Capítulo 6 “En los pasillos”

— ¡Yo quiero estar contigo, vivir contigo, bailar contigo, tener contigo una noche loca! ¡Y besar tu boca! — canté en español a todo pulmón por los pasillos del instituto de camino a la cafetería.

— ¡Martínez! ¡Silencio! — me reprendió el director que pasaba por el pasillo también.

El director es un anciano de unos 50 años, lo suficientemente viejo para llamarlo fósil. Tan amargado que su rostro está completamente lleno de arrugas por siempre tener el ceño fruncido. Pero a pesar de todo era un buen hombre, lo conocía muy bien por tantas veces que había ido a su oficina de dirección y por todas las reuniones familiares. El director es mi tío, o mi tiastro o como se le diga al hermano mayor de mi padrastro. Tal vez esa era la razón por la cual no me habían expulsado aún de este instituto, o la razón más creíble, porque soy demasiado increíble para ser expulsado.

— Déjeme vivir, dic. Además, bailar y cantar libera el estrés. Debería intentarlo. — le sonreí.

— Otra más y te llevaré yo mismo a detención. — dijo frunciendo más el ceño, si es que era posible.

— ¡Bendición! ¡Saludos a Mónica! — comenté siguiendo mi camino y continuando la canción — ¡Tú me miras y me llevas a otra dimensión! ¡Cuando tú me miras se me sube el corazón!

Vi a Chloe caminar hacia mí.

>> Qué ironía del destino no poder tocarte — tomé su mano y la atraje hacia mí — Abrazarte y sentir la magia de tu olor.

Chloe rió.

— ¿Me estás dedicando la canción? — preguntó entre sorprendida y coqueta batiendo sus largas pestañas — Porque te digo que no entiendo nada de lo que dices. Nunca presto atención en las clases de español.

— En efecto te la estoy dedicando. No te preocupes, yo mismo la traduciré para ti — le sonreí — Entonces, ¿aceptas?

— ¿Qué cosa?

— Salir conmigo. Solo a comer o a lo que quieras — dije comenzando a ponerme nervioso — O podemos ir al boliche, desde pequeña te encanta ir.

Ella sonrió.

Muy guapa.

— Tentador, pero paso — dijo tomando un mechón de su cabello y girándolo en su dedo.

Auch.

— ¿Por qué? ¿Por qué no nos das una oportunidad? Prometo que te esperaré durante horas mientras te arreglas y no me quejaré ni una sola vez.

Chloe rió y negó con la cabeza.

— Sigo pasando — se encogió de hombros.

— Y yo sigo sin rendirme.

Puse mi mano en su mejilla y me acerqué a ella, me acerqué mucho de lo que ella permitiría y menos de lo que yo quería.

Le besé la mejilla y duré unos segundos más sintiendo su fría piel en mis labios.

— La próxima vez ese beso no será en la mejilla.

Le guiñé el ojo y seguí caminando.

>> ¡Con tu física y tu química, también tu anatomía, la cerveza y el tequila y tu boca con la mía! ¡Ya no puedo más! — seguí cantando por los pasillos sin tener vergüenza de todos los que se me quedaban mirando. Vi a Adele cubriéndose con un enorme suéter negro y varios libros pegados al pecho caminar por el pasillo hasta que me vio cantar y sonrió — ¡Ya no puedo más!

— ¿En-Enrique I-glesias? — preguntó con un tono de voz muy bajo.

Me preocupé de qué había vuelto a tartamudear hablando conmigo, pero noté que no era por mí sino por todos los estudiantes alrededor que se nos habían quedado viendo como si fuéramos dos monjas en ropa interior.

— ¡Querida audiencia, no hay nada que ver por aquí! ¡Educadamente les invito a que sigan su camino y no escuchen conversaciones ajenas! ¡Muchas gracias! — exclamé, rieron y siguieron caminando.

— Gracias — susurró.

- Para servirle, querida dama — hice una reverencia — Por cierto, ¿sabes español? Porque Enrique Iglesias no es muy francés que digamos.

Ella rió y asintió.

— Se español e inglés — dijo mostrando una sonrisa orgullosa.

— Oh, eso es increíble — dije hablando en español — Aunque me encanta el francés, no hay nada cómo hablar en mi idioma.

— Wow, calma, compañero — dijo tambien en español lo que me sacó una sonrisa — No hables tan rápido. Estoy un poco oxidada.

— Claro, lo siento — reí — ¿Tu toque de queda hoy es a las cinco también? Porque nos falta más de la mitad del ensayo.

Adele hizo una mueca.

Lo olvidó.

— Lo olvidé — dio una sonrisa nerviosa.

— No te preocupes. Haremos el ensayo en tu casa. No creo que tengas toque de queda ahí, ¿no?

— Tengo que dormir a las diez. Relativamente si tengo toque de queda en mi casa.

— Mis condolencias por eso.

Ella rió.

Me gustaba hacerla reír, cuando Adele reía, por unos segundos parecía que sus ojos dejaban de estar triste, se veía como si no tratara de ocultarse de todo y el negro en su ropa, en sus uñas y sus gastados tenis se volvían de todos los colores para mí.

Pero cuando terminó de reírse su suéter volvió a ser negro, se cubrió con los libros y sus ojos volvieron a ser tristes.

— Canta algo — dije de repente.

— ¿Qué? ¿Acá? ¿En medio del pasillo? Ni de broma.

— Vamos, sólo el coro de algo. Si quieres sólo la canción de alguna propaganda. La de la coca cola es buena.

Y ahí volvió a reír, se llenó de luz y colores.

— Nos vemos después, Adam.

Vi cómo se perdía en los pasillos.

Entré a la cafetería al fin cantando aún la canción de Enrique Iglesias con una sonrisa en los labios.

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