Capítulo 4 Nuevo guardaespaldas

Franco se colocó su traje negro, cuando estuvo listo para su primer día de trabajo, bajó las escaleras y fue directo a la cocina, su madre lo envió a sentarse para servirle el desayuno.

Ella le insistía en que descansara unos días más, pero él prefirió empezar de una vez a trabajar para su padre. Además, ya había descansado, antes de volver a casa se había tomado varios días libres, y fue por eso que su novia de hace tres años lo dejó.

Habían estado separados mientras él estuvo en Irak. Una semana después de haber vuelto habían acordado venir para que ella conociera a sus padres. Pero antes de viajar, Franco se había ido a Verona a visitar a un amigo al que le habían amputado una pierna. Así le daba tiempo a ella para arreglaba las cosas en su trabajo, cuando volvió, ella rompió la relación incluso cuando le había explicado por teléfono la razón de su viaje.

—No te preocupes madre, ya descansé lo necesario antes de venir.

—Deja de tratarlo como un niño —se quejó su padre.

—Es el niño de mamá —dijo su hermana, pellizcándole una mejilla.

—¡Aush! —se quejó Franco— respétame soy mayor que tú —Fiorella lo ignoró y siguió a sentarse también para desayunar. Ella parecía disfrutar irritándolo.

Al llegar al edificio de Ferri Segurity, fueron directo a la sala de reuniones. Dante le pasó unos documentos a Leandro y este los firmó.

—El señor Burgos necesitará más personal para dentro de un par de meses —informó Dante.

—¿Y eso, por qué? —preguntó Leandro— Manuela, sigue con ellos, ¿no?

—Sí, de hecho, el señor Burgos y su esposa se mudarán pronto y solicitaron un equipo completo de seguridad, uno de sus asistentes, Maurizio Bruno nos hizo la solicitud, dijo que nos enviará los detalles la semana que viene.

Leandro detuvo lo que estaba haciendo en su computadora para prestar atención.

—¿Maurizio Bruno?

—Así es señor —a Franco le sonó familiar el nombre, pero no tenía la certeza, así que permaneció en silencio.

—De acuerdo, encárgate de eso, dales lo que pidan.

—Sí señor.

—Ángelo —dijo Leandro, era el turno del otro primo de Franco— ¿Qué tienes para mí?

—El nuevo personal que solicitó ha terminado su entrenamiento y están listos para sus asignaciones. Además, nos han llegado nuevos dispositivos de seguridad.

—Eso es perfecto —Leandro sacó un par de folders y se lo entregó— estos son los nuevos clientes que requieren de seguridad, asígnalos ahí.

Después de que terminaran su reunión y revisar algunos informes se quedó a solas con Franco, quien solo había estado observando.

—Y bien ¿yo que haré padre? —preguntó Franco cuando sus primos salieron de la sala.

—Te encargarás de la seguridad de Amanda.

—¿Qué? —hasta ahora no sabía porque estaba siendo tan obediente con su padre. Quizás era porque de verdad quería quedarse. Desde hace meses había sentido la necesidad de volver, como si algo lo estuviera llamando— ¿Porque ella? —Se atrevió a cuestionar— no quiero andar detrás de una niña mimada —como profesional no debía decir eso, pero ya era tarde para retractarse.

—Ella no es así, es muy responsable y trabajadora, lo de ayer estoy seguro que tuvo un mal día.

—Si claro.

—Franco —lo regañó su padre— te estoy dando esto, porque ella es muy importante. Su padre me confió su seguridad y es justo lo que haremos y también porque…

—¿Por qué?

—Necesito darle esto a alguien de confianza —su padre lo miró, directo a los ojos— y confió en ti, hijo —Franco tomó aire, se colocó de pie.

—De acuerdo ¿Cuándo empiezo?

—Ahora mismo.

***

Hasta ese momento Amanda había logrado callar cualquier pensamiento sobre Franco desde que se enteró de su regreso. Pero lo que Silvia dijo, hizo que se preguntara en como Franco había terminado trayéndola a casa. Se suponía que él estaba con su familia anoche.

—Uhm, que idiota —Se regañó a ella misma, es obvio, el guardaespaldas que logró burlar informó a Leandro apenas se dio cuenta que ella se había ido. Aun así, pensó que él no tenía por qué hacerse cargo.

—Buenos días, Señorita —la saludó su chofer. Ella le correspondió amablemente. Antes de entrar al auto.

“¿Pero, porque él fue por mí?” Siguió pensando ella. Sus recuerdos de anoche llegaban hasta donde estaba bailando con Julia en el club. Después de eso… “No, no recuerdo nada” Amanda sacó su teléfono y marcó el número de Luciana.

—Hola, Luciana —saludó ella en cuanto su amiga contestó.

—¿Estas de pie ya?

—Por supuesto.

—Vaya, Me sorprendes, anoche saliste tan inconsciente, que creí que no despertarías en todo el día hoy.

—Uhm, por cierto ¿Cómo me enviaron a casa?

—¿Qué? ¿no lo recuerdas?

—No, no recuerdo nada, tu misma dice que estaba inconsciente.

—Debí suponer que no lo recordarías —Luciana le contó. Desde el momento en que Franco apareció frente a ella.

—¡Hay por Dios! —Amanda y su amiga se despidieron. No sin antes que su amiga le dijera lo guapo, sexi y fuerte que es Franco, que con su metro noventa de estatura podría intimidar a cualquiera. Amanda le cortó antes de que siguiera diciendo más cosas sobre Franco. Era la primera vez que se comportaba de esa forma y fue justo en el momento en que lo vuelve a ver.

“Espera”

Ella no recuerda haberlo visto, así que, no pasa nada. No debería estarse preocupando por algo sin importancia. Se convenció de no darle más vuelta al asunto.

—Buenos días Jianna.

—Buenos días, Señorita Viena. Su padre llamó, dijo que se hiciera cargo de la junta de esta mañana.

—No hay problema, envíame los informes.

—Ya lo hice, señorita.

—Bien —Amanda se giró para ir a su oficina— ah, por cierto, comunícame con Giorgio —su secretaría asintió. Una vez dentro de su oficina, no tardó en empezar a trabajar. Unos minutos después su secretaría tocó a su puerta y luego entró.

—Disculpe señorita.

—Pasa Jianna, dime —dijo Amanda sin dejar de ver la pantalla de su computadora.

—La compañía de seguridad ha enviado un nuevo guardaespaldas.

—¿Ah sí? —Amanda se detuvo un momento. Se sintió culpable, era posible que despidieran al anterior por su culpa, con suerte solo lo reasignaron— compártele mi agenda y que espere, lo conoceré después de la junta —Jianna asintió, pero se quedó en el mismo lugar— ¿Qué pasa? —cuestionó, alzando la vista para verla.

—Es que... es muy guapo —Amanda Sonrió y negó con la cabeza.

—Entonces, ofrécele un café.

La puerta de la oficina de Amanda se abrió algunos minutos después de que Franco se tomara su café. Él se colocó de pie, pero ella iba en dirección contraria a él. Estaba concentrada en unos documentos en sus manos. Vestía una falda gris que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, una camisa blanca manga larga y un blazer gris, tacones negros. Su cabello de un color marrón chocolate estaba suelto y ondeaba en su espalda. Franco miró su figura alejarse mientras él se quedaba inmóvil en el mismo lugar.

—¿Se le ofrece algo? —la voz de Jianna atrajo su atención.

—¿Cuánto dura la junta?

—Una hora aproximadamente —Franco asintió mientras volvía a sentarse. Jianna lo miró unos segundos más. Tomó su agenta y se alejó también hacia la sala de juntas.

—¿Dices que alguien debe viajar a Valencia para verificar los daños?

—Así es, el gerente del hotel ha solicitado una renovación de esa área.

—Min-joon, ¿Podrías encargarte?

—Podría, pero deberá ser la próxima semana. Antes tengo programado una visita a Milán.

—Cierto, lo había olvidado.

—Bien. Viajaré yo, esta misma noche. Jianna coordina el vuelo.

—Señorita, quedó de reunirse con Giorgio mañana a primera hora.

—Pásalo para hoy, a la hora del almuerzo —Jianna asintió y anotó en su agenda.

—De acuerdo. Si no hay nada más, damos por terminada la reunión —todos se levantaron y salieron de la sala.

—Iré a organizar todo —Amanda asintió. Ambas se colocaron de pie y salieron.

Ella caminó hacia su oficina a paso ligero, cuando estaba más cerca sus pasos se volvieron lentos y se detuvo antes de llegar. La figura de un hombre alto la recibió, él tenía sus manos en sus bolsillos y la miraba con una media sonrisa. Su cabello era oscuro y lo tenía un poco más largo de lo que recordaba haber visto en una foto en la que aparecía con su uniforme de soldado, su piel bronceada, y sus ojos eran grises. Aun con su traje se podía ver que estaba en muy buena forma. No esperaba menos.

—Señorita, él es su nuevo guardaespaldas.

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