SALIENDO DE LA RUTINA

—Buenos días, Imperio —Tristán me saludó al entrar a la cocina, vestía unos jeans ajustados y una playera tipo polo en color negro ajustada a sus músculos, vestido así parecía un hombre mucho más joven de lo que era.

 Era aún muy temprano por lo que me vi ligeramente sorprendida. En esta casa nadie madruga a excepción de mí; pues me hacía cargo de cocinar y de tener la ropa de Valerio lista para que fuera al trabajo. Una rutina desde hace muchos años.

—Buenos días, Tristán ¿Dormiste bien? —pregunté, era consciente de que la noche anterior, me había comportado fría, hasta el punto quizá de hacerlo sentir incómodo; pero le había prometido a Valerio intentarlo y eso era justamente lo que iba a hacer.

—Si gracias, eres muy amable al permitir que me aloje en tu casa, te prometo que apenas consiga un trabajo y dinero, me marcharé —sus palabras me hicieron sentir aún peor, porque era un hecho que él se había dado cuenta del malestar que me provocó su presencia.

—No tienes que irte a ningún lado, eres el sobrino de mi marido y estoy segura de que Valerio aprecia mucho tu presencia en nuestra casa. Eres lo único que le queda de su hermana —giré el rostro para no verlo. Sus hermosos ojos verdes resaltan en su rostro, era un hombre muy apuesto. La barba finamente recortada le daba un aspecto de misterio y peligro.

—No quiero molestar, te lo juro, ayudaré con los gastos de la casa y en todo lo que pueda —juró. Le creí no sé por qué razón, pero pude sentir que sus palabras eran dichas con sinceridad.

—¿Qué haces despierto tan temprano? —pregunté después de unos minutos de silencio, mientras él parecía estar buscando algo en los cajones.

—En casa mi madre nunca madrugaba así, que tome la responsabilidad de cocinar todos los días ¿Te importa si te ayudo a exprimir el jugo? —preguntó y asumí que él no deseaba hablar de sus padres. Era comprensible, los había perdido recientemente y seguramente el dolor del duelo seguía en su corazón.

—Si deseas ayudarme, estaré complacida —respondí. Me sentí extraña, pues siempre estaba sola en la cocina. Valerio y Ofelia nunca mostraron interés por colaborar y de cierta manera me acostumbre a la soledad, pero ahora tenía a este hombre sexy metido en mi cocina, exprimiendo el jugo de naranja como si fuera la cosa más natural del mundo.

Preparé el desayuno para Valerio que saldría a la oficina hoy más temprano que de costumbre y para Ofelia, quien debía asistir al colegio, era su último año y estaba al pendiente de que todo fuera bien con ella. Nada me haría más feliz que verla ingresar a la Universidad el próximo año, verla con un título universitario bajo la mano, que le ayudará a abrirse paso en la vida laboral.

—¿Te preparo el mismo desayuno que tu tío o prefieres algo más? —pregunté. Tristán me sonrió antes de hablar.

—Lo que decidas está bien. Deseaba pedirte un favor, espero no pienses que trato de abusar de ti —dijo con cierto tono de pena en su voz. No me miró cuando hablo, en su lugar continúo exprimiendo las naranjas.

—Ponte esto, no vayas a mancharte la camisa, el sumo puede maltratar tu ropa —dije alcanzándole un delantal de cocina. Evite reírme al darme cuenta de que era demasiado pequeño para su tamaño, aun así, él no dijo nada y se la colocó.

»Dime ¿Qué es lo que necesitas? —pregunté retomando la conversación.

—Tengo una cita de trabajo y no quiero molestar a mi tío, sería retrasarlo en su trabajo ¿podrías llevarme? No conozco la ciudad —sonreí al escuchar sus palabras, por todo lo sagrado era un hombre adulto, pero se comportaba como si fuese un niño.

Pensé luego de un momento sobre sus palabras, la desconfianza se instaló en mi corazón por lo que pregunté rápidamente.

—¿Cómo es que tienes una cita de trabajo? ¿No eres nuevo en la ciudad? —dije sin ocultar mi malestar. Él sonrió ante mi pregunta y negó con un movimiento de cabeza.

—No es lo que piensas, no estoy tratando de engañarlos Imperio. Pero conozco al dueño de la constructora, estudiamos juntos en la Universidad en la ciudad de Guatemala —sentí pena tras escuchar sus palabras, por supuesto, la posibilidad de que conociera al propietario y fueran amigos podía existir.

—Disculpa, lo siento —dije. Salí de la cocina hacia el comedor, justo a tiempo para ver a Valerio y Ofelia entrar.

—Buenos días, Imperio —Valerio fue el primero en saludarme, dejó un beso sobre mis labios y se acomodó en la silla, el ritual de todos los días, mientras Ofelia saludo desde su sitió, ocupada en el teléfono. Volví a la cocina por el jugo y la cafetera.

—No tengo ningún problema en acompañarte Tristán, pero tendrás que tenerme un poco de paciencia, primero debo pasar por el colegió de Ofelia y luego te llevaré a tu cita —él sonrió, tomó la jarra de juego y camino hacia el comedor, volvió por los vasos y su plato de comida.

El desayuno transcurrió pacíficamente, Valerio fue el primero en levantarse de la mesa, dejó un beso en mis labios como siempre, se despidió de nuestra hija y de su sobrino. Entretanto Ofelia y Tristán se fueron a cepillar para darnos prisa. Levanté la mesa, para dejar todo limpio antes de salir. Tenía trabajo que hacer, debía enviar el diseño que la empresa me había solicitado por la noche.

Tomé las llaves del auto y salí al jardín a la espera que mi hija y Tristán salieran de casa, tenía el presentimiento de que mi vida estaba a punto de cambiar. Apenas Tristán y Ofelia subieron al auto salí con rumbo al colegio, mire la hora en el tablero y se nos estaba haciendo tarde.

****

Observé el reloj en mi muñeca, habían pasado varias horas desde que dejé a Ofelia en el colegió, debía volver a casa pronto, para aprovechar la ausencia de Valerio y poder trabajar, no sé cómo se tomaría la noticia si descubriera que estoy trabajando sin su permiso. Aparte esos pensamientos de mi cabeza, era simple solo no debía permitir que se enterará por nada de este mundo.

—Lamento la demora —levante la mirada para ver a Tristán ligeramente apenado ¡Dios, debe creer que soy una bruja! Pensé, para mí.

—No te preocupes ¿Ha terminado tu entrevista? —pregunté mientras me ponía de pie, quería volver a casa, no había preparado nada para el almuerzo y era tardísimo.

—Sí. Debo presentarme mañana a primera hora —había una sonrisa en su rostro, algo dentro de mi pecho se oprimió ¿Qué estaba sucediendo? ¿Cómo era posible que su sonrisa tuviera ese efecto en mí?

—¿Estás bien? —le escuché preguntar, mientras sentía su mano sobre mi hombro.

—Sí. Si has terminado volvamos a casa —dije con premura, caminé hacia el auto, como si ciento de demonios fueran tras de mí.

—Creo que no estás bien ¿Dije o hice algo que pudiera molestarte? —respiré profundamente, pues él no había hecho o dicho nada malo, el problema parecía ser yo.

—Entonces ¿Conociste al señor Barrera en la universidad? —pregunté, mientras encendía el auto, no sabía qué responder a su pregunta.

—Lucio y yo fuimos compañeros durante los cinco años que duró la carrera, incluso hicimos la pasantía en el mismo lugar, él habló con su padre, para apoyarme en ese sentido, es un hombre noble y su amistad es firme como el roble —sonreí ante la comparación. Me vi sorprendida, pues era sabido que la familia Barrera tenía varios millones en sus cuentas de banco y Tristán no pertenecía ese círculo social.

—Me alegro por ti Tristán, pocas veces se consiguen buenos amigos —dije sin saber que otra cosa decir. De repente el espacio en el auto se me hizo pequeño ante su imponente presencia.

—Gracias, Imperio, por tomarte el tiempo de acompañarme, te invito a comer como muestra de mi agradecimiento —abrí los ojos, sorprendida. Yo nunca salía a comer fuera, siempre era el ritual de casa.

—No hace falta, puedo prepararte algo en casa, solo dime lo que antojas y con gusto cocinaré para ti —dije. Puse el auto en marcha, esperaba convencerlo, sería extraño estar en un restaurante con un hombre que no era mi marido.

—Por favor Imperio, déjame insistir. Sal de la rutina, vamos a comer y compramos algo para llevar a casa —insistió, la tentación me ganó y conduje a Romax Café. No sabía siquiera por qué había elegido el lugar, pero una vez ahí, no había marcha atrás.

El café era bastante elegante, ocupamos una de la mesa al fondo, como si estuviéramos escondiéndonos de algo. No era así, pero mi conciencia me gritaba que no debía haber aceptado la invitación, alguien podía reconocerme y esparcir chismes sobre el asunto.

—Relajante Imperio, apenas terminemos volvemos casa, pides comida para la cena y de esa manera no tienes que cocinar, puedes ocupar tu tiempo en alguna otra cosa, por mi tío, no te preocupes, hablaré con él —sonreí sin poder evitarlo, Tristán era como un aire fresco en mi rutinaria vida.

Un mes después…

Las semanas fueron pasando y Tristán todas las mañanas bajaba a ayudarme en la cocina, exprimía las naranjas, preparaba el café y en algunas ocasiones hasta preparaba el desayuno. No sabía cómo sentirme con respecto a él. Pero desde su llegada mi vida había dejado de ser rutinaria.

Gracias a su ayuda, tenía más tiempo para dedicarme a mi trabajo, aprovechaba el tiempo que estaba sola en casa, para diseñar, incluso me atreví a buscar empresas que estuvieran interesados en comprar mis diseños, entre ellos estaba Fátima S.A., una empresa dedicada a la fabricación de lencerías.

Como todas las mañanas llevaba a Ofelia al colegio, para luego dejar a Tristán en su trabajo, quizá esto también se convirtiera en una rutina con el tiempo, pero era tan distinto el sentimiento a mi aburrida vida antes de su llegada, que no sabía cómo explicar. Su sonrisa me hacía sentir nerviosa en algunas ocasiones.

Volví a casa después de dejar a Ofelia y Tristán, en sus respectivos lugares, el volver no era problema para ninguno de los dos. Valerio pasaba por Ofelia y Lucio Barrera, el amigo de Tristán pasaba a dejarlo todas las noches.

Subí a mi habitación para cambiarme de ropa. Ordenaría las compras y limpiaría la casa, normalmente prefería los pantalones cortos y playeras, algo que me hiciera sentir cómoda, mientras me ocupaba del aseo. Después de vestirme salí a la habitación de Ofelia, recogí y ordené el desastre que tenía en su habitación, levanté su ropa y me dirigí a la habitación de Tristán, me llevé una sorpresa al encontrarlo todo perfectamente ordenado.

Incluso el cesto de la ropa sucia estaba vacío, abrí su guardarropa y todo estaba debidamente ordenado, sonríe “¿Qué esperabas Imperio?” Me pregunté, mientras cerraba la puerta tras de mí.

Llevé la ropa sucia a la lavadora, pensé que esto no cambiaría nunca, hasta que recibí la llamada que cambiaría mi vida, era una oportunidad de oro, una que no deseaba dejar pasar. Tener un trabajo fijo y ser reconocida por mis diseños había sido el sueño de toda mi vida. Tendría que hablar con Valerio y Ofelia, esperaba que ellos me brindaran su apoyo incondicional, realmente lo deseaba con todo mi corazón.

Con esa alegría me puse de pie, terminé de limpiar. Tenía como objetivo preparar un rico plato de comida tailandesa tal como le gustaba a Valerio, hoy tendría la conversación más importante de mi vida con mi familia.

Era cerca de las cinco de la tarde. Elegí preparar Pad Thai, sabía que Valerio no podría resistirse, amaba el platillo tanto como Ofelia, esperaba que Tristán también pudiera disfrutar de la cena, sin querer recordó el día que fueron a comer a Romax Café, él parecía ser amante de los fideos. Sonreí sin poder evitarlo.

Puse los noodles a hervir, mientras limpiaba los camarones para ponerlos en reserva, partí los cebollines en trozos a lo largo. Escurrí los noodles, mientras corté el tofu en cubos. Al tener todo listo me dispuse a freír hasta que estuvieran bien dorados, agregué el ajo picado y luego los camarones.

Coloqué azúcar al sartén, la salsa de pescado y el tamarindo para freírlo hasta tenerlo caramelizado. El olor era exquisito. Sonreí al imaginar la cara de felicidad de mi familia. Una vez que mi obra estaba lista subí corriendo a mi habitación y me di un baño rápido para quitarme el olor a comida que traía impregnado en la ropa. Media hora después bajé a la cocina a tiempo para escuchar la puerta abrirse.

Salí a su encuentro con una enorme sonrisa, no podía ocultar mi felicidad por mucho más tiempo.

—¡Buenas noches! —dije emocionada. Ofelia dejó un beso sobre mi mejilla, mientras Valerio me miraba sin comprender el motivo de mi felicidad.

—Buenas noches ¿A qué se debe tu felicidad? —preguntó, no podía decirle nada todavía. Ofelia llevó sus cosas a su habitación y bajó enseguida, mientras Valerio dejó su portafolios sobre la mesa del recibidor y subió a la habitación para cambiarse de ropa.

—Te lo diré en la cena —dije con emoción. Escuché un auto estacionarse imagine que Tristán estaba llegando, abrí la puerta para que él pudiera entrar sin demora.

—Buenas noches, Imperio ¿Qué has cocinado hoy que huele delicioso? —su pregunta me sorprendió, pues fue el único que noto el aroma en el ambiente. Ni Ofelia ni Valerio habían hecho comentario alguno y eso que se trataba de su plato favorito, no debería sorprenderme o dolerme, sin embargo, no puede evitar el sentimiento que se arraigó en mi pecho, simplemente no valoraban lo que hacía por ellos.

—He preparado pad thai, espero que te guste —dije con una sonrisa fingida. Caminé a la cocina, con Tristán pegado a mis talones.

—Sube tus cosas a tu habitación y bajas a cenar —Tristán asintió y salió con prisa ¿Qué tenía él, que me hacía sentir a gusto y valorada a su lado? Estaba enloqueciendo al pensar en esas cosas, él era el sobrino de mi marido.

Después de unos minutos, serví la comida, mientras Tristán me ayudaba nuevamente con las bebidas, a veces parecíamos un equipo, mientras Ofelia y Valerio esperaban simplemente a ser servidos. Estaba dándome cuenta de que debía cambiar algunas cosas, Ofelia debía aprender a valerse por sí misma, no quería imaginar lo que sería de ella, si un día llegará a quedar sola.

—¿Se puede saber qué está pasando Imperio? Has preparado mi plato favorito dos veces en lo que va del mes ¿Olvidé alguna fecha importante? —preguntó llevándose el primer bocado a la boca, sonriendo satisfecho.

—No has olvidado nada, no es una fecha importante, pero bien podría serlo —dije. Respirando antes de continuar.

—He recibido una oferta de trabajo y me han ofrecido firmar un contrato para diseñar las próximas prendas, ¡es increíble! Me han llamado hoy, mañana me esperan para poder firmar el contrato, si estoy de acuerdo con los términos —dije con emoción y felicidad al compartir a mi familia mi pequeño gran triunfo.

—No vas a firmar ningún contrato Imperio ¡Yo no te autorizo! —Aquellas palabras reventaron mi burbuja de felicidad.

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