Después de un largo silencio, al ver que él no reaccionaba, Luciana pensó que quizás había sido demasiado dura.Sintiéndose un poco avergonzada, tosió ligeramente para aliviar la tensión.— Este... no quise decir eso. Hablé por enojo, no te lo tomes a pecho.José levantó entonces la cabeza y le sonrió levemente:— No pasa nada, ni siquiera escuché bien lo que dijiste.Luciana llevaba un vestido de tirantes que resaltaba su figura a la perfección.Pero en la fría bodega, no tardó en empezar a temblar.José, al verla encogida abrazándose a sí misma, supo inmediatamente que tenía frío.Pero él tampoco llevaba chaqueta.Lo único que pudo hacer fue quitarse la sudadera.Al verlo empezar a desvestirse, Luciana se asustó y se cubrió instintivamente los ojos.— ¡Oye! ¿Qué haces? Sé que soy hermosa como una diosa, y es normal que los hombres no puedan contenerse, ¡pero eres un policía! ¡Controla tus deseos!José, al verla así, esbozó una sonrisa resignada.Luego, con la sudadera en la mano, cam
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