The Destiny - Serendipia
The Destiny - Serendipia
Por: kesii87
1 - Quizás aún te quiera.

Muchas cosas habían pasado desde que Borja se marchó aquella noche de mi casa, ¿por dónde debería comenzar?

Habían pasado tres años.

Ya no trabajaba para el despacho de abogados, lo dejé hace poco, hace cosa de un año, justo después de perder la esperanza de que él volviese a mí, tan pronto como leí en un artículo de una revista, que el afirmaba tener novia, tan pronto como me di cuenta de que no podía seguir aferrándome a lo que teníamos, a aquel anillo que él me regaló una vez.

Así que busqué un nuevo trabajo, trabajaba para una importante empresa organizadora de eventos de cocina. Nos ocupábamos del catering, de la decoración y de traer a cocineros famosos en todo el mundo para dar un buen espectáculo a nuestros clientes.

Monic era mi irritante jefa, una tipa polioperada, de cuerpo diez, aunque con un horrible humor de perros. No había quien la aguantase.

En cuanto a mi casa… ya no compartía piso con Alfonso y Marta, pues tan pronto como empezaron a salir en serio, me di cuenta de que debía marcharme y dejarles un poco de intimidad, así que eso fue lo que hice. Aunque todos seguíamos siendo amigos, incluso quedábamos todos los domingos, como tradición, para comer todos juntos en nuestra casa, esa a la que tanto cariño le teníamos, donde todos vivimos una vez.

Salva y Sonia lo dejaron hace mucho, él se cansó de sus escenitas de celos, y ahora nos veíamos mucho más, aunque él seguía insistiendo en que no creía en el amor, que estaba harto de las chicas superficiales y celosas como Sonia, y que tan sólo quería disfrutar del momento. Así se volvió todo un rompecorazones, aunque bastante discreto.

En cuanto a él, sabía que las cosas le iban muy bien, había seguido su sueño, pues había abierto un caro restaurante con cinco estrellas Michelin en un bonito pueblo de la Toscana, gracias al apoyo de su tía y su padre como socios mayoritarios. Lo que me hacía sospechar que la relación con su familia había cambiado.

Cada vez que había leído un artículo sobre él, lucía seguro de sí mismo, guapo y feliz. Él era feliz, y con eso me bastaba, aunque el destino no hubiese querido traerlo a mí, de nuevo. Así que yo debía seguir adelante, dejarle atrás y seguir con mi vida, ser feliz también, ¿no es cierto? Aunque una parte de mí se resistiese a ello, poniéndole pegas a todos los chicos con los que tenía una primera cita. Pues ninguna de esas se parecía, ni por asomo, a la primera que tuve con Borja.

Por eso lo oculté todo, absolutamente todo lo que sentía por él en un lugar oculto de mi corazón, incluso me quité el anillo del cuello, al menos durante unos meses, hasta que me di cuenta de que me sentía incómoda al no usarlo, y volví a llevarlo siempre conmigo. Tan sólo era porque me protegía – me aseguraba a mí misma, aquella mañana frente al espejo, intentando no pensar demasiado en nuestro viaje a París.

Aún podía recordar las palabras de Salva, le prometí que, en las próximas vacaciones, que eran las de semana santa, nos marcharíamos todos de viaje: “Lo has prometido, así que no puedes negarte. Hablaré con Fonsi y Marta para reservarlo todo. ¡Nos iremos a París, la ciudad del amor!”

No quería ir allí, pero necesitaba salir de la ciudad, dejar de pensar en Borja, pues últimamente le veía por todas partes, hasta en los autobuses, su maldita propaganda sobre que era uno de los mejores cocineros de Europa, y que pronto visitaría nuestro país para hacer campaña sobre su nuevo restaurante en la ciudad.

Ni siquiera quería pensar en ello. Necesitaba salir de allí antes de que él regresase, no quería que viese lo patética que era, no quería que supiese que una parte de mí aún le esperaba.

Así que allí estaba, frente al espejo, decidiendo que ponerme para nuestro viaje, con las maletas hechas de la noche anterior. Debía ser rápida, porque me vendrían a recoger en tan sólo media hora.

Me puse un bonito vestido rojo y una pamela, porque aquel día hacía un bochorno horrible, ¿qué es eso que dicen de en abril aguas mil? Debía de ser el cambio climático o algo por el estilo, pero lo cierto es que … ¡Por Dios! Hacía un calor terrible.

Cuando salí de casa, el coche de Fonsi ya estaba esperándome abajo, haciéndome que me diese cuenta de que ya todos estaban allí. Me sujeté bien la pamela, justo después de guardar la maleta en el maletero, pensando en la última vez que había ido a París, la última vez que me había dirigido hacia el aeropuerto había sido con él, y fue él el que me ayudó a subir la maleta al auto. Sacudí la cabeza, con cuidado de que el sombrero no se cayese, y luego me monté en el auto, haciendo que Marta riese al ver mi aspecto.

  • Pareces toda una parisina con ese gorro – bromeó, haciendo que todos los demás riesen, pero yo me sentía a gusto con mi pamela, así que no le di mayor importancia - ¿Dónde has dejado a Pablo? – preguntó, entonces, haciendo que mirase hacia él con reproche, pues odiaba terriblemente que lo mencionase delante de Salva.

  • ¿Vais en serio? – preguntó él, haciendo que ambas negásemos con la cabeza – Es el tío con el que más has durado en estos tres años.

  • No es nada serio – volví a quejarme, como solía hacer siempre que me preguntaban sobre él.

Que… ¿Por qué no os he hablado sobre él? Es simple, no quería admitir que me había convertido en una persona que no era, una persona que sacaba mi lado más salvaje en mi vida diaria, alguien superficial, que se acostaba con los chicos en busca de una sola cosa, y se alejaba tan pronto como estos pedían algo más. Me había convertido en una zorra, justo en la clase de persona que solía ser Borja el día en el que le vi por primera vez.

Lo cierto es que alejarme de lo que sentía por él me había empujado a convertirme en aquella persona fría, materialista y malvada que solía ser en aquellos días. Y Pablo, tan sólo era un tipo al que había cautivado con mis encantos, un tipo del que ni siquiera me importaba nada más que no fuese el sexo que solía darme cada vez que nos encontrábamos.

El tráfico en la ciudad, aquel día, era horrible, había demasiados coches en la vía, cosa totalmente normal, todo el mundo se iba de vacaciones aprovechando que empezaba el puente y el buen tiempo.

Alfonso pitó a la fila de coches que había delante de él, pues el semáforo estaba en verde hacía más de cinco segundos, pero ninguno parecía querer andar

  • Vamos a llegar tarde – me quejé, mientras gritaba por la ventana, hacia los conductores que teníamos delante, como una verdadera camionera - ¡El semáforo está en verde! ¿A qué espera? – volví a meter la cabeza dentro de la ventanilla, mientras Salva empezaba a reír como un desesperado, mientras yo me quedaba mirando hacia el exterior del auto, pues estábamos pasando junto a la fuente, y un tipo miraba hacia mí.

Mi corazón latió deprisa al verle allí, porque acababa de reconocer al tipo de la fuente, era una persona que conocía bien, esa persona era la razón por la que me alejaba de aquella ciudad, y mis ojos… tan sólo, no podían creerlo.

El auto de Alfonso comenzó a acelerar, al darse cuenta de que el de delante lo hacía también, conllevando a que agarrase con fuerza el cristal, mientras el coche se iba alejando más y más.

  • ¿Ese no es Borja? – preguntó Salva, mirando por mi ventana, mientras señalaba hacia él, y yo me daba cuenta de que él estaba allí, de verdad, no era una alucinación por mi parte. Abrí la boca, ligeramente, mientras un grupo de personas se acercaban a él, pidiendo que firmase autógrafos y se hiciese foto con ellas – Sin lugar a duda, ese es Borja.

  • Posiblemente sea él – aseguró Marta, haciendo que dejase de prestar atención a aquel punto imposible de visualizar ya y metiese la cabeza dentro del auto, para luego mirar hacia mi amiga, en busca de más explicaciones – llegó anoche, se pasó por casa para saludar.

  • ¿Estuvo en casa? – pregunté, atónita, dándome cuenta de que quizás él, quizás había ido a buscarme, quizás… pero olvidé esa idea tan pronto como vi en mi cabeza a otra yo pegándome un bofetón, haciéndome despertar de mi ensoñación, de pronto, recordándome algo que era muy cierto: él tenía novia.

  • No es tan raro – se quejó Alfonso, mientras cogía el camino hacia la autopista, dejando el embotellamiento de la ciudad atrás – él y yo fuimos amigos, Lau.

  • Claro – respondí, sin decir mucho más en todo el camino.

Ni siquiera lo dije cuando atravesamos las puertas, y nos preparamos para dejar las maletas en el checking, mientras miraba hacia una cola cercana, justo en la que Borja y yo estuvimos esperando a ser atendidos tres años antes, aún podía verme allí junto a él, hablando, como si estuviese pasando justo delante de mí, como si fuese la espectadora de una película.

  • Lau – volvió a llamarme Salva, porque se veía que llevaba largo tiempo llamándome, haciéndome volver a la realidad - ¿has traído el pasaporte?

  • Claro – le dije, para luego meter la mano en el abrigo y sacarlo, poniéndolo sobre el mostrador.

Nos montamos en el avión, por supuesto no era un vuelo directo, debíamos parar primero en Barcelona, y esperar una hora, antes de coger nuestro siguiente vuelo a París.

Aun así, no me quejé, intenté poner mi mejor sonrisa, y fingir que estaba bien, necesitaba hacerlo, aunque doliese, necesitaba pasar página.

Me dejé caer sobre el hombro de Salva, mientras esperábamos en el aeropuerto de Barcelona, intentando mantener la calma, mientras él sonreía y me dejaba hacerlo.

Saqué mi teléfono y miré un rato el F******k, estaba cansada de pensar en él, haciendo que Salva se estirase, y sugiriese de ir a por unas botellas de agua, mientras Marta y Fonsi se hacían fotos como dos enamorados, poniendo caras extrañas.

Una noticia me saltó de pronto, cuando leía un estado de un amigo, haciendo que perdiese el hilo de lo que leía, odiando que la nueva actualización de aquella aplicación hiciese que se actualizasen las noticias de mi muro a los cinco minutos de estar leyéndolo, se trataba de una noticia que compartía otro amigo, sobre una rueda de prensa del gran cocinero Borja Lebret, en uno de los hoteles más céntricos de Madrid. Ni siquiera pinché sobre ella, no quería leer absolutamente nada sobre él.

**

Casi agradecí al cielo cuando llegamos al hotel, un hostal barato, no os penséis que ni por asomo era el bonito lugar al que él me llevó. Odio las comparativas, pero en los últimos años no podía hacer otra cosa, no podía dejar de compararlo todo con lo que él me había ofrecido, porque aún me culpaba por lo ocurrido, aún me culpaba a mí misma de que él se marchase de mi lado.

Me tumbé sobre la cama de mi habitación, sin tan sólo quitarme la ropa, pensando en que aquel viaje exprés no duraría mucho, pues yo tenía que trabajar el martes, pero, aun así, sería agradable.

Agarré el teléfono, y me enervé, sentada sobre la cama, buscando su número, con desesperación, hasta di con él. Hacía tres años que no nos hablábamos, desde que le pedí perdón y le supliqué que me aceptase.

Algo se encogió dentro de mí al verle en línea.

  • Podrías hablarle – dijo una voz dentro de mí, haciendo que esa otra parte de mí, lo negase completamente.

  • Ni se te ocurra hacer eso, él ya te ha olvidado, no seas tan estúpida de rebajarte y … - me espetaba, pero la aparté de mí, y con dedos temblorosos comencé a escribir.

Yo:

“Ey, hace tiempo que no hablamos, ¿cómo te va todo?”

Era algo simple, pero directo y amable.

Esperé por unos segundos, diez segundos, veinte, y él no contestaba, ni siquiera lo leyó. Esperé un poco más, un minuto, dos, mordiéndome el labio, horrorizada, por lo que había hecho, ¿por qué me lancé a la piscina? ¿por qué no hice caso a esa parte sabia de mí? ¿por qué…?

Dejé de buscar explicaciones tan pronto como vi el doble palito en verde, en señal de que lo había leído. Sonreí como una idiota cuando le vi escribiendo, pero estaba tardando más de lo que esperaba.

Aun así, esperé, pero cuando contestó fue algo tan simple y doloroso que casi me pongo a llorar, diantres, quería llorar, porque dolía dentro.

Borja:

“Perdona, ¿quién eres?”

Mi mundo se calló tan pronto como leí aquellas palabras y quería llorar, gritarme a mí misma, de echo esa parte crítica dentro de mí estaba dándole una paliza a mi parte soñadora, esa parte que aún se aferraba a él, a pesar de que sabía que él había rehecho su vida.

¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! – gritaba mi parte guerrera, pegándome de lo lindo, mientras mis lágrimas comenzaban a salir al darme cuenta de la realidad que estaba presenciando en aquel justo momento: él había borrado mi número.

Había borrado todo rastro de mí, y yo era una idiota por pensar que volvería para estar conmigo.

Toqué mi pecho, sintiendo el anillo dentro de mi camisa, agolpándose contra mi piel, tomando entonces la decisión quizás más dura para mí en aquel momento: le devolvería el anillo tan pronto como volviésemos a vernos, dejándole marchar de mi corazón, rehacería mi vida y le olvidaría, justo de la misma forma que había hecho él.

Borja:

“¿Hola? ¿sigues ahí?”

Yo:

Si, perdona, creo que me he equivocado de número, lo siento.

Borja:

“Estás perdonada.

El tipo que te dio su número debe estar preguntándose por qué no le hablas, ¿no?”

Olvidé mis lágrimas tan pronto como leí aquellas palabras, y comencé a reír, como una tonta, sin apenas darme cuenta de ello.

Yo:

“No creo que me eche de menos, así que no importa”

Borja:

“Soy Borja, ¿y tú?”

Yo:

“Lara”

Esperaba que cuando mandase aquello, al leer mi nombre, quizás… quizás… pero perdí todas mis esperanzas tan pronto como me di cuenta de que con las prisas había escrito mal mi nombre.

¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! – volvió a espetar esa guerrera que había dentro de mí, golpeando a mi otra parte.

Borja:

“Encantado, Lara. Es agradable hablar con alguien normal, después de tanto tiempo”

Yo:

“¿Alguien normal?”

Borja:

“No importa, es una tontería.

Me caes bien, te parecerá una locura, pero … ¿te parecería bien si nos escribimos de vez en cuando?

Por si las moscas, no soy un acosador”

Me reí por su broma, de nuevo. Él era alguien agradable con todo el mundo, y no sólo conmigo, y eso me llenó de una forma que ni podréis imaginar. Él lo había conseguido, se había convertido en la persona que quería ser, aunque no hubiese cumplido su promesa hasta el final, aún podía recordar aquello en mi mente, como si hubiese pasado hace pocas horas…

  • Vuelve a mí – rogué.

  • Siempre – prometió.

Yo:

“Espero que no seas un acosador, porque me caes bien”

Me recosté sobre mi cama, a escasos centímetros de mi teléfono móvil, mientras algunas lágrimas más salían, al mismo tiempo que dejaba escapar una leve sonrisa, al darme cuenta de que él lo había conseguido, había conseguido ser la persona que quería ser, aunque al final no hubiese vuelto a mí.

No debía sentirme mal por ello, no debía martirizarme por el pasado, debía dejarle atrás, justo como había hecho él. No podía reprocharle absolutamente nada, pues había pasado demasiado tiempo.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo