Capítulo 6

Es extraño pero he dormido plácidamente. Tal vez estaba muy cansada o los desinflamatorios han hecho a la perfección su trabajo.

Me pongo de pie y como todos los días me preparo para ir al trabajo cuando escucho de nuevo golpes en la puerta, algo en mi estomago se revuelve al ver las flores que he recibido anoche así que acudo sin ningún tipo de alerta a pesar de la hora y la abro. Error número uno.

—Papá…— él tiene una sonrisa burlona y entra haciendo un desastre a su paso.

—Necesito dinero, dámelo— tengo un poco en la bolsa y lo saco presa del miedo—. ¿Esto?, Esto no me alcanza para nada, ¿dónde tienes el resto?

Mi cuerpo comienza a temblar y no puedo ni quiera respirar.

—No tengo nada más papá—tira una lámpara al suelo y esta se rompe en pedazos, esta vez lo vecinos no cederán.

—¿Dónde está?,—me toma del cabello y me lleva hasta la sala. Caigo contra el sillón—. ¡Saca el resto del dinero, estúpida!

—No tengo más papá, es todo— digo entre lágrimas

—¿Es todo?, dices que es todo— saca de entre las hebillas del pantalón el cinturón y entro en pánico, ya había visto esto antes y no termina nada bien.

Trato de pararme para tomar el celular y llamar a alguien pero un fuerte puño me golpea sacudiéndome por completo. Después un fuerte azote aterriza en mi espalda, gimo del dolor y la vista se me nubla.

—¡Dame el dinero!— y otro más aterriza en mi espalda, intento pararme pero me es imposible.

—Bas… ta, papá— siento rabia, quiero levantarme y correr pero mi cuerpo no responde. El recuerdo de mi abuela siendo golpeada por este salvaje hombre invade mi mente, sus lágrimas, su dolor y yo tratando de calmarla.

Vuelvo a la realidad, trato de arrastrarme hacia la mesa donde esta mi celular estiro la mano y siento su pie de nuevo en mis costillas, la puerta se abre de par en par, es el Señor Méndez, mi vecino.

—¡¿Vanessa?!— grita y lo único que puedo ver es a mi padre siendo detenido por un oficial de policía antes de caer inconsciente.

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—Vanessa Carballo, tiene lesiones por todo el cuerpo— escucho a una mujer mientras soy transportada de algún lado a otro. Me siento algo mareada.

—¿Presión?— hay muchas luces a mi alrededor cegándome.

—Directo a urgencias— trato de moverme pero me duele todo el cuerpo y siento punzadas en mi cabeza, espero esto termine pronto. Abuela, perdóname por permitir eso, de nuevo.

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Abro los ojos, la habitación está a medio iluminar, giro la cabeza y gimo del dolor.

—Señorita —se acerca una enfermera—. Es un gusto tenerla de vuelta, ¿siente dolor?

Trato de enfocar la mirada en ella y asiento, es rubia, va vestida de blanco y me mira bastante preocupada.

—Necesita tomar estas pastillas, la lidocaína está surtiendo efecto en sus heridas… ¿Sabe por qué esta aquí?

—Si— le digo con un hilo de voz y sin poder ocultar mi vergüenza. La amable enfermera acaricia mi cabeza cuando golpean la puerta y miro a Lucía.

—¡Por Dios! ¡Te juro que lo mato!— grita. Nunca había tenido tantas ganas de ver a alguien cercano a mí.

La enfermera y mi amiga se ponen a conversar sobre lo sucedido, escucho que tengo varias lesiones en el cuerpo pero nada roto, dice que las heridas sanaran con el tiempo y fue una fortuna que el vecino haya entrado. Según el reloj del hospital son las 2 de la tarde, después de un rato y tras ponerse al tanto con la enfermera y el médico Lucía se ha ido a comer.

Busco algo entretenido en la TV, cuando doy con un canal de deportes donde están hablando sobre Bruno Dihmes.

—Se rumora que el mejor futbolista del mundo en la actualidad está en busca de un nuevo club, tenemos una entrevista exclusiva con él para que nos hable al respecto— el rostro varonil de Bruno aparece. A sus espaldas los campos del Club de Madrid, usa una chamarra y pantalones deportivos con el logo del Club.

Sus ojos café verdosos es lo primero que miro, después su piel tostada, cara afilada perfectamente afeitado y un corte de cabello meramente deportivo, sus cejas y pestañas pobladas lo hacen ver aún más masculino. Es guapísimo y me ha mandado flores… Joder, no recordaba ese detalle, no se lo he dicho a Lucía… La puerta se abre y cambio de inmediato el canal.

—¿Lucía? — pregunto porque debido a la posición en la que estoy me es imposible mirar quien ha entrado. Visualizo dos grandes sombras y me quedo sin aliento.

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