El mayor deseo de Irina era poder ver a su bisnieto en vida, y Julia le trajo esta nueva esperanza.
Apenas Julia entró por la puerta, la anciana tomó cariñosamente sus manos.
— Niña, has pasado por mucho. Qué tonta eres, si te hacen daño deberías decírnoslo a nosotras, para que tu madre y yo pongamos en su lugar a ese sinvergüenza.
Santiago frunció ligeramente sus cejas marcadas. Ya había traído a Julia a casa, ¿por qué no lo dejaban en paz?
Diana, muy atenta, le recibió el bolso y la acompañó a su habitación.
Apenas Julia se sentó, Diana pidió a la empleada que preparara leche caliente, demostrando un cuidado extremo.
Santiago permanecía tieso en el sofá, completamente ignorado por todos.
— Julia, ya mandé a que prepararan tu habitación de nuevo. Los primeros tres meses de embarazo requieren mucho cuidado, así que te quedarás aquí durante este tiempo. Mi suegra y yo te cuidaremos.
Julia sonrió incómoda. Si se quedaba aquí, ¿no tendría que ver a Santiago todos los días?
Giró la cabeza