Capítulo 4

——De regreso con los alumnos——

Mientras la directora estaba teniendo una crisis nerviosa por lo dicho por Zander, este solo disfrutaba del espectáculo sentado cómodamente, en el patio en donde se había realizado el ritual, Lucien y los demás aún estaban aturdidos por lo que acababa de pasar. Pero ese estado no duró mucho tiempo, lentamente todos empezaron a asimilarlo y a salir de su estupor, y uno de los primeros en hacerlo fue Damián, quien se acercó soberbiamente a Lucien, sin que esté se diese cuenta.

—Jodido fenómeno—. Exclamó con ira tratando de asestarle una patada, pero se detuvo en seco al oír una voz que provenía de sus espaldas que le helo la sangre.

—Sr. Clin—. La voz de Titus era severa, y clavaba su mirada sobre Damián Clin, se veía del mismo modo que alguien que quería cometer un asesinato en ese mismo instante.

—Pr profesor Arrianus—. Damián tartamudeo, girando para mirar a su profesor a la vez que un escalofrío recorría su espalda.

—¿Qué quería hacer Sr. Clin?—. Pregunto el profesor alzando una ceja.

—Na nada Sr.—. Le dijo aterrado.

—A mí me pareció que quería agredir a uno de sus compañeros—. Le respondió Titus con indiferencia.

—Nn...—. Damián fue interrumpido por Titus una vez más con un semi gruñido.

—No trates de mentirme niño, espero verte después de la cena en mi oficina—. Le dijo en un tono de voz que no dejaba paso a réplicas.

Damián solo hizo una mueca agria, como aquel que ha comido un limón entero de golpe, a la vez que apretaba sus labios y puños para no decir nada, pero eso molesto aún más al profesor que con el seño fruncido le dijo.

—He sido claro—.

—Sí señor—. Respondió rápidamente.

Lucien veía toda la interacción desde la distancia, cuando Damián trato de golpearlo y había sido interrumpido por el profesor, Lucien se había alejado de ellos, tratando de evitar llamar la atención sobre sí mismo.

Una chica se acercó desde el final del grupo a paso lento y con voz temblorosa dijo. —Sr...—

—Si señorita Theodoriadi—. La chica se puso aún más nerviosa al tener las miradas de todos sobre sí misma.

—Emm esto...— Empezó a decir, sin saber cómo expresar lo que quería preguntar.

—Señorita Theodoriadi recobre la compostura y la etiqueta, ¿Qué es lo que desea preguntarme?—. Le dijo con dureza.

Diamantina Theodoriadi era la hija de un Barón, su apariencia, su estatus o si nivel mágico no la convertían en una de las chicas más queridas o populares de la academia, pero para su fortuna la gente se limitaba a ignorarla en busca de una presa mejor a la que humillar, fue así que, a pesar de sentirse mal por Lucien, se limitaba a ayudarle cuando no había nadie cerca.

—Profesor, esto emm—. Volvió a decir nerviosamente, mientras jugaba con sus manos.

—Señorita Theodoriadi hablé claro—. La chica salto levemente asustada.

—Sss sí—. Titus soltó un suspiro. —Que quería saber, ¿qué va a pasar con el joven Bonnet?—. Lo último había sido dicho en un tono de voz tan bajo, que de no ser por qué todos estaban guardando silencio no habrían sido capaces de escucharla.

Titus alzó una ceja, y la miro detenidamente, Diamantina Theodoriadi era una chica sencilla y amable, y volviendo a soltar un suspiro le dijo.

—¿A qué se refiere señorita Theodoriadi?—.

—Bu bueno, él mmm ¿él no logro invocar nada?—. Logro decir entre tartamudeos.

—Me está diciendo o me está preguntando—. Le dijo tajantemente.

—Yo yo—. La chica estaba tan asustada que estaba al borde del llanto, pero antes de que está pudiese empezar a llorar el profesor Arrianus le dijo.

—El examen del Señor Bonnet será suspendido de manera temporal hasta tener un veredicto de la directora—.

Lucien estaba nervioso ignorando todo lo que ocurría a su alrededor mientras se concentraba en el huevo que tenía entre sus manos, y que aquel chico que fue llevado por la directora le había entregado, según había dicho esa había sido su invocación, cada vez que lo miraba sentía como se le escapaba el aliento, el huevo estaba frío al tacto, y desde que ese chi... «Zander» la voz de Zander resonó en su cabeza con fuerza, desde que Zander se lo había entregado este había empezado a perder su brillo y a enfriarse a un ritmo alarmante. Lucien estaba asustado, trataba de calentar el huevo con sus manos, pero sus esperanzas y esfuerzos parecían no dar resultados, hasta que el huevo estuvo demasiado frío para estar vivo, y Lucien estaba entrando en pánico.

Antes de darse cuenta, ya todos se habían ido y solo quedaban el profesor Arrianus y él en el patio.

—Tranquilízate—. Le dijo en un tono amable, muy extraño en el huraño profesor, a la vez que tocaba suavemente su cabeza.

—Eee está fri frío—. Le dijo entre sollozos.

Titus suavemente tomo el huevo que estaba en las manos de Lucien, efectivamente el huevo estaba muy frío, si el huevo moría Lucien sería en el mejor de los casos solo expulsado.

—Mírame—. Lucien giro el rostro tratando de evitar mirarlo. —Te dije que me mires—. Le dijo un poco fastidiado. —Todo va a estar bien—.

Lucien sabía que el profesor Arrianus estaba mintiendo, que no había forma de que él lo supiera, pero aun así decidió creer en él. —Ss si profesor—. Le dijo ya un poco más calmado.

—Ahora vete a tu habitación, y no salgas de ahí hasta que yo u otro profesor vaya a buscarte—. Le dijo dándole otro toque suave en la cabeza antes de que se fuera

Lucien solo asintió con la cabeza y se marchó del lugar, sin darse cuenta que se había olvidado de llevar consigo el huevo dorado.

Lucien siguió las instrucciones de Titus, y se mantuvo encerrado en su habitación todo lo que quedaba del día, sin ver ni hablar con nadie, acurrucado en posición fetal debajo de sus cobijas tratando de ahogar sus sollozos.

——En otra parte de la academia——

Titus había llegado hace unos cinco minutos a la oficina de la directora, pero desde que llegó se había quedado parado debajo del marco de la puerta, viendo a la frenética directora caminar sin rumbo y al misterioso chico reír sentado a un lado mientras acariciaba a su familiar.

Sin poder seguir esperando a que la directora volviera a sus facultades, soltó un carraspeó obteniendo así finalmente la atención de aquellos que estaban dentro de la habitación.

—¿Profesor Arrianus?—. Le dijo la directora con confusión.

—Directora Regnard—. Le respondió este con calma.

—Zander—. Gritó el joven riendo, ocasionando que la tensión del lugar disminuyese. —¿Qué?—. Les dijo con un encogimiento de hombros.

—Compórtate—. Le dijo la directora de manera sería, y Zander le saco la lengua de manera infantil.

—Directora Regnard, respecto al joven Bonnet...—. Empezó a decir antes de ser interrumpido por la directora.

—¿Qué pasa con el hijo del Duque Bonnet?—. A pesar de preguntar en ese momento no le importaba mucho el problema en el que se hubiese metido ese chico, tenía cosas más importantes en las que pensar.

—Directora—. Empezó a hablar ya fastidiado. —el joven Lucien Bonnet fue el que trajo hasta aquí a ese chi...—.

—Zander, me llamo Zander, no te refieras a mi como chico, niño o de cualquier otra forma que no sea Zander—. Le dijo este perdiendo cualquier aire juguetón que antes tuviese.

—Bien, fue Lucien Bonnet quien trajo hasta aquí a Zander—. Repitió Titus ya cansado de toda esa situación.

La directora en unos segundos perdió todo color en el rostro, estaba pálida y sudaba frío. Zander rápidamente se acercó a ella y la guio hasta el sillón en el que momentos antes había estado sentado, en cuanto la mujer se sentó se desplomó sobre el asiento.

—¿Dónde está el joven Bonnet en este momento?—. Pregunto entre susurros.

—Lo he enviado a su habitación—. Le dijo Titus tranquilamente.

—¿Dónde... dónde está... el huevo dorado?—. Pregunto temblorosa.

—Lo he traído conmigo—. Dijo Titus mientras sacaba el huevo de su bolsillo.

En cuanto Zander vio el huevo corrió a recuperarlo, el huevo estaba frío, demasiado frío, y había perdido casi todo su brillo. Aquel huevo que una vez había parecido bañado en oro, no era más que un pedazo de hielo amarillo opaco, incluso las marcas negras habían empezado a desdibujarse.

—¿Qué pasó?—. Pregunto Zander asustado.

La directora al oír el tono de voz usado por Zander se puso aún más pálida, parecía que estaba por escapársele el alma. Aun así, se obligó a levantarse y entre trastabilleos llegó a lado de Zander y al ver al huevo en ese estado, la directora no resistió más y cayó desmayada en medio de su oficina.

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