Capítulo tres:Asuntos de la Nobleza.

El palacio de Rigar de Rosei; era el quinto más grande, con jardines llenos de rosas y claveles, que rodeaban el lugar y se encontraba a un kilometro de la ciudad de Breñas, que es donde ocurre la mayor parte de esta historia. Uno en el centro e incluso una cascada que se logró mediante un acueducto desde la montaña más cercana, y servía además para regar sus tierras. Rigar pasaba gran parte del día en las tierras; vigilando a los trabajadores, y cuidando que no le ocurran revueltas como el caso de la mina de Alfredad. Mientras tanto su esposa Carolina, solía revisar los estados de cuenta, como pasar largos ratos en la biblioteca. En tanto a Charlotte, desde el momento en qué se entero de la maldición, entrena casi ocho horas diarias para poder soportar el poder de está. A diferencia de los plebeyos que desconocen su reflejo o sus poderes hasta los quince, los Nobles tienen pequeñas muestras de este desde muy pequeños, y es lo que Charlotte práctica.

Su reflejo se relaciono con la naturaleza, debido a su belleza como a su fiereza. Es capaz de extender grandes líneas de enredaderas envueltas en espinas y rosas, tanto las líneas como elementos vegetales que ella puede manejar, tienen una resistencia variable como proveer de distintas habilidades, no todas relacionadas con la naturaleza vegetal.

—Golpea más duro, que sucede contigo en estos días—le decía su maestra, Canras de Nolia perteneciente al gremio de maestros mágicos especializados en combate. Su reflejo se atribuye a su actitud extricta, por lo que poseía la tan conocida magia mineral enfocada en hierro, de una apariencia delgada y ágil, un rostro alargado y una trenza sostenida por una linea roja, vestía un traje similar al empleado en karate salvo por el uso de botas largas, como de un color rojo. En este momento le enseñaba la tan conocida forma marcial de Ajedraz, especialmente el Jacta;que consistía en el manejo de látigos algo que va con Charlotte debido a un látigo espinoso que podía crear, aunque en este momento aprendía lucha cuerpo a cuerpo golpeando un costal.

—¡Es lo mejor que puedo!—dijo Charlotte al momento de golpear.

—¡Puedes hacerlo mejor! ¡Qué acaso no quieres parar tu maldición!—grito Canras al momento que dio un puñetazo al costal partiendolo por la mitad sorprendiendo y asustando a la niña.

—Sí, pero no hemos desayunado.

—Perdona.

Canras, había sido entrenada en tiempos de la invasión de Run-dai hace unos diez años;en esos tiempos los niños con el poder suficiente eran entrenados, para formar parte de las filas de apoyo. Ella sobrevivió a la conocida brigada infantil, de la cual solo volvieron setenta miembros de quinientos, aunque lo hicieron con honores, pues se ganó la guerra y por ende una gran parte del territorio de Run-dai.

—¿Cómo va su entrenamiento?—dijo Carolina durante el desayuno.

—Lo hace bien, pero le falta entusiasmo, como a mi hace unos años—contesto Canras.

—Comprendo—Carolina miró de reojo a su hija y al verla distante, dijo casi alzando la voz —¡Charlotte! Come rápido el entrenamiento aguarda, pareces pensativa.

—Solo recordaba que solía jugar con Doroty después de desayunar, hace mucho que no la veo.

—Doroty no está maldecida cómo tú, además, tu entrenamiento debe ser prioridad para soportarlo, o es que quieres perecer.

—¿Qué no se necesita que alguien me auxilie?—dijo Charlotte molesta.

—Sí, pero Canras dijo que tienes un potencial muy grande, tanto que ella duda que siquiera exista alguien que pueda soportarla.

—Pero...

Una sola seña de su madre hizo que callara, por lo que Charlotte bajo la cabeza y siguió comiendo, pensando que lo peor de su maldición no era está en si, sino el aislamiento que ocurría por esta causa. Hace apenas un mes y medio, su madre era llamada la santa, solía portarse amable con todos incluso los plebeyos. Pero desde ese día dejó de serlo, y solo se dedico a vigilar a Charlotte, así como todo el daño que esa maldición podría hacer. Los días de entrenar eran tediosos, Canras era demasiado extricta aunque eso no le molestaba, pues siempre que las prácticas terminaba ella solía ir a pasear a los alrededores, donde se encontraba con los animales de aquellas regiones y así tener un poco de calma, algo que no era del agrado de Canras.

—Ella debe entrenar mucho más señora.

—Entrena ocho horas diarias, cinco horas estudia, además de que le acabo de decír que es muy probable de que no encuentre apoyo debido a su condición, ya debe estar más que precionada, y no quiero hacerlo más.

—Eso lo sé señora, pero estuve investigando sobre la maldición, y tal parece que no es la única, hay registros...

—Se a lo que te refieres, no me inmescuido en los libros por puro ocio, y es por eso que no quiero ocasionarle un daño mental, no quiero destruirla antes que la maldición, ya es muy duro para ella, no lo haga más complicado.

Pero tales palabras no convencían a Canras, cada entrenamiento era más duro, y a pesar de la aprobación del padre, ya empezaba la desaprobación de la madre que desencadenaba enfrentamientos entre estos.

—Canras tiene razón cariño, Charlotte se debe esforzar mucho si quiere vivir.

—Eso lo se, pero si la maldición no es solo eso, sino lo que hacemos con ella.

—Ella entrenara, por ella y por el honor de los Rosei, fue una tonta por dejarse engatusar por esa bruja o lo que sea.

—¿Es acaso lo único que te importa?

Una cachetada fue lanzada sobre Carolina, pero esta la detuvo, pues ella había venido de padres golpeadores y abusivos, y se estaba llevando una gran decepción de su esposo. Así como Charlotte de sus padres, que al ver tal escena no soporto y salió corriendo del lugar, hacía la ciudad, pero no vio como un carruaje venía hacia ella, pero fue salvada por alguien inesperado.

—Mira nomas, deberías fijarte al cruzar—dijo el sujeto que la sostenía en brazos.

—¿Quién eres tu?

—Vaya la señorita no me recuerda, solo te diré que, básicamente salve a alguien de la misma forma que tú.

—Eres tú, el engreído plebeyo.

—Y tú, la hija de ese sujeto molesto.

Charlotte iba a contestar, pero se dio cuenta que no podía defenderlo, Achecar vio tal reacción que no supo que decir después de un rato.

—¿Te encuentras bien?

—¡Es algo que no te incumbe!

—Vaya carácter que tienes. Solo trato de ser solidario contigo y recibo una respuesta grosera, está bien. Nos vemos

Achecar estaba por irse del lugar, pero al ver de reojo, la forma tan triste en que se encontraba Charlotte, desistió de su decisión y volvió.

—Oye, dejame llevarte a tu casa.

—¿Por qué harías tal cosa con una Noble?

—Tal vez por cortesía, y porque eres una linda niña que puede ser víctima de ciertas personas tan desagradables, que esta palabra les queda corta.

Charlotte compredio, pero no podía permitir que un plebeyo la acompañará. Al ver a un hombre usando capa con capucha fue tras él para comprarsela.

—Señor, detengase.

—Me hablas a mi niña.

—Sí, tomé esta moneda de oro por su capucha.

—¿Qué dices? No vale tanto, pero escucha, si estas sola te puedo llevar a casa por un refrigerio.

—Ella se queda aquí, solo acepte la moneda y váyase—interrumpió Achecar al ver las intenciones del sujeto.

—Quién te cree...

Pero al ver el rostro prefirió simplemente darle la capa sin siquiera tomar la moneda, aunque Achecar se la arrojó.

—Soy yo, o te tuvo miedo—dijo Charlotte.

—Bueno soy temido por malos y respetado por los buenos, una meta de mi vida está cumplida.

—Tal vez solo quería ayudarme—agrego Charllote.

—Lo dudo, habría preguntado por tus padres, además de llevarte con los guardianes magicos.

—Ya entiendo.

—Eres algo lenta—, dijo Achecar al momento de ponerse la capucha—es algo grande.

—Te durará por mucho.

—Hablando de durar, que es esa manía de comprar cosas al primero que se te cruza.

—Bueno, he visto a mi padre hacer lo mismo, siempre optiene lo que quiere dando una moneda de oro.

—Que pésimo ejemplo te han dado.

—Eso no importa, gracias por ayudarme.

—No hay porque.

Los dos caminaron rumbo al palacio siguiendo un camino solitario, que sorprendió a Achecar pues ella había recorrido sola esa región antes. Pero no se atrevió a preguntar. En tanto Charlotte no levantó la mirada para verlo, simplemte siguió sus pasos, aunque el silencio la incomodaba. Por lo que decidió preguntar.

—¿Haz hecho algo de lo que no este enterada?

—No has recibido noticias de lo que sucede.

—Estoy muy ocupada haciendo otros asuntos.

—Bueno, hice una rebelión en la mina, ayude a un par de señoritas y asuntos relacionados, todo para ser reconocido como un buen chico.

—Debería creerte.

—Bueno, estoy siendo sincero contigo.

—Como se que no sólo te quieres ganar mi confianza para hacerme algo.

—Es un buen método de protección, pero no funciona así, ya que para empezar hemos llegado tan lejos de la ciudad y seguimos rumbo a tu casa.

Charlotte se percató de eso y se sonrojo, a tal punto que Achecar empezó a reír.

—Realmente eres alguien torpe y despistada, pero te ves bien colorada.

—¡Ya guarda silencio!

—No te preocupes, la confianza no se debe ganar con mentiras sino con acciones justas, y soy justo con lo que digo, además de solidario no te parece, pero no todos son como yo.

—Eso veo.

Al escucharlo y continuar, levanto la mirada y vio que Achecar era un poco más alto que ella, además de fornido, con la capa se veía muy raro y sobre todo le llamó la atención la espada de madera que cargaba en un hombro.

—Oye, ¿por qué traes eso? ¿Es un juguete?

—Lo es, por el momento, cuando sea grande forjare una del metal más fuerte de la región, mejor dicho del país. De donde yo vengo se le llama Katan una espada con un filo tan bueno que puede incluso partir árboles de un tajo.

—Eso significa que de donde vienes no usan la magia.

—Sí, pero no de la forma en que lo hacen por aquí, al reflejo le llamamos cubierta, y eso solo por que la usamos para cubrir el arma, pero aquí parece que poseen más poder que nosotros.

—Si eres tan fuerte para desafiar a un Noble, empiezo a creer que no.

—Ya veremos cuando crezca.

—Te vez seguro de ti.

—Sobrevivir al mar, te hace olvidar el miedo aunque lo tengas, veo el miedo en tus ojos, pero también la valentía, pero ahora siento duda.

—Tengo un problema que me obliga a hacer algo que no quiero, y a quitarme otras cosas.

En ese momento se percataron de que habían llegado, Charlotte lo llevó por una puerta de servicio eludiendo a los guardias. Y vieron, como a pesar de haber tardado tanto, no se habían percatado de la ausencia de su hija y sobretodo no parecían dejar de pelear, recordando una y otra vez la falla del otro.

—Ya veo, por que corriste. A que se refieren con entrenar.

—Debo hacerlo por una maldición, para poder soportarla.

—A mi la vida me arrebato la infancia, no dejes que ellos te arrebaten la tuya.

Charlotte lo miro a los ojos por primera vez y por primera vez no lo vio como un plebeyo, sino como un niño, uno que le daba confianza y seguridad.

—Achecar.

—Sí.

—¿Quieres ser mi amigo?—Achecar volteo a verla tras lo dicho por esta.

—Haz dicho eso de verdad.

—Por qué te mentiría, si ahora siento confianza por ti y, de verdad quisiera ser tu amiga—agregó Charlotte con cierta timidez.

—Sabes, no esperaba esto, pero realmente eres agradable, aunque algo torpe y despistada.

Esto último lo dijo dándole una palmada en la cabeza, haciendo que lo mirará directamente y ella le contestara con un golpecito en el abdomen, con este improvisado saludo, los dos prometieron verse a pesar de las circunstancias y sobre todo la clase social.

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