En la cárcel del Buen Pastor

Los días transcurrían todos iguales y los años no parecían pasar más.

Melancólica, Matilde a veces se acercaba a la ventana enrejada que daba a la calle mendigando luz. Por esa ventana le llegaban a veces lejanos ecos de la libertad.

Hacía tres años que estaba recluida en la cárcel del Buen Pastor, en Córdoba. En su sadismo, Máximo se había asegurado de que le tocara un lugar de reclusión bien lejano para que no pudiera recibir visitas frecuentes de su familia. Sólo su madre acudía a verla dos veces por año. Le decía que ella y Hugo estaban haciendo todo lo posible por lograr su libertad. Trataba de infundirle coraje “Máximo tiene poder, pero no es el único ni el más poderoso. Ayer Hugo habló con XXX (insertaba el nombre de algún líder político, militar o sindical destacado) y prometió ocupa

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