Capítulo 5 Acuerdos que comienzan y otros que terminan

  —Mi nombre es  Alonzo Costa, ¿ustedes trajeron a la señorita Victoria Asunzolo?

   —Así es, ella es mi mejor amiga, es como mi hermana.

   —Nombres por favor —dijo el detective sin prestar atención a la preocupación de Rebeka.

   —Rebeka Larsson y Diego Aguirre —contestó Rebeka seria, Diego sabía que esto no era algo usual, sabía que la policía podría entrevistarlos, pero un detective por una sobredosis en una discoteca, pensó que quizás se debía a que eran chicas millonarias.

   —¿Cómo obtuvieron esas pastillas?

   —No lo sé, ella no me dijo, pero estaba con un amigo, supongo que fue él quién se las dio.

   —¿Cómo consigo a ese amigo? —preguntó anotando en su tablet  y sin mirarlos.

   —No lo conozco —respondió Rebeka y ella misma notó que sonó mal—, es que lo conocí hoy, supongo que en cuanto Vicky despierte le pueda decir, sé que ella lo llamó.

   —Me dice que es como su hermana, pero no sabe cómo consiguió las pastillas, no conocé a sus amigos, ¿sabe algo acaso?

   Rebeka miró sus pies jugando con sus manos.

   —La señorita Rebeka Larsson no bebió esas pastillas, su amiga se las ocultó —intervino Diego e hizo énfasis en el apellido de Rebeka.

   —Una Larsson involucrada en asuntos de drogas —el detective chasqueó la lengua—. Supongo que usted es la pareja de la señorita Larsson —dijo el detective afirmando y no preguntando.

   —No…, respondió Rebeka, él llegó de casualidad, es mi amigo y compañero de trabajo.

   —Sé quien es, bueno, sé que trabaja en el gimnasio del hotel Larsson y que es Loki, el peleador de la noche en la inauguración del nuevo salón de pelea del casino Fortuna —el detective hizo una pausa mirándolos a ambos, pensó en como los vio abrazados, ella tenía ojos hinchados—. Necesitaré que me acompañen.

   —Yo no me muevo de aquí —dijo Rebeka levantando la voz—, ¿acaso me lleva detenida?

   —La verdad, usted no me importa, no creo que usted sea una distribuidora, pero el señor sí debe acompañarme y rendir declaración.

   —No es justo, él no hizo nada malo, solo nos ayudó —Rebeka estaba molesta—, demandaré a la ciudad, usted no puede tratarnos así…

   —Ya Rebeka, no tengo problema, puedo declarar, aunque no ayudaré ya que no sé nada.

   —Pues no, mi tío siempre ha dicho que no se puede confiar en la policía —El detective agrandó los ojos—, yo iré contigo, tan pronto sepamos el estado de Victoria —decretó Rebeka.

   —No podrán verla hasta mañana temprano, acompañenme.

   —No, Rebeka debe quedarse —dijo Diego tomando el brazo de Rebeka, pero ella lo miró con determinación en sus lindos ojos azules.

   —Voy contigo, y en cuanto me dejen ver a Victoria estaré aquí de nuevo.

   Diego fue entrevistado una y otra vez, él estaba cansado, pero el interrogatorio continuaba en un pequeño cubículo con una bombilla incandescente dispuesta para cansar aún más al entrevistado.

   —Dime la verdad, Diego, entrégame a tu jefe y te dejaré en paz.

   —No tengo nada, yo estaba entrenando, fui a la discoteca y vi a Rebeka pidiendo ayuda —dijo con los ojos arrugados por la fotofobia, estaba en realidad muy cansado.

   —Y entonces convenientemente tenías Narcan, ¿siempre andas con Narcan en el bolsillo? —preguntó con ironía—, acepta que estabas preparado porque estás distribuyendo esa porquería.

   —Soy el peleador de la noche de inauguración, pero también soy entrenador de varios peleadores, el Narcan puede salvar la vida de alguien con sobredosis —Diego no quería nombrar a Michael, el Narcan era una sustancia que contrarresta el efecto de opiáceos, hace un año Diego casi muere de una sobredosis y Michael vio que eso lo salvó, desde entonces carga una dosis en su bolsillo, Diego fingía no saber que Michael procuraba estar preparado por si él recae.

   —¿Sabes qué? —dijo el detective Alonzo acercándose mucho a Diego—, no te creo nada, lo que creo es que distribuyes pastillas que han sido un veneno en Europa, una porquería ligada con fentanilo que ha matado a cientos de jóvenes y lo haces para tu jefe Halcón.

   —¿Qué?... no es así —Diego pasó las manos por el rostro—, escúcheme bien, Halcón es un hijo de perra, no dude que sea capaz de cualquier cosa que se imagine, créame, si puediera ayudar para que ese hombre vaya a la cárcel, lo haría feliz.

   —¿Por qué debería creerte?, lo único claro aquí, es que eres un pobre diablo sin un quinto, aunque has hecho mucho dinero no tienes nada, tienes conexiones, pero prefieres estar cerca de escoria, este caso es muy fácil, Diego, te soltaré, pero como un rey, tu jefe pensara que lo entregaste y hasta allí llegó tu patética vida y lo sabes, por eso ahora tratas de negociar con la policía. 

   Diego puso ambas manos en la mesa.

—Te daré dos opciones, la primera: encierrame, no conseguirás nada en mi contra y sí muchos testigos de que no trabajo con ningún tipo de droga, quedarás en ridículo, pero también te ofrezco ayudarte a atrapar a ese miserable que me tiene la vida echa una M****a, te garantizo que no solo encontrarás drogas.

   —Te registraré y trabajarás para mí, si tienes que llevar micrófono o conseguir video lo debes hacer, ¿te pondrás en peligro, cuando según afirmas no tengo nada para encerrarte?

   —Digamos que es una deuda que tengo con el mundo, colaborar para sacar esa porquería de las calles, lo haré con gusto, pero borre del registro que la señorita Larsson y yo estuvimos aquí, no me haga sospechoso y le conseguiré más de lo que piensa.

   —¿Qué otra cosa viste?    

   —¿Cómo sé que puedo confiar en ti?

  El detective le mostró en su teléfono el video de una chica que celebraba su cumpleaños, una adolescente hermosa que sonreía a la cámara.

   —Es mi hermana, ahora está confinada a una silla de ruedas, está cuadrapléjica —el detective guardó su teléfono móvil y sus ojos brillaron—; para mí esto es algo personal.

   —Entonces tenemos un trato, te ayudaré a atrapar a Halcón —ambos hombres se dieron la mano.

   En cuanto Diego salió, Rebeka estaba dormida hecha un ovillo en una banca de la estación, Diego se sintió mal de verla en un entorno tan deplorable, por donde pasaba toda la escoria humana, ella aquí con su ropa de marca y clase, se le veía a kilómetros que no debería estar allí, se acercó a ella y acarició su mejilla con la punta del dedo.

   —Princesita —Rebeka abrió sus lindos ojos azules y se sentó angustiada, Diego estaba sentado en la banca junto a ella—, podemos irnos, todo está bien.

   —¿Pero por qué no te soltaban?, esto es un atropello, te juró que denunciaré a la policía, ya verá cuando mi familia se entere de lo que hizo ese detective…

   —Shh…, fue un error, me confundieron con un delincuente, pero todo está bien ya.

   Rebeka puso los ojos en blanco.

   —Tú no pareces un delincuente, si al caso vamos, la publicidad del gym y el casino te ha hecho figura pública.

   —Pero notaron que soy malo.

   Rebeka puso su mano suave de uñas perfectamente pintadas en su mejilla.

   —Tú no eres malo, Diego, solo lo aparentas, dios del engaño.

   Diego puso su mano sobre la de ella y la tomó, miró su palma, tan suave y perfecta, las manos de alguien que no ha tenido que hacer nada en su vida.

   —Vámonos princesita, olvidemos que vinimos, vayamos al hospital.

   —Sí, es lo mejor, si no decimos nada protegemos a Vicky del escarnio público, ella es modelo de pasarela, su madre es una renombrada psiquiatra que ha ganado no sé cuántos premios y su padre es artista, así que si los medios se enteran se la devoran, ella no necesita de esto ahora.

   —Cuenta conmigo para guardar el secreto.

     En el hospital estaba Michael en la habitación de Victoria, muy incómodo, ya Victoria estaba mejor, pero con la resaca más potente de su vida.

   —Vicky, estás bien, casi me matas del susto —dijo Rebeka abrazándola.

   —No es nada bruja, aunque la resaca me mata y esta es la almohada más incómoda que tuve en mi vida, una piedra sería mejor.

   —Las lápidas las hacen de piedra y no te la pondrán de almohada, pero sí sobre la tierra que te cubrirá en un lujoso cementerio —le dijo Michael en reprimenda, Victoria solo miró al techo tapando sus orejas.

   —Ay ¿de dónde salió este?, mira boy scout, yo ni te conozco…

   —¡Suficiente!... —dijo Rebeka en voz alta—, iré a ver si ya podemos irnos.

   Rebeka caminó hacia la puerta de la habitación y Michael le ofreció su teléfono móvil perdido.

   —Señorita, lo dejó en el suelo de la discoteca y se lo pude recuperar.

   —Muchas gracias…

   Rebeka tomó el teléfono y revisó las llamadas pérdidas, habían varias recientes de Luciano, vio que había un mensaje de la noche anterior que no había visto.

*Perdoname preciosa, diviértete, dejaré todo pago para ti y tu amiga, pero estoy muy ocupado justo ahora, te llamaré muy temprano para que pasemos el fin de semana juntos*

   A Rebeka le informaron que podía irse con Victoria, de regreso a la habitación de su amiga pensaba.

  «Lo necesitaba ayer, conmigo en la discoteca, estaba aburrida y sola y él trabajando, sin sacrificar ni siquiera la noche de un viernes, quien sabe, quizás tenga otra novia, siempre ocupado, ni he podido presentarlo a mi familia ¿cuánto sé de Luciano?, pasé el susto de mi vida, dormí en la fría banca de una estación de policía y él ni se enteró»

   En eso suena el teléfono en sus manos y es Luciano.

   —Alo…

   —¿Te desperté preciosa? —preguntó con su habitual voz melosa.

  —No, estoy despierta —contestó ella de mala gana.

   —¿Estás enojada conmigo?, te recompensaré por dejarte solita, ¿qué te parece si te doy un masaje en mi penthouse?, tú y yo solos sin que nadie nos moleste.

   Rebeka se enfureció aún más.

   —No me interesa Luciano, muchas gracias —Rebeka dobló la esquina y ya estaba cerca la habitación de Victoria—, ¡sabes qué!, te necesitaba Luciano, pero no hoy, te necesité anoche, pero tú no pudiste darme ni siquiera una noche, no te preocupaste ni siquiera porque no te contesté el mensaje, pues hoy no quiero, además Victoria está enferma y debo cuidarla.

   —Mi amor, creí que te divertías, pero dime donde estás, te mandaré a buscar con mi chofer, me ocuparé de que traten a tu amiga.

   —Yo no necesito personal para que haga cosas que debes hacer tú, yo tengo personal que me atiende, yo necesito un hombre al que yo le importe, uno que dé todo por mí y ese no eres tú, terminamos Luciano.

   Rebeka finalizó la llamada y limpió una lágrima que no era de tristeza sino de decepción, volteó y allí estaba Diego detrás de ella, la había escuchado.

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