonaban sus rostros. Una a una, abordaron los vehículos que partieron al instante, escoltados por un séquito de vehículos que seguían sus pasos.Cuando Holly, Loraine, Cayetana, Layla y Atenea llegaron al l
—¿Matrimonio? ¿Casarme? —repite Valentino con incredulidad ante las palabras de su padre—. No hagas ese tipo de bromas, no es gracioso.Su padre suspira, pellizcando con impaciencia el puente de su nariz. Luego, mira a su hijo, quien mantiene el ceño fruncido, esperando su respuesta.—No es broma —aclara—. Hoy mismo se envió la propuesta de matrimonio por escrito a los Volkova en Rusia. Te vas a casar.—¿Estás loco? —su entrecejo se hunde más—. ¿Me has llamado aquí para esta tontería? No me hagas perder el maldito tiempo.—¡Entiéndelo, Valentino, es necesario que te cases con un Volkova! —estalla, lo que provoca que su hijo se ponga en pie, llevando una mano a su barbilla, para luego mirarlo con reproche.—¿No te das cuenta de lo que dices? Estamos hablando de boda, papá, no seas ridículo —espeta.—Solo será por un año, este matrimonio será contractual —su padre también se pone de pie, acercándose a su hijo para colocarle una mano en el hombro—. ¿Podrías hacerlo?.—No. —aparta la mano
Atenea suspiró aburrida ante las recomendaciones de sus padres mientras la despedían en el aeropuerto. Le recordaron la importancia de ser educada, evitar la grosería y mantener la compostura propia de una Volkova.—Ate —su hermana se acercó disimuladamente para susurrarle algo al oído —metí todos tus juguetes favoritos y algunos preservativos, por si acaso —le dijo —si tu esposo no cumple, me llamas; allá tengo muchos amigos italianos, ¿de acuerdo?—¡Eres la mejor, hermana! —la abrazó disimulando mientras sus padres las miraban con recelo —¿Las correas también están ahí? —le preguntó en un susurro.—Por supuesto —se separó sonriente —todas tus prendas favoritas también.—No se hagan las tontas, sé de qué están hablando —interrumpió su madre —Ya te lo dije, Atenea, debes...—Sí, mamá, ya te escuché —rodó los ojos —ser educada, no armar escándalos y toda esa tontería de ser una noble respetable.—Escucha a tu madre, Ate —su padre se acercó y la abrazó —Cuídate y, por favor, te lo ruego
—Definitivamente nos vamos a largar de regreso, Atenea —su amiga la mira mientras los hombres colocan el equipaje en la habitación— ¿Quieres seguir con esto? Mira a esa mujer de hace un momento, ¿Es su mujer? Por el amor de Dios.—Vamos, Layla, me duele la cabeza —se queja haciendo una mueca— ¿Qué más puedo hacer? El contrato entre las familias ya se ha firmado. Solo quiero poner fin a todo este tormento de una vez por todas.—¿Vas a soportar a esa mujer de hace un momento? Estoy segura de que ese tal Valentín o Valentino, como se llame, está haciendo todo esto a propósito.—Me tiene sin cuidado —se encoge de hombros.—¿Por qué lo tomas tan fácil? ¿No te importa en absoluto que tenga otra mujer?.—Oye, ¿Por qué debería importarme un completo extraño? Eso no es asunto mío; ella seguramente fue su novia antes de que yo llegara —se frota las sienes con frustración—. Además, es mejor para mí que haya otra mujer para que le caliente la cama, porque por mi parte no recibirá ese tipo de aten