Capítulo 3

CAPÍTULO 3.

ELIZABETH.

Asimila masticando su cereal la noticia de la joven que había sido oculta por sus padres. Su madre no había parado de hablar de ello toda la mañana. Bueno, en realidad todo The Sun  no paraba de hablar sobre eso.

Elizabeth estaba algo nerviosa por la repentina situación que había alterado a todos. 

Sus ex compañeros de la secundaria no han parado de subir memes al respecto e incluso se está tratando de hacer una especie de reunión que consiste en ir a la mansión Queen para intentar ver el rostro de la joven.

Elizabeth mastica con fuerza a punto de entrar en pánico. 

—Estoy jodida —le dice ella a su madre.

—¿Por qué lo dices, cariño? —frunce el ceño.

—¿No te das cuenta, mamá? Todos los pretendientes ahora querrán casarse con la imbécil cautiva solo por el simple hecho de que será un trofeo. Los Queen tienen tanto dinero que ahora todos querrán poseer a su única hija.

La madre de Eli toma su mano con fuerza mientras busca sus ojos.

—Eres una chica Wattson y tu fortuna es igual de importante que la de los Queen. Eso no lo olvides cariño. No hay nada que temer.

Su otra madre aparece y toma asiento junto a ellas. La familia Wattson estaba conformada por tres mujeres. Las señoras Emilia y Catalina Wattson se conocieron en el palacio y fue amor a primera vista, pero lo que más las unió fue la pasión por el dinero, creando así un imperio multimillonario de cosmética tanto para hombres como para mujeres.

Decidieron tener una hija por inseminación y así nació Elizabeth, la luz de sus ojos.

—Lamentablemente este pueblo pone a las mujeres en contra de otras —le dice su madre Emilia —. No te hemos educado de esa forma Elizabeth, espero que no le guardes rencor a esa joven que no ha visto la luz de este pueblo.

Pero Elizabeth solo quería golpear a la joven que había sido ocultada solo por el simple hecho de existir y arruinar sus planes.

EMMA QUEEN.

Era noticia en cada pueblo donde el sistema era una m****a por si sola. Claro, era considerada una joven encerrada por sus padres para evitar que se casara por obligación.

¿Acaso este mundo le costaba comprender que todo esto había sido para protegerme? Por supuesto que nadie lo creería porque lo que hicieron mis padres había sido contra las normas. Ensuciarían el apellido hasta hacernos cenizas.

Jamás se había visto un caso como el mio. Había reporteros por todo el jardín. Habían logrado saltar los muros para sacar fotografías de la mansión Queen. 

Mis padres evitaban hablar y salir de la casa. Si bien mi padre solo se ocupaba de manejar la herencia familiar de la petrolera junto con sus otros hermanos, era necesario que saliera mientras mi madre era CEO de una cadena de comida rápida reconocidísima mundialmente.

Cada quien tenía que ser responsable de dicha mochila, aunque no tuvieran opción.

Mamá cada tanto viajaba a pueblos ubicados en otros países para ver como marchaba todo, pero no pasaba muy a menudo ya que ella había contratado gente de confianza que se ocupara de su trabajo personalmente.

Sabrina Queen era una mujer culta, de carácter filoso y amable con aquel que lo mereciera. Decía las palabras justas a las personas correctas.

Sin embargo, conmigo era totalmente diferente. Dejaba de ser esa persona fría con carácter temible.

 Yo era su algodón de azúcar.

¿Una niña mimada? Por supuesto.

¿Caprichosa? No, sinceramente lo material había dejado de importarme hace ya tiempo cuando entendí que era una guerra codiciosa.

Me consideraba una privilegiada por no ser una joven caprichosa en un mundo donde el tenerlo todo significaba triunfo y ser alabada.

Mis padres no le daban caso a la prensa y se mantenían reservados, pero la paciencia que ellos le tenían a ellos estaba a punto de terminarse porque tarde o temprano debíamos salir a hablar.

Mi madre había entrado en crisis. La vi llorar, gritar y maldecir, pero no hacia mi persona porque la ira estaba contra la sociedad en la que vivíamos.

Habíamos evitado llegar a esto durante diecinueve años y hoy, hoy rompí con lo pactado para salvar mi salud mental.

—Van a casarle sabe dios con quién —le decía ella a mi padre en el estudio. Yo oía detrás de la puerta.

—Quizás encuentre a alguien que la haga feliz, Sabrina.

—Nosotros fuimos una excepción Andrew. Dudo que tenga la suerte de casarse con su mejor amigo.

Se genero un nudo en mi pecho al saber que la conveniencia los había atacado a los dos a la hora de concretar sus votos. Sabrina y Andrew Queen. La feliz pareja sin hijos.

Hasta hoy.

En mi bata de seda con detalles floreados que me llegan hasta los tobillos y anteojos de sol salgo al jardín para que todos sepan de mi existencia. 

Entonces el griterío de los reporteros me ensordece, el disparo de las fotografías me hace dar cuenta de la cantidad que tomaron de mi imagen, me llenan de preguntas como ¿Cuál es tu nombre? ¿Por qué tus padres te escondieron?¿Cuántos años tienes? Me mantengo en silencio dejando que la curiosidad los mate.

Hola The Sun , soy Emma Queen.

ELIZABETH.

Estruja el polvo compacto al mirar a la joven rubia de cabello largo salir en pantalla. Es baja de estatura, tiene la piel de porcelana y un rostro que oculta bajo unos anteojos de sol más grande que su cara.

Por primera vez se siente amenazada por la hija de los Queen.

SAM.

Por poco se ahoga con el jugo de naranja en cuanto la vio salir en televisión.

Los labios de Sam se resecan. Se pasa una mano por el cabello ¿quién es ella? Entonces desea conocerla, rogando que tenga la mayoría de edad para entrar a la elite.

DOS SEMANAS DESPUES…

EMMA QUEEN.

—No queríamos que entraras, pero no nos quedó otra opción, Emma. Era eso o nos embargaban todo —me repetía mi madre mientras yo armaba mis maletas.

—Mamá, lo sé, no te preocupes estaré bien —meto varias prendas que seguro no usaré.

—Emma, te mantienes más callada de lo normal desde que el pueblo se enteró de tu existencia. Apenas me hablas.

La miro directo a sus ojos azules que están llenos de preocupación.

—Estoy nerviosa, ansiosa y angustiada porque no sé qué me espera allá afuera. Soy consciente que me costara sociabilizar y temo no poder casarme porque eso significara que nos echen del pueblo sin un dólar ¿es que nadie quiso revelarse contra este sistema?

—Aquel que lo haya hecho no permanece con vida, hija.

Hoy todos los jóvenes del pueblo debíamos ser encerrados durante un periodo de tiempo en el palacio de la elite y elegir a quien nos convenga para casarnos.

La mayoría de las chicas ya sabían a quién conquistar al igual que los chicos. Había incluso adultos por debajo de los treinta años quienes también estarían allí, buscando una presa a la cual cazar.

Podría llegar a casarme con alguien de veintiséis años o incluso si este llega a los treinta también. Quien sabe. A nadie le importa el rango asqueroso de edad.

El chofer de mi familia se ocupa de ayudar con mis maletas mientras somos fotografiados por los malditos reporteros. No respetan la privacidad por más que intentes pagarles.

Mis padres ya no parecen importarles, pero yo continuo algo horrorizada con la idea de que estén en mi jardín las veinticuatro horas.

—Emma, por favor, elije bien. No es por presionar, pero cuando nosotros ya no estemos en este mundo serás tú y tu esposo o esposa quienes manejaran nuestros negocios —me pide mi padre, angustiado.

Subo a la parte trasera del coche y el chofer hace rugir las mercedes que me regalaron para mis dieciocho y que nunca pude usar ni aprender a manejar.

Seguro realmente deseaban sacarme de aquel sitio cuando me compraron el coche.

—Los veré en un mes, escríbanme a mi nuevo celular. Son los únicos que tienen mi número —los tranquilizo con cierta frialdad.

Me lanzan besos a medida que avanza el coche y yo agito la mano para despedirme con gran angustia.

Nunca he besado a un chico, nunca he estado con alguien y apenas se sociabilizar.

¿Cómo pretenden que elija a un candidato cuando soy presa fácil para el amor y puedo dejarme llevar por mis primeros sentimientos? 

Voy a joder a mi familia por más que no lo quiera.

Solo deseo no enamorarme de la persona equivocada.

SAM.

—Muchacho, tendrás la oportunidad de honrar a tu familia si consigues casarte con la hija de los Queen —su padre le da un apretón en el hombro y una sonrisa que promete amenaza —. Si la chica nunca salió de su casa significa que es una virgen billonaria. Será fácil de conquistar.

El joven se limita a fruncir los labios mientras guarda sus maletas en la parte trasera del coche. Sam era alguien de pocas palabras y marcharse hacia el palacio resultaba ser un gran descanso de su familia.

Su padre recibe una llamada y se aparta un momento para tomarla. Su madre aprovecha y se acerca a él.

—Hijo, no le hagas caso a tu padre. Tú diviértete y en caso de que no encuentres algo este año podrás postularte para el año siguiente —lo consuela.

Sam afloja los hombros y la estrecha brevemente. Ojalá su padre fuera igual de comprensible que su madre.

—La hija de los Queen es muy bonita, pero esto de casarme por dinero me da nauseas, madre.

—Lo mismo sentía a tu edad, cariño. Pero no es tan malo como aparenta ser.

Ambos, por instinto, miran al padre con cierto disgusto.

—¿En serio no es tan malo? —le pregunta Sam.

La mujer se echa a reír y vuelve abrazar a su hijo.

—Elijas lo que elijas no te cambiara como persona. Me disgustaría que fueras infeliz, Sam.

A Sam le disgustaba que no pudiera conquistar a Elizabeth.

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