¿Enamorada Del Iceberg? 18.
Sus párpados se sintieron pesados y arenosos, eran más de las la pelinegra sorprendida sabiéndose descubierta.

—Señorita Pérez, estás no son horas de llegar. —Reprochó una voz conocida por Noa.

cuatro de la mañana. Bostezó para luego volver a meter el teléfono celular al bolsillo de su sudadera —carajo Noa —bufó con fastidio la morena dando otro largo bostezo, dió un brinco en cuanto la luz se encendió—. ¿Pero qué demonios...? —prorrumpió

—¡Betany! —exclamó la niñera sin saber que hacer, o decir al ama de llaves.

—Espero una explicación lógica señorita, ya va más de una ocasión donde usted llega a esta hora. —Dijo el ama de llaves de manera acusadora.

«Noa piensa, piensa algo y que sea rápido», formuló en su mente a punto del colapso buscando una explicación coherente, no sabía que hacer solo quería poner la cabeza en la almohada y dormir.

—¿Y bien? —volvió el ama de llaves a preguntar cruzandose de brazos, no se iría de ahí, mi dejaría ir a la chica hasta no obtener respuesta.
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